Re: Anécdotas y recuerdos en el Benito Villamarín
Y también soy aquel niño al que su padre sabía que el único castigo que le dolía cuando era más travieso de la cuenta era irse al Betis sin mí y lloraba desconsolado cuando lo veía alejarse en el coche con dirección a Heliópolis instantes antes de romperle el corazón y volviese a por mí.
Soy el de tantas tardes de radio pasillo arriba-pasillo abajo por casa de mis padres cuando ni se intuía el Pay Per View, el de las sevillanas de Pedro Buenaventura tras el gol de Zafra en Las Palmas que nos dejaba en Primera, el de los sprints que indefectiblemente acababan en rotura de fibras del Pato Yañez, el del golazo de cabeza de Rincón tras jugadón del Ito venido del Castilla en el Pizjuán con las mágicas calzonas negras, el de la remontada imposible del Puma Rodriguez en un rato en Chapín contra el Xerez, el que salía agachado en el coche de mi padre al cruzar el puente Carranza tras ganar al Cádiz, el que vió a Rincón con el brazo en cabestrillo terminando heróicamente un partido matinal contra el Logroñés mientras la grada se desgañitaba gritando "Poooli, Pooooliiii"
Y sí, también soy el del gol de Fantaguzzi de falta, el del (único) partidazo de Peter Barnes, el de la eliminación de Copa contra la palangana estrellando 5 balones en los palos, el que sufrió la peor versión de Lopez Ufarte, el del "Vinyals vete ya!", el del cabezazo del Puma a Valentín, el de los fallos de Kasumov , el del cabreo con Jose Luís Romero por cometer la torpeza de quitar a Mel por el traidor Loreto, el de los corners de Bilek a la cabeza de Grussman, el de las paradas de Diezma, el de las cervezas de Kowalczyk, el del gol de Marquez de volea a la salida de un corner al Atlético de Madrid, el de las faltas de Aquino, el de las latas de atún de Andrei, el de los recortes de Amato...
Soy el que se sorprende demasiado a menudo con una lágrima resbalando por mi mejilla por tanto y tanto amor a estos colores, el que, idiota de mí, siente una estúpida verguenza de demostrar afecto a mi padre o mi hermano en mi vida cotidiana y sin embargo me abrazo a ellos con pasión cada vez que marca el Betis, el que tiene que agradecer a su equipo haber conocido a más buena gente que en ningún otro sitio en su vida y haber hecho amigos que sabe que serán para siempre, porque el Betis es tan grande, tan eterno, tan nuestro, que nada ni nadie si lo podrá cargar jamás porque como dijo en su día el gran Luis Carlos Peris tras cierta atardecida en Jaén, "Cuando el sentimiento verdiblanco se viene arriba, no hay fuerza exógena ni endógena qeu pueda con él"
Te quiero, Betis
Y también soy aquel niño al que su padre sabía que el único castigo que le dolía cuando era más travieso de la cuenta era irse al Betis sin mí y lloraba desconsolado cuando lo veía alejarse en el coche con dirección a Heliópolis instantes antes de romperle el corazón y volviese a por mí.
Soy el de tantas tardes de radio pasillo arriba-pasillo abajo por casa de mis padres cuando ni se intuía el Pay Per View, el de las sevillanas de Pedro Buenaventura tras el gol de Zafra en Las Palmas que nos dejaba en Primera, el de los sprints que indefectiblemente acababan en rotura de fibras del Pato Yañez, el del golazo de cabeza de Rincón tras jugadón del Ito venido del Castilla en el Pizjuán con las mágicas calzonas negras, el de la remontada imposible del Puma Rodriguez en un rato en Chapín contra el Xerez, el que salía agachado en el coche de mi padre al cruzar el puente Carranza tras ganar al Cádiz, el que vió a Rincón con el brazo en cabestrillo terminando heróicamente un partido matinal contra el Logroñés mientras la grada se desgañitaba gritando "Poooli, Pooooliiii"
Y sí, también soy el del gol de Fantaguzzi de falta, el del (único) partidazo de Peter Barnes, el de la eliminación de Copa contra la palangana estrellando 5 balones en los palos, el que sufrió la peor versión de Lopez Ufarte, el del "Vinyals vete ya!", el del cabezazo del Puma a Valentín, el de los fallos de Kasumov , el del cabreo con Jose Luís Romero por cometer la torpeza de quitar a Mel por el traidor Loreto, el de los corners de Bilek a la cabeza de Grussman, el de las paradas de Diezma, el de las cervezas de Kowalczyk, el del gol de Marquez de volea a la salida de un corner al Atlético de Madrid, el de las faltas de Aquino, el de las latas de atún de Andrei, el de los recortes de Amato...
Soy el que se sorprende demasiado a menudo con una lágrima resbalando por mi mejilla por tanto y tanto amor a estos colores, el que, idiota de mí, siente una estúpida verguenza de demostrar afecto a mi padre o mi hermano en mi vida cotidiana y sin embargo me abrazo a ellos con pasión cada vez que marca el Betis, el que tiene que agradecer a su equipo haber conocido a más buena gente que en ningún otro sitio en su vida y haber hecho amigos que sabe que serán para siempre, porque el Betis es tan grande, tan eterno, tan nuestro, que nada ni nadie si lo podrá cargar jamás porque como dijo en su día el gran Luis Carlos Peris tras cierta atardecida en Jaén, "Cuando el sentimiento verdiblanco se viene arriba, no hay fuerza exógena ni endógena qeu pueda con él"
Te quiero, Betis
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