DIARIO EL PAIS, EDICIÓN IMPRESA, 24/9/2007
CRÓNICA: Fútbol - Cuarta jornada de Liga
Bofetada a Lopera
Joaquín recibe una ovación tras marcar el segundo gol del Valencia en Heliópolis
SANTIAGO F. FUERTES - Sevilla - 24/09/2007
Cuando un estadio entero dedica una ovación a un gol del contrincante, el gol, además, que abocaba a su equipo a la derrota, es que pasa algo muy gordo. La gran mayoría de los espectadores que ayer acudieron al Ruiz de Lopera dejaron claro con sus aplausos a Joaquín tras el segundo gol valencianista que el hombre que le puso su nombre al estadio se les antoja peor aún que las derrotas. Manuel Ruiz de Lopera ya sólo tiene más acciones del Betis que nadie. Su liderazgo es únicamente mercantil, legal.
El encuentro fue importante en lo emotivo (para los béticos), mientras que el discurso futbolístico fue bastante pobre. Aunque lógico. El Valencia se impuso en Sevilla por pura inercia, porque es mejor equipo que el Betis y tiene mejores futbolistas. Antes de que el balón empezara a rodar, ya se podía barruntar gran parte de lo que estaba por venir. Héctor Cúper quiere que su equipo gane, obviamente, pero le preocupa más que no pierda. Para los béticos, el fútbol es en estos momentos un curro, los partidos son a cara de perro sin asomo de gozo o diversión. No se vive, se sobrevive. El entrenador verdiblanco no tuvo reparos ayer en regalarle la pelota a los visitantes con el añadido de una buena porción del terreno de juego.
El Valencia reaccionó con frialdad al paisaje del partido que proponía el Betis. Arizmendi, Silva, Villa y Joaquín demostraron una y otra vez su exquisita técnica individual y circularon entre las líneas verdiblancas como el que supera pivotes en un entrenamiento. En la primera media hora, los valencianistas desperdiciaron hasta cinco oportunidades de marcar. Silva, con un duro disparo que despejó Ricardo, o Helguera, que no acertó con la portería pese a a que le dejaron cabecear sin oposición alguna el saque de una falta desde la derecha, estuvieron muy cerca de poner a su equipo en ventaja. Pero fue Arizmendi el que falló lo que parece imposible fallar con un disparo que se fue al cielo y que culminaba una jugada que él mismo había comenzado en la banda, y en la que habían participado Silva, Joaquín, Fernandes y Villa. El Valencia era evidentemente superior, pero parecía falto de objetivo, como si esperara que el encuentro cayera de puro maduro en su cesto.
La poca dinamita del Betis estaba en las botas de Sobis. El brasileño, escorado ayer a la derecha, amenazaba con comerse a Moretti de un momento a otro. Pero la defensa valencianista, a pesar de que nunca dio la impresión de solidez que se le supone, no le dejó.
En la segunda mitad del encuentro, el cansancio del Valencia quedó patente. Fernandes y Marchena habían manejado la zona de creación con corrección. Nunca con superioridad. El portugués estuvo ayer más virguero que efectivo y el sevillano llega hasta donde llega. El Betis no dejó pasar el bajón de sus contrincantes y achuchó, por primera vez, con opciones de gol. Y las tuvo Edu, que se quedó solo ante Hildebrand gracias a un taconazo de Fernando, pero chutó con más pasión que cabeza y el balón voló casi fuera del estadio.
En plena crisis, los valencianistas se encontraron con un regalo bético. Miguel empezó a correr con la pelota, siguió y siguió sin que nadie le molestara hasta que llegó al área y metió gol. Así de mal defendió el Betis.
Más tarde, un contraataque acabó con el gol de Joaquín, el hijo preferido de la cantera bética y que se fue porque no aguantaba más al propietario. Y los aficionados béticos le aplaudieron. También le ovacionaron cuando Quique Flores decidió sustituirle. Los béticos decían así lo que querían, lo que quieren que sea su equipo. Ese gol forma parte ya de la historia del Betis, a pesar de que se produjera en un partido insulso.
CRÓNICA: Fútbol - Cuarta jornada de Liga
Bofetada a Lopera
Joaquín recibe una ovación tras marcar el segundo gol del Valencia en Heliópolis
SANTIAGO F. FUERTES - Sevilla - 24/09/2007
Cuando un estadio entero dedica una ovación a un gol del contrincante, el gol, además, que abocaba a su equipo a la derrota, es que pasa algo muy gordo. La gran mayoría de los espectadores que ayer acudieron al Ruiz de Lopera dejaron claro con sus aplausos a Joaquín tras el segundo gol valencianista que el hombre que le puso su nombre al estadio se les antoja peor aún que las derrotas. Manuel Ruiz de Lopera ya sólo tiene más acciones del Betis que nadie. Su liderazgo es únicamente mercantil, legal.
El encuentro fue importante en lo emotivo (para los béticos), mientras que el discurso futbolístico fue bastante pobre. Aunque lógico. El Valencia se impuso en Sevilla por pura inercia, porque es mejor equipo que el Betis y tiene mejores futbolistas. Antes de que el balón empezara a rodar, ya se podía barruntar gran parte de lo que estaba por venir. Héctor Cúper quiere que su equipo gane, obviamente, pero le preocupa más que no pierda. Para los béticos, el fútbol es en estos momentos un curro, los partidos son a cara de perro sin asomo de gozo o diversión. No se vive, se sobrevive. El entrenador verdiblanco no tuvo reparos ayer en regalarle la pelota a los visitantes con el añadido de una buena porción del terreno de juego.
El Valencia reaccionó con frialdad al paisaje del partido que proponía el Betis. Arizmendi, Silva, Villa y Joaquín demostraron una y otra vez su exquisita técnica individual y circularon entre las líneas verdiblancas como el que supera pivotes en un entrenamiento. En la primera media hora, los valencianistas desperdiciaron hasta cinco oportunidades de marcar. Silva, con un duro disparo que despejó Ricardo, o Helguera, que no acertó con la portería pese a a que le dejaron cabecear sin oposición alguna el saque de una falta desde la derecha, estuvieron muy cerca de poner a su equipo en ventaja. Pero fue Arizmendi el que falló lo que parece imposible fallar con un disparo que se fue al cielo y que culminaba una jugada que él mismo había comenzado en la banda, y en la que habían participado Silva, Joaquín, Fernandes y Villa. El Valencia era evidentemente superior, pero parecía falto de objetivo, como si esperara que el encuentro cayera de puro maduro en su cesto.
La poca dinamita del Betis estaba en las botas de Sobis. El brasileño, escorado ayer a la derecha, amenazaba con comerse a Moretti de un momento a otro. Pero la defensa valencianista, a pesar de que nunca dio la impresión de solidez que se le supone, no le dejó.
En la segunda mitad del encuentro, el cansancio del Valencia quedó patente. Fernandes y Marchena habían manejado la zona de creación con corrección. Nunca con superioridad. El portugués estuvo ayer más virguero que efectivo y el sevillano llega hasta donde llega. El Betis no dejó pasar el bajón de sus contrincantes y achuchó, por primera vez, con opciones de gol. Y las tuvo Edu, que se quedó solo ante Hildebrand gracias a un taconazo de Fernando, pero chutó con más pasión que cabeza y el balón voló casi fuera del estadio.
En plena crisis, los valencianistas se encontraron con un regalo bético. Miguel empezó a correr con la pelota, siguió y siguió sin que nadie le molestara hasta que llegó al área y metió gol. Así de mal defendió el Betis.
Más tarde, un contraataque acabó con el gol de Joaquín, el hijo preferido de la cantera bética y que se fue porque no aguantaba más al propietario. Y los aficionados béticos le aplaudieron. También le ovacionaron cuando Quique Flores decidió sustituirle. Los béticos decían así lo que querían, lo que quieren que sea su equipo. Ese gol forma parte ya de la historia del Betis, a pesar de que se produjera en un partido insulso.
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