Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va...pues no se si se va, si está en la UVI como diría el fantasma o en la antesala del funeral, como lo van a terminar de llevar los diablos. Lo que si se es que ya no puedo más. Siempre fui optimista con el Betis. Siempre es siempre, hasta en esos "peores" momentos que por desgracia tanto se han repetido en nuestra cíclica historia. No se me ha ido de la cabeza ni un día que nuestro momento llegará, que al final alguien se sentará en esa poltrona que parece corroer a todo el que la ocupa y se centrará y mirará solo por y para el Betis. Que algún día o año, llegarán a los pisos altos algunos que sean como nosotros, que les queme esto, que no puedan vivir sin esto, y que haciendo las cosas lo mejor que sepan, nos representen, y no sean un grupito cerrado ajeno a todo, que, con nuestro dinero y el que genera nuestro club, viven una realidad paralela en la que tienen cabida únicamente palabras como negocio, acciones o pactos, pero en las que Betis, fútbol o ganar, ya no tienen tanto peso en sus conversaciones. Nunca me he rendido en esa idea de que ese momento llegará, hasta ahora. Y si no me he rendido ya, me queda poco. Quizás esté a una ignominiosa rueda de prensa más o una última puñalada que algunos aún se empeñan en llamar partido, de dar mi suspiro final.
Explícale tú a ese niño que se ha hecho famoso por su tan penoso como real "acostumbrado a perder", que ayer cuando vivía ese momento tan mágico de la primera vez en el estadio con su padre, era otro latigazo más de esa costumbre, y que tiene dos caminos, continuar arraigando la costumbre, o evitar sufrimientos tratando de matar él mismo ese gusanillo que ya otros se están empeñando mucho en quitarle. Explícale tú que ayer lo invitaron al estadio porque después de la vergüenza de Cornellá (una más) y con el revuelo que monta cualquier vídeo en redes sociales, era imposible no hacerlo. Por eso, y porque es más fácil invitarlo a un partido que quitarle su costumbre a verlo perder. Porque les gusta ver su inocente cara sonriendo, pero no les duele tanto cuando llora porque su Betis tiene poco de Betis, y mucho de tristeza, de amargura, de impotencia y de vergüenza.
Explícale tú a mí padre, con 50 años, descensos, casi una desaparición y todo tipo de vivencias a sus espaldas, que ahora la culpa es de Víctor, que para comentar partidos un martes de Champions sería la repera, pero que para llevar un vestuario y hacer jugar a un equipo ya le cuesta más. Pero que hace 4 meses el culpable era un uruguayo que llegó como un elefante en una cacharrería y que el pobre aún pensaba que esto era 1997, con un entrenador identificado, unos jugadores con sangre verde y una afición que llevaba en volandas al más limitado de los suyos, y hacía que el ambiente del Villamarín no le tuviera que envidiar nada a los que montan esos locos turcos. Pero que hace 9 meses la culpa era de Macià, que parece buenísimo, pero que por lo visto no lo era. Un poco antes, la culpa era de...Explícale tú que estuvimos con un "salvador" 20 años, pero que nos salió rana. Y hemos confiado en "gente nueva", "fresca" y con ganas de "hacer Betis", que nos han salido sapos. Y que hay elegir, o eres de unos o eres de otros. En medio está el que a esos unos y otros les importa un carajjo.
En su cara veo cada partido el dolor de la amargura, de la decepción más absoluta, el dolor del que ve manchado y pisoteado una de las cosas más importantes de su vida, el dolor de a quién ya no respetan ni en tu ciudad, ya no te respetan ni en tu casa. El dolor de ver al Betis, a su Betis, arrastrado por un fango de indignidad que parece no tener límites.
Explícaselo tú, porque yo ya no sé. No puedo. Porque antes, fuésemos bien o mal, iba a mi asiento hasta con 40 de fiebre y ahora no voy pudiendo físicamente. Porque ya está bien. Porque no me merezco eso. Porque el Betis no se merece esto. Y porque no veo nada de lo que me hizo enamorarme de esto.
Ojalá volvamos.
Explícale tú a ese niño que se ha hecho famoso por su tan penoso como real "acostumbrado a perder", que ayer cuando vivía ese momento tan mágico de la primera vez en el estadio con su padre, era otro latigazo más de esa costumbre, y que tiene dos caminos, continuar arraigando la costumbre, o evitar sufrimientos tratando de matar él mismo ese gusanillo que ya otros se están empeñando mucho en quitarle. Explícale tú que ayer lo invitaron al estadio porque después de la vergüenza de Cornellá (una más) y con el revuelo que monta cualquier vídeo en redes sociales, era imposible no hacerlo. Por eso, y porque es más fácil invitarlo a un partido que quitarle su costumbre a verlo perder. Porque les gusta ver su inocente cara sonriendo, pero no les duele tanto cuando llora porque su Betis tiene poco de Betis, y mucho de tristeza, de amargura, de impotencia y de vergüenza.
Explícale tú a mí padre, con 50 años, descensos, casi una desaparición y todo tipo de vivencias a sus espaldas, que ahora la culpa es de Víctor, que para comentar partidos un martes de Champions sería la repera, pero que para llevar un vestuario y hacer jugar a un equipo ya le cuesta más. Pero que hace 4 meses el culpable era un uruguayo que llegó como un elefante en una cacharrería y que el pobre aún pensaba que esto era 1997, con un entrenador identificado, unos jugadores con sangre verde y una afición que llevaba en volandas al más limitado de los suyos, y hacía que el ambiente del Villamarín no le tuviera que envidiar nada a los que montan esos locos turcos. Pero que hace 9 meses la culpa era de Macià, que parece buenísimo, pero que por lo visto no lo era. Un poco antes, la culpa era de...Explícale tú que estuvimos con un "salvador" 20 años, pero que nos salió rana. Y hemos confiado en "gente nueva", "fresca" y con ganas de "hacer Betis", que nos han salido sapos. Y que hay elegir, o eres de unos o eres de otros. En medio está el que a esos unos y otros les importa un carajjo.
En su cara veo cada partido el dolor de la amargura, de la decepción más absoluta, el dolor del que ve manchado y pisoteado una de las cosas más importantes de su vida, el dolor de a quién ya no respetan ni en tu ciudad, ya no te respetan ni en tu casa. El dolor de ver al Betis, a su Betis, arrastrado por un fango de indignidad que parece no tener límites.
Explícaselo tú, porque yo ya no sé. No puedo. Porque antes, fuésemos bien o mal, iba a mi asiento hasta con 40 de fiebre y ahora no voy pudiendo físicamente. Porque ya está bien. Porque no me merezco eso. Porque el Betis no se merece esto. Y porque no veo nada de lo que me hizo enamorarme de esto.
Ojalá volvamos.
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