La gran mentira o la gran verdad
Decía Campoamor que en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.
A principios de la década de los 90s, alguien con una gran ambición de enriquecimiento a costa del fútbol se dio cuenta de que este deporte iba a constituir un buen negocio en España, con la conversión en SADs de los clubes y con la eclosión de las televisiones de pago y de la publicidad. Llegaban ecos, a través de los medios de comunicación, de los que había sucedido en Inglaterra y de lo que estaba sucediendo en Italia.
Ese alguien puso su ingenio a trabajar y decidió, desde nuestra ciudad, inscribir en el Registro de Sociedades dos nombres: uno de ellos Real Betis Balompié SA y el otro Sevilla FC SA. No cabe duda que el interés en producir dinero con el deporte profesional no distinguió colores ni sentimientos. Lo que no podía pensar el interesado personaje es que la Ley que regiría a los Clubes contemplaría una denominación ligeramente distinta, SAD en vez de SA. El ingenio mercantil aplicado a la situación fue agudo pero se vio frustrado por una pequeña imprevisión. Sin embargo quienes tienen obsesión compulsiva por adquirir bienes, hacer negocio y explotar materialmente cualquier situación, no cejan en su intento. Una vez conocido el contenido de la Ley sobre SAD el personaje en cuestión procuró acercarse a nuestro Club, y haciendo toda clase de artimañas y falseando la verdad, engañó a una afición que apasionadamente entregó su sentimiento. La obsesión por el dinero llega a ser de tal magnitud que incluso, ante el evidente cerco que está poniendo el esclarecimiento de la verdad y la amenaza de un presunto delito penal, se es incapaz de renunciar a ello.
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Decía Campoamor que en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.
A principios de la década de los 90s, alguien con una gran ambición de enriquecimiento a costa del fútbol se dio cuenta de que este deporte iba a constituir un buen negocio en España, con la conversión en SADs de los clubes y con la eclosión de las televisiones de pago y de la publicidad. Llegaban ecos, a través de los medios de comunicación, de los que había sucedido en Inglaterra y de lo que estaba sucediendo en Italia.
Ese alguien puso su ingenio a trabajar y decidió, desde nuestra ciudad, inscribir en el Registro de Sociedades dos nombres: uno de ellos Real Betis Balompié SA y el otro Sevilla FC SA. No cabe duda que el interés en producir dinero con el deporte profesional no distinguió colores ni sentimientos. Lo que no podía pensar el interesado personaje es que la Ley que regiría a los Clubes contemplaría una denominación ligeramente distinta, SAD en vez de SA. El ingenio mercantil aplicado a la situación fue agudo pero se vio frustrado por una pequeña imprevisión. Sin embargo quienes tienen obsesión compulsiva por adquirir bienes, hacer negocio y explotar materialmente cualquier situación, no cejan en su intento. Una vez conocido el contenido de la Ley sobre SAD el personaje en cuestión procuró acercarse a nuestro Club, y haciendo toda clase de artimañas y falseando la verdad, engañó a una afición que apasionadamente entregó su sentimiento. La obsesión por el dinero llega a ser de tal magnitud que incluso, ante el evidente cerco que está poniendo el esclarecimiento de la verdad y la amenaza de un presunto delito penal, se es incapaz de renunciar a ello.
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