Lo dije aquí y me ratifico:
http://www.betisweb.com/foro/showthread.php?t=17666
La inmensa mayoría de béticos no son “béticos de comunión diaria”, no son béticos que entren en los foros a diarios, no son béticos comprometidos con quienes nos dirigen ni con quienes cuestionan dicha dirección. La inmensa mayoría de béticos lo que quiere por encima de todas las cosas es que su Betis gane. Mande quien mande, juegue quien juegue, que su Betis gane. Por supuesto, esa inmensa mayoría es consciente de que las cosas se pueden y deben hacer mucho mejor, y por ello expresó su malestar en el Estadio en algunos partidos de la pasada temporada, pero eso no implica que le quite el sueño la continuidad de la actual situación accionarial. Probablemente, esa inmensa mayoría considera que sería mejor una configuración que no fuese monolítica, pero ve esa posibilidad demasiado etérea a falta de que aparezca una alternativa con capacidad económica real más allá de la puesta a la venta del paquete accionarial al conjunto de la afición a un precio objetivo.
Esa es, en mi opinión, la posición de la inmensa mayoría de béticos. Los dirigentes pueden acercarse a ellos haciendo mejor las cosas. Quienes creemos que otro Betis es posible, aportando información y propuestas. Pero, en uno y otro caso, con respeto a quienes no piensan como nosotros. Porque no se convence ni con etiquetas, ni con desafíos, ni con lugares comunes, ni con insultos. Se convence con la razón, y en muchas ocasiones ni eso basta.
Pensar siquiera que 45.000 personas, para un día que ganamos en casa, van a expresar su malestar contra los dirigentes o contra la situación del club es (bajo mi punto de vista) sencillamente irreal.
Concluir que el disfrute de la victoria y la indiferencia hacia el palco implica anuencia o aplauso al máximo responsable de la situación institucional, deportiva y social del Real Betis Balompié es rotundamente falso.
Hacia 1997 Manuel Ruiz de Lopera se había fabricado, gracias a una extraordinaria puesta en escena de la operación efectuada en Junio de 1992, a la tremenda liquidez que en aquellos momentos manejaba el club y al milagro de un electricista llamado Serra (que fue el que desconectó los tubos de la UVI con aquellos 22 puntos de 24 posibles que nos llevaron al mágico día de Burgos), Manuel Ruiz de Lopera se había fabricado, digo, un amplísimo colchon de seguridad que le blindaba ante cualquier fracaso deportivo o contestación hacia su persona. Eran los tiempos en los que "Don Manué" era querido por la masa.
Soy de la opinión de que Manuel Ruiz de Lopera alcanzó su cenit el 28 de Junio de 1997, y que la marcha del electricista (que "solo" había conseguido el ansiado ascenso, un tercer y cuarto puesto en Liga, varios derbis ganados y una Final de la Copa) supuso el inicio del fin de la "Edad de Oro de Don Manué", que volvería a coger cierto aire con la inauguración de la mitad del nuevo Estadio -que, al igual que fichajes como el de Denilson, hemos pagado los béticos euro a euro, reitero-. Todo ello con la impagable colaboración de la infame situación deportiva e institucional de nuestro vecino desde 1995 hasta 2001, al que además "Don Manué" chuleó lo que pudo y más en aquellos tiempos.
Eran tiempos, allá por 2000, en los que hasta un descenso inexplicable se perdonaba, porque el colchón de Ruiz de Lopera aún era amplio (y porque el vecino también bajaba, y además como colista)... claro que Hacienda ya andaba por allí.
Y vino Juande, y con él ya la afición empezó a darle más mérito al que dirigía la nave en el campo que al que la maldirigía en el palco. Y se le empezó a cuestionar la falta de inversión en gol. Y la gente se dió cuenta de que lo de Denilson había sido un fiasco (claro que la gente, en su psique colectiva, pensaba que Denilson era un regalo personal de Don Manuel a los béticos, como el campo, como lo de 1992...).
Y tras los dos extraordinarios años (para el relax de la plantilla, quiero decir) de Victor Fernández, vino el mágico 2005... y hete aquí que el electricista volvió a ganar un derbi, a colocar al equipo el cuarto y, de paso, a ganar una Copa del Rey... Y, ay, esa masa que antes le quería volcó todo su amor en el hijo pródigo, en el mismo que se había marchado en 1997. Y en ese momento se evidenció que todo había cambiado: Manuel Ruiz de Lopera ya no tenía un colchón de seguridad basado en el cariño hacia su figura, sino una banda de gomaespuma basada principalmente en la leyenda del 92.
Desde el 12 de Junio de 2005 se desataron los acontecimientos que carcomieron la gomaespuma: El Betis, ciertamente, se convirtió en lo que su Presidente quisiera -como vaticinó el electricista-. Se desaprovechó la oportunidad de crecimiento que la Champions permitía, porque un equipo grande deportiva, social e institucionalmente es complicado de gestionar solo y a base de carpetas y sumadoras. Se maltrató y echó al electricista por una simple cuestión de celos. Se agudizó la crisis económica del club tras el sustancial descenso de cuantías liquidadas por parte de Encadesa de los ingresos que le cedemos (todos los que generamos). El Presidente del club dejó de acudir al Palco en formato corporal para "castigar" a una afición "desagradecida"...
Luego se vendería a Oliveira y Joaquín para conseguir liquidez y cuadrar las cuentas a las que nos había abocado la gestión pretérita, se fichó a última hora a Sobis (cazado en un aeropuerto), el velocista Odonkor, el "lateral" Wagner, el comprometido Vogel... y, bajo el mando de un Irureta que infundía más o menos el mismo respeto que Victor Fernández a una plantilla que vio el cielo abierto con la marcha del electricista dictador, nos abocamos al desastre más absoluto.
El resto de la historia es de sobras conocido, e incluye el infame episodio de un busto en el Palco, de unas sevillanas perrunas humillantes, de más de un desprecio a nuestra bandera, la bandera del centenario, 10 minutos en segunda... y, en general, la evidencia de que en estos tiempos el Betis necesita, merece, otra forma de gestión. La evidencia de que otro Betis es, debe ser, posible.
A día de hoy el colchón de seguridad que otrora tuvo Manuel Ruiz de Lopera, que luego se convirtió en banda de gomaespuma, no existe. De cara a la afición se encuentra al borde del alambre, dependiendo única y exclusivamente de la pelotita. Si la pelotita entra, la afición le obsequia con su indiferencia (léase el día del Milán o ayer mismo) y se centra en disfrutar dle momento, porque también tenemos derecho. Pero, ay, si la pelotita no entra... sin banda de seguridad y, además, en pleno Palco.
¿Puede Manuel Ruiz de Lopera volver a construirse al menos una pequeña banda de seguridad? De Hector Cuper depende. Y nótese que Cuper tiene un carácter parecido al del electricista que tan mal trataba a los jugadores que les llevó a cotas que nunca hubiesen soñado. Pero, con franqueza, dudo que esa banda de seguridad pase de un pequeño filamento que le permita aguantar algún que otro partido perdido en casa sin escuchar el hartazgo de una afición hacia su forma de secuestrar la voluntad de un millón de personas con una gestión que no es acorde a la categoría de nuestro club.
Por ello, reitero lo indicado más arriba: Pensar siquiera que 45.000 personas, para un día que ganamos en casa, van a expresar su malestar contra los dirigentes o contra la situación del club es (bajo mi punto de vista) sencillamente irreal. Concluir que el disfrute de la victoria y la indiferencia hacia el Palco implica anuencia o aplauso al máximo responsable de la situación institucional, deportiva y social del Real Betis Balompié es rotundamente falso.
Expuesto completamente al juicio de la masa social al más mínimo traspies, mirando de reojo a Hacienda por un lado y al Convenio Urbanístico por otro (amenazas y oportunidades, véase método DAFO) y supongo que arrepintiéndose de haber aireado una inversión en fichajes de 25 millones de euros, pagados por los béticos, que de momento no juegan, Manuel Ruiz de Lopera se enfrenta al futuro inmediato rezando a todos los Santos -y particularmente a San Hector Cuper- para que entre la pelotita.
Ya ve, en eso coincidimos: al látigo de Hector Cuper encomiendo mi espíritu mientras, a la misma vez, trabajo por un Betis Libre.
http://www.betisweb.com/foro/showthread.php?t=17666
La inmensa mayoría de béticos no son “béticos de comunión diaria”, no son béticos que entren en los foros a diarios, no son béticos comprometidos con quienes nos dirigen ni con quienes cuestionan dicha dirección. La inmensa mayoría de béticos lo que quiere por encima de todas las cosas es que su Betis gane. Mande quien mande, juegue quien juegue, que su Betis gane. Por supuesto, esa inmensa mayoría es consciente de que las cosas se pueden y deben hacer mucho mejor, y por ello expresó su malestar en el Estadio en algunos partidos de la pasada temporada, pero eso no implica que le quite el sueño la continuidad de la actual situación accionarial. Probablemente, esa inmensa mayoría considera que sería mejor una configuración que no fuese monolítica, pero ve esa posibilidad demasiado etérea a falta de que aparezca una alternativa con capacidad económica real más allá de la puesta a la venta del paquete accionarial al conjunto de la afición a un precio objetivo.
Esa es, en mi opinión, la posición de la inmensa mayoría de béticos. Los dirigentes pueden acercarse a ellos haciendo mejor las cosas. Quienes creemos que otro Betis es posible, aportando información y propuestas. Pero, en uno y otro caso, con respeto a quienes no piensan como nosotros. Porque no se convence ni con etiquetas, ni con desafíos, ni con lugares comunes, ni con insultos. Se convence con la razón, y en muchas ocasiones ni eso basta.
Pensar siquiera que 45.000 personas, para un día que ganamos en casa, van a expresar su malestar contra los dirigentes o contra la situación del club es (bajo mi punto de vista) sencillamente irreal.
Concluir que el disfrute de la victoria y la indiferencia hacia el palco implica anuencia o aplauso al máximo responsable de la situación institucional, deportiva y social del Real Betis Balompié es rotundamente falso.
Hacia 1997 Manuel Ruiz de Lopera se había fabricado, gracias a una extraordinaria puesta en escena de la operación efectuada en Junio de 1992, a la tremenda liquidez que en aquellos momentos manejaba el club y al milagro de un electricista llamado Serra (que fue el que desconectó los tubos de la UVI con aquellos 22 puntos de 24 posibles que nos llevaron al mágico día de Burgos), Manuel Ruiz de Lopera se había fabricado, digo, un amplísimo colchon de seguridad que le blindaba ante cualquier fracaso deportivo o contestación hacia su persona. Eran los tiempos en los que "Don Manué" era querido por la masa.
Soy de la opinión de que Manuel Ruiz de Lopera alcanzó su cenit el 28 de Junio de 1997, y que la marcha del electricista (que "solo" había conseguido el ansiado ascenso, un tercer y cuarto puesto en Liga, varios derbis ganados y una Final de la Copa) supuso el inicio del fin de la "Edad de Oro de Don Manué", que volvería a coger cierto aire con la inauguración de la mitad del nuevo Estadio -que, al igual que fichajes como el de Denilson, hemos pagado los béticos euro a euro, reitero-. Todo ello con la impagable colaboración de la infame situación deportiva e institucional de nuestro vecino desde 1995 hasta 2001, al que además "Don Manué" chuleó lo que pudo y más en aquellos tiempos.
Eran tiempos, allá por 2000, en los que hasta un descenso inexplicable se perdonaba, porque el colchón de Ruiz de Lopera aún era amplio (y porque el vecino también bajaba, y además como colista)... claro que Hacienda ya andaba por allí.
Y vino Juande, y con él ya la afición empezó a darle más mérito al que dirigía la nave en el campo que al que la maldirigía en el palco. Y se le empezó a cuestionar la falta de inversión en gol. Y la gente se dió cuenta de que lo de Denilson había sido un fiasco (claro que la gente, en su psique colectiva, pensaba que Denilson era un regalo personal de Don Manuel a los béticos, como el campo, como lo de 1992...).
Y tras los dos extraordinarios años (para el relax de la plantilla, quiero decir) de Victor Fernández, vino el mágico 2005... y hete aquí que el electricista volvió a ganar un derbi, a colocar al equipo el cuarto y, de paso, a ganar una Copa del Rey... Y, ay, esa masa que antes le quería volcó todo su amor en el hijo pródigo, en el mismo que se había marchado en 1997. Y en ese momento se evidenció que todo había cambiado: Manuel Ruiz de Lopera ya no tenía un colchón de seguridad basado en el cariño hacia su figura, sino una banda de gomaespuma basada principalmente en la leyenda del 92.
Desde el 12 de Junio de 2005 se desataron los acontecimientos que carcomieron la gomaespuma: El Betis, ciertamente, se convirtió en lo que su Presidente quisiera -como vaticinó el electricista-. Se desaprovechó la oportunidad de crecimiento que la Champions permitía, porque un equipo grande deportiva, social e institucionalmente es complicado de gestionar solo y a base de carpetas y sumadoras. Se maltrató y echó al electricista por una simple cuestión de celos. Se agudizó la crisis económica del club tras el sustancial descenso de cuantías liquidadas por parte de Encadesa de los ingresos que le cedemos (todos los que generamos). El Presidente del club dejó de acudir al Palco en formato corporal para "castigar" a una afición "desagradecida"...
Luego se vendería a Oliveira y Joaquín para conseguir liquidez y cuadrar las cuentas a las que nos había abocado la gestión pretérita, se fichó a última hora a Sobis (cazado en un aeropuerto), el velocista Odonkor, el "lateral" Wagner, el comprometido Vogel... y, bajo el mando de un Irureta que infundía más o menos el mismo respeto que Victor Fernández a una plantilla que vio el cielo abierto con la marcha del electricista dictador, nos abocamos al desastre más absoluto.
El resto de la historia es de sobras conocido, e incluye el infame episodio de un busto en el Palco, de unas sevillanas perrunas humillantes, de más de un desprecio a nuestra bandera, la bandera del centenario, 10 minutos en segunda... y, en general, la evidencia de que en estos tiempos el Betis necesita, merece, otra forma de gestión. La evidencia de que otro Betis es, debe ser, posible.
A día de hoy el colchón de seguridad que otrora tuvo Manuel Ruiz de Lopera, que luego se convirtió en banda de gomaespuma, no existe. De cara a la afición se encuentra al borde del alambre, dependiendo única y exclusivamente de la pelotita. Si la pelotita entra, la afición le obsequia con su indiferencia (léase el día del Milán o ayer mismo) y se centra en disfrutar dle momento, porque también tenemos derecho. Pero, ay, si la pelotita no entra... sin banda de seguridad y, además, en pleno Palco.
¿Puede Manuel Ruiz de Lopera volver a construirse al menos una pequeña banda de seguridad? De Hector Cuper depende. Y nótese que Cuper tiene un carácter parecido al del electricista que tan mal trataba a los jugadores que les llevó a cotas que nunca hubiesen soñado. Pero, con franqueza, dudo que esa banda de seguridad pase de un pequeño filamento que le permita aguantar algún que otro partido perdido en casa sin escuchar el hartazgo de una afición hacia su forma de secuestrar la voluntad de un millón de personas con una gestión que no es acorde a la categoría de nuestro club.
Por ello, reitero lo indicado más arriba: Pensar siquiera que 45.000 personas, para un día que ganamos en casa, van a expresar su malestar contra los dirigentes o contra la situación del club es (bajo mi punto de vista) sencillamente irreal. Concluir que el disfrute de la victoria y la indiferencia hacia el Palco implica anuencia o aplauso al máximo responsable de la situación institucional, deportiva y social del Real Betis Balompié es rotundamente falso.
Expuesto completamente al juicio de la masa social al más mínimo traspies, mirando de reojo a Hacienda por un lado y al Convenio Urbanístico por otro (amenazas y oportunidades, véase método DAFO) y supongo que arrepintiéndose de haber aireado una inversión en fichajes de 25 millones de euros, pagados por los béticos, que de momento no juegan, Manuel Ruiz de Lopera se enfrenta al futuro inmediato rezando a todos los Santos -y particularmente a San Hector Cuper- para que entre la pelotita.
Ya ve, en eso coincidimos: al látigo de Hector Cuper encomiendo mi espíritu mientras, a la misma vez, trabajo por un Betis Libre.
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