Título alternativo:
REFLEXIONES SOBRE EL “DEBATE BÉTICO”: De la “oposición” a los “trusts”
Pasados los días grandes del centenario, en los que hemos repasado nuestra extraordinaria historia, conviene desde mi punto de vista sumergirnos en la misma para adquirir una perspectiva que, a tenor de no pocos debates que se suscitan en este y otros foros, está lamentablemente ausente.
Esa perspectiva histórica nos permitiría constatar que en general y salvo escasas excepciones, los distintos dirigentes que han llevado las riendas del club desde 1907 no han conseguido estar a la altura de su afición. Y no me refiero al sentimiento, sino a la capacidad de dirección y profesionalización. Cierto es que era difícil el reto de estar a la altura de una afición irrepetible, pero no es menos cierto la constatación de que la potencialidad de semejante masa social hubiera podido ser mucho mejor encauzada y aprovechada.
Igualmente, conviene recordar que hasta 1992 la Junta Directiva y el Presidente se elegían en las urnas por los abonados. Esto es un hecho de sobras conocido, incluso por quienes nunca hayan votado antes de 1992. De lo que tal vez no se sea consciente, por desconocimiento u olvido, es que ese mecanismo democrático de elección de los dirigentes de lo que entonces era una entidad de “propiedad social” y no accionarial, conllevaba una consecuencia: la existencia de una "oposición" o grupo de abonados organizados para plantear ideas o críticas a los dirigentes que en ese momento llevasen la manija del club. La figura de una “oposición” (no al club, sino a quienes lo dirigiesen, conviene no olvidarlo) ha sido, por tanto, una constante en la historia del club. Una constante necesaria, en muchas ocasiones imprescindible. Hasta el recordado Villamarín tuvo un fuerte grupo opositor, los Mao Mao, encabezados por un no menos recordado bético, el ex-presidente y prestigioso abogado Adolfo Cuellar.
Evidentemente, todo cambia en 1992. No solo en el Betis, sino en la inmensa mayoría de clubes, con la excepción de los cuatro ya conocidos. Lo que era una “propiedad social” pasa a manos privadas, en un proceso que aún siendo voluntarioso adolece de un pésimo diseño (más detalles aquí: http://www._pornuestrobetis_.com/drupal/node/82). Desde entonces, la propiedad (no sentimental, sino accionarial) de nuestro club reside en unas 10.000 personas, algo más si se consideran las peñas como colectivos, que son sus accionistas. Lamentablemente, uno de ellos consiguió hacerse con el control de más del 52% y, por tanto, tiene un mandato perpetuo, evidentemente no sometido a ratificación en urnas por la propia naturaleza de la SAD y, lo que es peor, no cuestionable por pactos o agrupaciones entre los restantes accionistas. Lo que era voluntad de decenas de miles pasó a ser voluntad de una sola persona, con sus defectos, sus virtudes y su personal forma de gestión empresarial.
En ese escenario no cabe hablar ya de "oposición" en términos políticos, ni siquiera en su equivalencia en la vida de los clubes de fútbol tal como sucedía antes de 1992: ni el que manda lo hace por un proceso de legitimación en las urnas ni, en el mismo sentido, quienes plantean alternativas de gestión y críticas a los gestores tienen la capacidad de adquirir tal legitimación en las referidas urnas. No hay, pues, una Junta Directiva gobernante y una oposición que se postula como proyecto alternativo al objeto de que los potenciales votantes elijan entre uno u otro democráticamente. El concepto “oposición”, a mi entender, no resulta ya válido: los tiempos, los escenarios, las realidades son otras, y los esquemas de funcionamiento también:
En ese escenario, el de las S.A., es plenamente natural e imprescindible la existencia y funcionamiento de asociaciones de consumidores, usuarios y pequeños accionistas, que sirven como elementos de dinamización, incremento de la exigencia para los dirigentes, fuentes de información para los pequeños accionistas y clientes, y un largo etcetera. En el caso de las SAD, el Reino Unido es un buen exponente de esta mecánica de defensa de los intereses de los minoritarios y un síntoma de madurez de la Institución: los "trust" no son considerados enemigos de nadie, ni menos amantes de sus equipos. Normalmente, suele ser al revés, porque quien dedica tanto tiempo de su vida a intentar mejorar el club al que quiere no tiene precisamente un problema de amor por ese club. Y el fin de los “trust”, o cualesquiera otras organizaciones, colectivos o peñas, no tiene porqué ser necesariamente convertirse en alternativa accionarial por sí mismos, sino trabajar para que quien en cada momento ostente la mayoría vea incrementado su nivel de exigencia y fiscalizada su gestión e incidir para que se produzca una mayor democratización en la toma de decisiones a través de una configuración accionarial que no sea omnímoda sino con participación del conjunto de los aficionados.
Con franqueza, me resulta un síntoma de inmadurez como gestor (otro más) una actitud defensiva hacia la aparición de asociaciones de aficionados que plantean alternativas de gestión, desvelan aspectos importantes para la sociedad, intentan situar por delante los intereses de la Institución frente a otros intereses particulares, aglutinan la fuerza del accionariado minoritario, aportan un mayor grado de exigencia a los gestores que les obliga a acometer iniciativas largo tiempo rechazadas por comodidad, y un largo etcetera.
Como indicaba al inicio, para quienes piensen que en los 100 años de existencia del Real Betis Balompié no han existido -permanentemente- béticos que, siendo tan béticos como quienes mandaban, planteaban otra forma de gestionar el club, solo puedo recomendarles que se sumerjan en nuestra apasionante historia.
Igualmente, para quienes piensen que la existencia de asociaciones que aglutinen intereses de accionistas minoritarios, abonados, clientes o simpatizantes en general de una sociedad, incluyendo las deportivas, es anti-natura, perjudicial para la propia sociedad, obedece a otros intereses o, sencillamente, es absurda si no tiene capacidad económica para sustituir a los gestores que esa sociedad tenga, solo puedo recomendarles que establezcan sencillos paralelismos en base a la prensa económica o los diarios de información general. También pueden ampliarlo con los siguientes enlaces: http://www._pornuestrobetis_.com/drupal/node/798 y http://www._pornuestrobetis_.com/drupal/node/801.
Y, en fin, para quienes piensen que este que aquí firma y muchos otros hacemos esto por otros motivos que no sea el amor por el Betis, ya saben donde me tienen. En persona y sin nicks por delante. Porque, y que nadie se vaya a confundir con esto, hay muchas personas que están donde han decidido estar. Por su personal concepto de la dignidad y por entender que es lo mejor para el Betis. Aunque tengan que aguantar que desde el anonimato algunos se permitan el lujo de valorar sus intenciones. Aunque se conviertan en el objeto de ataque necesario para que otros progresen. Renunciando a boatos, estatus o puestos de privilegio. Dando la cara con los riesgos que ello suponga. Y sin otra recompensa ni apetencia que la bien ganada capacidad para mirar a los ojos sin vergüenza a cualquiera que se le ponga por delante.
Claro que también cabría que muchos en este y otros foros hiciesen la reflexión en el mismo sentido, y fuesen especialmente cuidadosos al valorar las intencionalidades, posición y méritos de quienes opten por implicarse en el club en el sentido que sea, más aún si esa valoración se hace desde el anonimato, porque en tal caso el cuidado de las formas no es ya una posición deseable, sino en mi opinión, exigible. Y porque, al fin y al cabo, no es tan sencillo discernir si es mejor implicarse por amor al Betis para intentar cambiarlo desde dentro o implicarse por el mismo amor para intentar cambiarlo desde fuera. De verdad que no es tan sencillo ni tan obvio, lo digo por propia experiencia. Eso sí, insistiendo en tres palabras: “por amor al Betis”. Exclusivamente. Los que se muevan exclusivamente por ese motivo tienen todos mis respetos, estén donde estén, hagan lo que hagan.
También sería conveniente que en este foro reflexionásemos todos acerca de la nula aportación de los insultos, los lugares comunes, las frases hechas, las etiquetas o los juicios sobre beticismo. Todos. Los unos y los otros, si es que hay “unos” y “otros” dentro de un sentimiento tan grande. O “istas” y “anti-istas”, etiquetas en las que damos una importancia desbocada a un solo hombre... evidenciando una vez más que dentro del gran hito que supone haber cumplido 100 años late un fracaso colectivo: el haberlo hecho teniendo el futuro del sentimiento de un millón de personas en manos de la voluntad de una sola.
La inmensa mayoría de béticos no son “béticos de comunión diaria”, no son béticos que entren en los foros a diarios, no son béticos comprometidos con quienes nos dirigen ni con quienes cuestionan dicha dirección. La inmensa mayoría de béticos lo que quiere por encima de todas las cosas es que su Betis gane. Mande quien mande, juegue quien juegue, que su Betis gane. Por supuesto, esa inmensa mayoría es consciente de que las cosas se pueden y deben hacer mucho mejor, y por ello expresó su malestar en el Estadio en algunos partidos de la pasada temporada, pero eso no implica que le quite el sueño la continuidad de la actual situación accionarial. Probablemente, esa inmensa mayoría considera que sería mejor una configuración que no fuese monolítica, pero ve esa posibilidad demasiado etérea a falta de que aparezca una alternativa con capacidad económica real más allá de la puesta a la venta del paquete accionarial al conjunto de la afición a un precio objetivo.
Esa es, en mi opinión, la posición de la inmensa mayoría de béticos. Los dirigentes pueden acercarse a ellos haciendo mejor las cosas. Quienes creemos que otro Betis es posible, aportando información y propuestas. Pero, en uno y otro caso, con respeto a quienes no piensan como nosotros. Porque no se convence ni con etiquetas, ni con desafíos, ni con lugares comunes, ni con insultos. Se convence con la razón, y en muchas ocasiones ni eso basta.
Saludos.
Iñigo Vicente.
REFLEXIONES SOBRE EL “DEBATE BÉTICO”: De la “oposición” a los “trusts”
Pasados los días grandes del centenario, en los que hemos repasado nuestra extraordinaria historia, conviene desde mi punto de vista sumergirnos en la misma para adquirir una perspectiva que, a tenor de no pocos debates que se suscitan en este y otros foros, está lamentablemente ausente.
Esa perspectiva histórica nos permitiría constatar que en general y salvo escasas excepciones, los distintos dirigentes que han llevado las riendas del club desde 1907 no han conseguido estar a la altura de su afición. Y no me refiero al sentimiento, sino a la capacidad de dirección y profesionalización. Cierto es que era difícil el reto de estar a la altura de una afición irrepetible, pero no es menos cierto la constatación de que la potencialidad de semejante masa social hubiera podido ser mucho mejor encauzada y aprovechada.
Igualmente, conviene recordar que hasta 1992 la Junta Directiva y el Presidente se elegían en las urnas por los abonados. Esto es un hecho de sobras conocido, incluso por quienes nunca hayan votado antes de 1992. De lo que tal vez no se sea consciente, por desconocimiento u olvido, es que ese mecanismo democrático de elección de los dirigentes de lo que entonces era una entidad de “propiedad social” y no accionarial, conllevaba una consecuencia: la existencia de una "oposición" o grupo de abonados organizados para plantear ideas o críticas a los dirigentes que en ese momento llevasen la manija del club. La figura de una “oposición” (no al club, sino a quienes lo dirigiesen, conviene no olvidarlo) ha sido, por tanto, una constante en la historia del club. Una constante necesaria, en muchas ocasiones imprescindible. Hasta el recordado Villamarín tuvo un fuerte grupo opositor, los Mao Mao, encabezados por un no menos recordado bético, el ex-presidente y prestigioso abogado Adolfo Cuellar.
Evidentemente, todo cambia en 1992. No solo en el Betis, sino en la inmensa mayoría de clubes, con la excepción de los cuatro ya conocidos. Lo que era una “propiedad social” pasa a manos privadas, en un proceso que aún siendo voluntarioso adolece de un pésimo diseño (más detalles aquí: http://www._pornuestrobetis_.com/drupal/node/82). Desde entonces, la propiedad (no sentimental, sino accionarial) de nuestro club reside en unas 10.000 personas, algo más si se consideran las peñas como colectivos, que son sus accionistas. Lamentablemente, uno de ellos consiguió hacerse con el control de más del 52% y, por tanto, tiene un mandato perpetuo, evidentemente no sometido a ratificación en urnas por la propia naturaleza de la SAD y, lo que es peor, no cuestionable por pactos o agrupaciones entre los restantes accionistas. Lo que era voluntad de decenas de miles pasó a ser voluntad de una sola persona, con sus defectos, sus virtudes y su personal forma de gestión empresarial.
En ese escenario no cabe hablar ya de "oposición" en términos políticos, ni siquiera en su equivalencia en la vida de los clubes de fútbol tal como sucedía antes de 1992: ni el que manda lo hace por un proceso de legitimación en las urnas ni, en el mismo sentido, quienes plantean alternativas de gestión y críticas a los gestores tienen la capacidad de adquirir tal legitimación en las referidas urnas. No hay, pues, una Junta Directiva gobernante y una oposición que se postula como proyecto alternativo al objeto de que los potenciales votantes elijan entre uno u otro democráticamente. El concepto “oposición”, a mi entender, no resulta ya válido: los tiempos, los escenarios, las realidades son otras, y los esquemas de funcionamiento también:
En ese escenario, el de las S.A., es plenamente natural e imprescindible la existencia y funcionamiento de asociaciones de consumidores, usuarios y pequeños accionistas, que sirven como elementos de dinamización, incremento de la exigencia para los dirigentes, fuentes de información para los pequeños accionistas y clientes, y un largo etcetera. En el caso de las SAD, el Reino Unido es un buen exponente de esta mecánica de defensa de los intereses de los minoritarios y un síntoma de madurez de la Institución: los "trust" no son considerados enemigos de nadie, ni menos amantes de sus equipos. Normalmente, suele ser al revés, porque quien dedica tanto tiempo de su vida a intentar mejorar el club al que quiere no tiene precisamente un problema de amor por ese club. Y el fin de los “trust”, o cualesquiera otras organizaciones, colectivos o peñas, no tiene porqué ser necesariamente convertirse en alternativa accionarial por sí mismos, sino trabajar para que quien en cada momento ostente la mayoría vea incrementado su nivel de exigencia y fiscalizada su gestión e incidir para que se produzca una mayor democratización en la toma de decisiones a través de una configuración accionarial que no sea omnímoda sino con participación del conjunto de los aficionados.
Con franqueza, me resulta un síntoma de inmadurez como gestor (otro más) una actitud defensiva hacia la aparición de asociaciones de aficionados que plantean alternativas de gestión, desvelan aspectos importantes para la sociedad, intentan situar por delante los intereses de la Institución frente a otros intereses particulares, aglutinan la fuerza del accionariado minoritario, aportan un mayor grado de exigencia a los gestores que les obliga a acometer iniciativas largo tiempo rechazadas por comodidad, y un largo etcetera.
Como indicaba al inicio, para quienes piensen que en los 100 años de existencia del Real Betis Balompié no han existido -permanentemente- béticos que, siendo tan béticos como quienes mandaban, planteaban otra forma de gestionar el club, solo puedo recomendarles que se sumerjan en nuestra apasionante historia.
Igualmente, para quienes piensen que la existencia de asociaciones que aglutinen intereses de accionistas minoritarios, abonados, clientes o simpatizantes en general de una sociedad, incluyendo las deportivas, es anti-natura, perjudicial para la propia sociedad, obedece a otros intereses o, sencillamente, es absurda si no tiene capacidad económica para sustituir a los gestores que esa sociedad tenga, solo puedo recomendarles que establezcan sencillos paralelismos en base a la prensa económica o los diarios de información general. También pueden ampliarlo con los siguientes enlaces: http://www._pornuestrobetis_.com/drupal/node/798 y http://www._pornuestrobetis_.com/drupal/node/801.
Y, en fin, para quienes piensen que este que aquí firma y muchos otros hacemos esto por otros motivos que no sea el amor por el Betis, ya saben donde me tienen. En persona y sin nicks por delante. Porque, y que nadie se vaya a confundir con esto, hay muchas personas que están donde han decidido estar. Por su personal concepto de la dignidad y por entender que es lo mejor para el Betis. Aunque tengan que aguantar que desde el anonimato algunos se permitan el lujo de valorar sus intenciones. Aunque se conviertan en el objeto de ataque necesario para que otros progresen. Renunciando a boatos, estatus o puestos de privilegio. Dando la cara con los riesgos que ello suponga. Y sin otra recompensa ni apetencia que la bien ganada capacidad para mirar a los ojos sin vergüenza a cualquiera que se le ponga por delante.
Claro que también cabría que muchos en este y otros foros hiciesen la reflexión en el mismo sentido, y fuesen especialmente cuidadosos al valorar las intencionalidades, posición y méritos de quienes opten por implicarse en el club en el sentido que sea, más aún si esa valoración se hace desde el anonimato, porque en tal caso el cuidado de las formas no es ya una posición deseable, sino en mi opinión, exigible. Y porque, al fin y al cabo, no es tan sencillo discernir si es mejor implicarse por amor al Betis para intentar cambiarlo desde dentro o implicarse por el mismo amor para intentar cambiarlo desde fuera. De verdad que no es tan sencillo ni tan obvio, lo digo por propia experiencia. Eso sí, insistiendo en tres palabras: “por amor al Betis”. Exclusivamente. Los que se muevan exclusivamente por ese motivo tienen todos mis respetos, estén donde estén, hagan lo que hagan.
También sería conveniente que en este foro reflexionásemos todos acerca de la nula aportación de los insultos, los lugares comunes, las frases hechas, las etiquetas o los juicios sobre beticismo. Todos. Los unos y los otros, si es que hay “unos” y “otros” dentro de un sentimiento tan grande. O “istas” y “anti-istas”, etiquetas en las que damos una importancia desbocada a un solo hombre... evidenciando una vez más que dentro del gran hito que supone haber cumplido 100 años late un fracaso colectivo: el haberlo hecho teniendo el futuro del sentimiento de un millón de personas en manos de la voluntad de una sola.
La inmensa mayoría de béticos no son “béticos de comunión diaria”, no son béticos que entren en los foros a diarios, no son béticos comprometidos con quienes nos dirigen ni con quienes cuestionan dicha dirección. La inmensa mayoría de béticos lo que quiere por encima de todas las cosas es que su Betis gane. Mande quien mande, juegue quien juegue, que su Betis gane. Por supuesto, esa inmensa mayoría es consciente de que las cosas se pueden y deben hacer mucho mejor, y por ello expresó su malestar en el Estadio en algunos partidos de la pasada temporada, pero eso no implica que le quite el sueño la continuidad de la actual situación accionarial. Probablemente, esa inmensa mayoría considera que sería mejor una configuración que no fuese monolítica, pero ve esa posibilidad demasiado etérea a falta de que aparezca una alternativa con capacidad económica real más allá de la puesta a la venta del paquete accionarial al conjunto de la afición a un precio objetivo.
Esa es, en mi opinión, la posición de la inmensa mayoría de béticos. Los dirigentes pueden acercarse a ellos haciendo mejor las cosas. Quienes creemos que otro Betis es posible, aportando información y propuestas. Pero, en uno y otro caso, con respeto a quienes no piensan como nosotros. Porque no se convence ni con etiquetas, ni con desafíos, ni con lugares comunes, ni con insultos. Se convence con la razón, y en muchas ocasiones ni eso basta.
Saludos.
Iñigo Vicente.
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