Érase una vez un lugar donde el betis tenía su reino, donde las sempiternas noches sólo eran interrumpidas por las fugaces visitas del todopoderoso, quien traía la molesta e inquietante luz con él, pues le pertenecía. Él era el único punto de unión entre el reino de Sevilla y betis. Sin el todopoderoso las criaturas que habitaban esta maravillosa tierra acabarían muriendo, pues el betis solo podía conservarlas temporalmente. De este modo, en cada visita del todopoderoso, cuando venía a recoger a alguna criatura para concederle la vida eterna, era necesario ofrecerle algún tributo, otra criatura, que condenada al destierro, y por tanto a la podredumbre y a la muerte, le aplacara en sus ansias y garantizara próximas visitas.
En tiempos ancestrales hubo una lucha por el poder, pues era necesario decidir que criaturas serian salvadas y cuáles condenadas. De esta cruenta guerra surgió el actual estado. En él, los grandes señores del betis consiguieron los mayores privilegios y aún siendo los más longevos, permanecían siempre jóvenes gracias a al dinero que podría ser mortal para otras criaturas más débiles. Estos tenían garantizada la salvación. El resto del reino se repartía entre los amigos y los beticos, pues la muerte de los últimos permitía la salvación de los primeros. Los beticos ocupaban las zonas mas profundas del reino, allá donde el betis era menor y la vida más corta, pues eran condenados por nacimiento.
Por siglos esta situación se mantuvo, y si bien hubo pequeñas revueltas, siempre fueron eficazmente sofocadas por los “amigos”, con la inestimable ayuda de los señores del betis. Sin embargo en los últimos tiempos, la intranquilidad anidaba entre los “amigos”, pues en las tierras profundas se estaban produciendo bruscos y peligrosos cambios. Las nuevas generaciones de beticos cuestionaban la tradición que habían heredado y negaban los derechos por nacimiento de los amigos al poder, tanto como su propia condena. Estos que ahora no tenían miedo, pues no habían sufrido en propias carnes ninguna derrota, son los que en medio de las eternas derrotas han sido convocados por sus beticos, jóvenes y valientes, para planear el modo de asaltar la tierra de los amigos, para cambiar el orden establecido. Y es en este punto, en la última reunión nocturna antes de iniciarse la rebelión, donde comienza nuestra historia.
al final del palmera sonaran lo sone tambores viva er betis manque pierda
Viva un betis libre by coipu
En tiempos ancestrales hubo una lucha por el poder, pues era necesario decidir que criaturas serian salvadas y cuáles condenadas. De esta cruenta guerra surgió el actual estado. En él, los grandes señores del betis consiguieron los mayores privilegios y aún siendo los más longevos, permanecían siempre jóvenes gracias a al dinero que podría ser mortal para otras criaturas más débiles. Estos tenían garantizada la salvación. El resto del reino se repartía entre los amigos y los beticos, pues la muerte de los últimos permitía la salvación de los primeros. Los beticos ocupaban las zonas mas profundas del reino, allá donde el betis era menor y la vida más corta, pues eran condenados por nacimiento.
Por siglos esta situación se mantuvo, y si bien hubo pequeñas revueltas, siempre fueron eficazmente sofocadas por los “amigos”, con la inestimable ayuda de los señores del betis. Sin embargo en los últimos tiempos, la intranquilidad anidaba entre los “amigos”, pues en las tierras profundas se estaban produciendo bruscos y peligrosos cambios. Las nuevas generaciones de beticos cuestionaban la tradición que habían heredado y negaban los derechos por nacimiento de los amigos al poder, tanto como su propia condena. Estos que ahora no tenían miedo, pues no habían sufrido en propias carnes ninguna derrota, son los que en medio de las eternas derrotas han sido convocados por sus beticos, jóvenes y valientes, para planear el modo de asaltar la tierra de los amigos, para cambiar el orden establecido. Y es en este punto, en la última reunión nocturna antes de iniciarse la rebelión, donde comienza nuestra historia.
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