Recuerdo al ínclito y culé Joan Gaspart en las postrimerías de su mandato como presidente del Barcelona. Recuerdo que me caía muy mal, que era un culé extremista y que su gestión pasó por ser una de las más nefastas en la historia reciente del barcelonismo.
Recuerdo esa época en la que el barcelonismo se le echó encima y él aguantaba el chaparrón de todo un Nou Camp gritándole como afición soberana que es. Pero lo que recuerdo especialmente es una imagen que se me quedará siempre. En plena debacle, saliendo del campo, unos aficionados le recriminaron su presidencia y los guardias de seguridad se fueron hacia ellos intentando echarlos. Ni corto ni perezoso, Joan Gaspart increpó a los guardias y se fue hacia los aficionados. Estuvo hablando con ellos y les explicó, les contó y les habló como presidente del Barsa, ahí es nada. Quizá no convenció a los aficionados, pero sí actuó como presidente de un club grande, y en ese momento lo hizo todavía más grande.
Ese recuerdo que tengo choca frontalmente con lo vivido ayer por la noche con el humano Señor Lopera. Ese hacedor de engendros presidenciales solapados con acciones mayoritarias y cosas varias, es tan humano (como dicen de sus reacciones) que ha perdido incluso el rumbo de su afición. Recriminar a quien no está de acuerdo con él que van pagados es, cuando menos,
Tan sencillo como que entre la pelotita. Y la pelotita no entra, y si entra la afición soberana sigue en sus trece, ha terminado su tiempo. Que lo hizo bien??? Nos alegramos todos, que lo ha hecho mal, lo sufrimos todos. El caso es que echo de menos desde hace años un gesto o un guiño que no sea un baño de multitudes ególatra y personalista.
Y ya no hay vuelta atrás, si la pelotita nos llevase a la champion este año los béticos sabrán que será una carambola, que seguramente sea deficitaria y que las estrellas de la champion que adornan servirán sólo para tapar de nuevo nuestras vergüenzas.
Hay formas de irse y formas de quedarse, y seguramente no sean las mejores por parte de un máximo accionista cuya afición ha resultado ser mala hija, bien criá, comida y bebida, y no recordar a modo de estigma o siliceo en nuestro muslo que somos nietos de tercera, y lo seremos mientras vivamos.
Mientras, la fractura entre el beticismo es obvia, es patente, se palpa a cada partido. El bético sufre, sufre por su Betis porque es más que un equipo de fútbol donde 11 señores defienden en un tapiz verde lo que miles y miles lo hacemos cada minuto con nuestro sentimiento. Y el sentimiento se está encontrando con la ignorancia de quien empezó llamándose salvador y a día de hoy sigue llamándoselo.
Cuando me recuerdan la copa, la champion, finidi, alfonso, etc, etc., no puedo menos que asentir. Que sí, que sí, que eso existió. Existió y existieron muchas cosas. Existió un sentimiento que rebrota y que está fumigado de personalismo, un sentimiento cercenado de sus mitos, un sentimiento desterrado. Desterrado porque si no se fusiona a la personalísima forma de ver del señor que tiene acciones, no sirve para nada, o con él o contra él. No es así cómo se hacen las cosas.
Joan Gaspar dejó paso a otro presidente y no pasó nada, o sí, pasaron muchas cosas, pero no fue una hecatombe.
Recuerdo esa época en la que el barcelonismo se le echó encima y él aguantaba el chaparrón de todo un Nou Camp gritándole como afición soberana que es. Pero lo que recuerdo especialmente es una imagen que se me quedará siempre. En plena debacle, saliendo del campo, unos aficionados le recriminaron su presidencia y los guardias de seguridad se fueron hacia ellos intentando echarlos. Ni corto ni perezoso, Joan Gaspart increpó a los guardias y se fue hacia los aficionados. Estuvo hablando con ellos y les explicó, les contó y les habló como presidente del Barsa, ahí es nada. Quizá no convenció a los aficionados, pero sí actuó como presidente de un club grande, y en ese momento lo hizo todavía más grande.
Ese recuerdo que tengo choca frontalmente con lo vivido ayer por la noche con el humano Señor Lopera. Ese hacedor de engendros presidenciales solapados con acciones mayoritarias y cosas varias, es tan humano (como dicen de sus reacciones) que ha perdido incluso el rumbo de su afición. Recriminar a quien no está de acuerdo con él que van pagados es, cuando menos,
Tan sencillo como que entre la pelotita. Y la pelotita no entra, y si entra la afición soberana sigue en sus trece, ha terminado su tiempo. Que lo hizo bien??? Nos alegramos todos, que lo ha hecho mal, lo sufrimos todos. El caso es que echo de menos desde hace años un gesto o un guiño que no sea un baño de multitudes ególatra y personalista.
Y ya no hay vuelta atrás, si la pelotita nos llevase a la champion este año los béticos sabrán que será una carambola, que seguramente sea deficitaria y que las estrellas de la champion que adornan servirán sólo para tapar de nuevo nuestras vergüenzas.
Hay formas de irse y formas de quedarse, y seguramente no sean las mejores por parte de un máximo accionista cuya afición ha resultado ser mala hija, bien criá, comida y bebida, y no recordar a modo de estigma o siliceo en nuestro muslo que somos nietos de tercera, y lo seremos mientras vivamos.
Mientras, la fractura entre el beticismo es obvia, es patente, se palpa a cada partido. El bético sufre, sufre por su Betis porque es más que un equipo de fútbol donde 11 señores defienden en un tapiz verde lo que miles y miles lo hacemos cada minuto con nuestro sentimiento. Y el sentimiento se está encontrando con la ignorancia de quien empezó llamándose salvador y a día de hoy sigue llamándoselo.
Cuando me recuerdan la copa, la champion, finidi, alfonso, etc, etc., no puedo menos que asentir. Que sí, que sí, que eso existió. Existió y existieron muchas cosas. Existió un sentimiento que rebrota y que está fumigado de personalismo, un sentimiento cercenado de sus mitos, un sentimiento desterrado. Desterrado porque si no se fusiona a la personalísima forma de ver del señor que tiene acciones, no sirve para nada, o con él o contra él. No es así cómo se hacen las cosas.
Joan Gaspar dejó paso a otro presidente y no pasó nada, o sí, pasaron muchas cosas, pero no fue una hecatombe.
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