El Betis de Lopera ha muerto, ¡Viva el Betis!
Tal es la evidencia de este hecho, que los béticos ya asistimos al estadio más con los ánimos de cuando se va a visitar a un enfermo, muy enfermo por cierto, que con los de asistir a lo que era para todos una alegre comunión dominical, comunión bética que es más que mística, cuando nos alborozábamos contestando a la pregunta “¿vas al fútbol?” con un “No, voy al Betis”.
El Betis de Lopera, el Betis de “su 92”, ha muerto; y hoy solo contemplamos su imponente descomposición, una descomposición pública y notoria, deportiva, social, económica e institucional, y de la que ya solo no se quieren enterar aquellos que se tapan los ojos y los oídos en un ejercicio de un falso y extremo “manquepierda”.
Una plantilla deportiva construida en el desequilibrio y en las carencias, desde la soberbia y prepotencia que solo da la ignorancia, y desde un interés económico muy particular, desde el consentimiento a niños mimados, al problema que los pagos a los jugadores dependen de un tercero. Descomposición social porque hoy, y cuando la evidencia del fin de una época es tan clara, muchos intentan aún el confundir su persona con la institución, el César con Roma, el busto con las témporas.
Y una situación económica en donde nos encontramos a una sociedad deportiva despatrimonializada, vaciada, en manos de terceros muy cercanos al que manda, donde hasta su premeditada falta de solvencia constituye motivo de orgullo para el que solo presume de dinero. Porque, ¿quién conocía a Lopera antes de su relación con el Betis?: Nadie; ¿cómo se recordará a Lopera cuando salga del Betis?: Como siga alargando su agonía más tiempo, nadie lo hará sin resquemor. La historia tiene ejemplos suficientes: Nerón pasó en días de ser Emperador de Roma a ser declarado enemigo público del Imperio.
Mientras la imagen de la institución, la imagen del Betis se cae a pedazos, y eso no solo nos duele por ser algo nuestro, algo heredado de padres y abuelos, y que deberemos dejar a nuestros hijos y nietos, sino que la marca “Betis” en el negocio que es hoy el fútbol también cae hasta límites insostenibles. Y los que aún le rodean, el resto de consejeros y el mal denominado “presidente del Betis”, parece que defienden más situaciones personales y compromisos difícilmente explicables, que los intereses del Real Betis Balompié y de los béticos.
Releía estos días unos magníficos artículos publicados hace muchos años por dos excelentes escritores uruguayos: Eduardo Galeano y Mario Benedetti; fueron escritos en momentos de desencanto pero hablaban de esperanzas, y hoy es de lo que tenemos que hablar en el Betis, de esperanzas.
Porque cuando esta pesadilla termine, cuando, por fin, enterremos a este muerto del Betis de Lopera, habrá que volver a empezar. Pasito a paso, sin más armas que las nacidas de nuestros propios cuerpos, habrá que trabajar, descubrir, crear, imaginar, soñar. En el discurso que Jesse Jackson pronunció poco después de su derrota electoral en Estados Unidos, él reivindicó el derecho de soñar: “Vamos a defender nuestro derecho”, dijo, “No vamos a permitir que nadie nos arrebate ese derecho”. Y hoy, más que nunca, es preciso soñar, “soñar juntos sueños que se desensueñen y en materia mortal encarnen”, como decía el poeta. La verdad es que quedará mucho, muchísimo, por hacer; con otros métodos y modos, seguro, pero con la herramienta de siempre, que es el hombre, que son los béticos y las béticas que siempre dieron la cara por el Betis.
Vivimos un momento en nuestra sociedad en donde parece primar el descrédito del compromiso y la rentabilidad de la indiferencia, no obstante, hay un grupo de béticos que decidieron que esta situación crítica del Real Betis no puede continuar. Con pocos recursos pero con un capital enorme, el de su amor por el club, dedican sus esfuerzos, trabajo, conocimientos, tiempo de donde no lo hay, para intentar contribuir y ayudar a sacar al Betis de la situación actual. Y para sorpresa de aquel que TODO lo obtiene a cambio de dinero, lo hacen a fondo perdido, sin recibir nada, sin esperar nada.
Y es que, parafraseando a Galeano en uno de sus artículos, podemos decir que los béticos sentimos nostalgia del presente, del verdadero presente que merece el Real Betis, donde no tienen cabida quienes lo han falseado, incluso podemos afirmar que sentimos nostalgia de la decencia. Hoy nos hallamos frente a un Betis con un presente adulterado, apócrifo; más por debajo del mismo llega a vislumbrarse eso que en pintura se llama pentimiento, o sea, el cuadro primitivo, original. Nuestra nostalgia, pues, se refiere a ese presente pentimiento del Real Betis, a ese presente que debió ser y está semioculto, cubierto por los barnices…y por los brochazos agresivos y catetos de un loco.
El Betis de Lopera está muerto, pero el Betis no murió, porque ese Betis no era el Betis, no era el Betis de nuestros padres y abuelos, no era el Betis que todos queremos, porque hoy es, sin duda, el primer día de la larga y mejor vida que aún le quedará por vivir.
Tal es la evidencia de este hecho, que los béticos ya asistimos al estadio más con los ánimos de cuando se va a visitar a un enfermo, muy enfermo por cierto, que con los de asistir a lo que era para todos una alegre comunión dominical, comunión bética que es más que mística, cuando nos alborozábamos contestando a la pregunta “¿vas al fútbol?” con un “No, voy al Betis”.
El Betis de Lopera, el Betis de “su 92”, ha muerto; y hoy solo contemplamos su imponente descomposición, una descomposición pública y notoria, deportiva, social, económica e institucional, y de la que ya solo no se quieren enterar aquellos que se tapan los ojos y los oídos en un ejercicio de un falso y extremo “manquepierda”.
Una plantilla deportiva construida en el desequilibrio y en las carencias, desde la soberbia y prepotencia que solo da la ignorancia, y desde un interés económico muy particular, desde el consentimiento a niños mimados, al problema que los pagos a los jugadores dependen de un tercero. Descomposición social porque hoy, y cuando la evidencia del fin de una época es tan clara, muchos intentan aún el confundir su persona con la institución, el César con Roma, el busto con las témporas.
Y una situación económica en donde nos encontramos a una sociedad deportiva despatrimonializada, vaciada, en manos de terceros muy cercanos al que manda, donde hasta su premeditada falta de solvencia constituye motivo de orgullo para el que solo presume de dinero. Porque, ¿quién conocía a Lopera antes de su relación con el Betis?: Nadie; ¿cómo se recordará a Lopera cuando salga del Betis?: Como siga alargando su agonía más tiempo, nadie lo hará sin resquemor. La historia tiene ejemplos suficientes: Nerón pasó en días de ser Emperador de Roma a ser declarado enemigo público del Imperio.
Mientras la imagen de la institución, la imagen del Betis se cae a pedazos, y eso no solo nos duele por ser algo nuestro, algo heredado de padres y abuelos, y que deberemos dejar a nuestros hijos y nietos, sino que la marca “Betis” en el negocio que es hoy el fútbol también cae hasta límites insostenibles. Y los que aún le rodean, el resto de consejeros y el mal denominado “presidente del Betis”, parece que defienden más situaciones personales y compromisos difícilmente explicables, que los intereses del Real Betis Balompié y de los béticos.
Releía estos días unos magníficos artículos publicados hace muchos años por dos excelentes escritores uruguayos: Eduardo Galeano y Mario Benedetti; fueron escritos en momentos de desencanto pero hablaban de esperanzas, y hoy es de lo que tenemos que hablar en el Betis, de esperanzas.
Porque cuando esta pesadilla termine, cuando, por fin, enterremos a este muerto del Betis de Lopera, habrá que volver a empezar. Pasito a paso, sin más armas que las nacidas de nuestros propios cuerpos, habrá que trabajar, descubrir, crear, imaginar, soñar. En el discurso que Jesse Jackson pronunció poco después de su derrota electoral en Estados Unidos, él reivindicó el derecho de soñar: “Vamos a defender nuestro derecho”, dijo, “No vamos a permitir que nadie nos arrebate ese derecho”. Y hoy, más que nunca, es preciso soñar, “soñar juntos sueños que se desensueñen y en materia mortal encarnen”, como decía el poeta. La verdad es que quedará mucho, muchísimo, por hacer; con otros métodos y modos, seguro, pero con la herramienta de siempre, que es el hombre, que son los béticos y las béticas que siempre dieron la cara por el Betis.
Vivimos un momento en nuestra sociedad en donde parece primar el descrédito del compromiso y la rentabilidad de la indiferencia, no obstante, hay un grupo de béticos que decidieron que esta situación crítica del Real Betis no puede continuar. Con pocos recursos pero con un capital enorme, el de su amor por el club, dedican sus esfuerzos, trabajo, conocimientos, tiempo de donde no lo hay, para intentar contribuir y ayudar a sacar al Betis de la situación actual. Y para sorpresa de aquel que TODO lo obtiene a cambio de dinero, lo hacen a fondo perdido, sin recibir nada, sin esperar nada.
Y es que, parafraseando a Galeano en uno de sus artículos, podemos decir que los béticos sentimos nostalgia del presente, del verdadero presente que merece el Real Betis, donde no tienen cabida quienes lo han falseado, incluso podemos afirmar que sentimos nostalgia de la decencia. Hoy nos hallamos frente a un Betis con un presente adulterado, apócrifo; más por debajo del mismo llega a vislumbrarse eso que en pintura se llama pentimiento, o sea, el cuadro primitivo, original. Nuestra nostalgia, pues, se refiere a ese presente pentimiento del Real Betis, a ese presente que debió ser y está semioculto, cubierto por los barnices…y por los brochazos agresivos y catetos de un loco.
El Betis de Lopera está muerto, pero el Betis no murió, porque ese Betis no era el Betis, no era el Betis de nuestros padres y abuelos, no era el Betis que todos queremos, porque hoy es, sin duda, el primer día de la larga y mejor vida que aún le quedará por vivir.
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