Continuando el guión del partido de la primera vuelta el Villarreal, con lo justo y con un once plagado de suplentes, llevó el partido a donde quiso y consiguió, con el gol, abrir definitivamente la brecha mortal que existe ahora mismo entre afición y equipo. Solo el corazón de Ceballos tiró de un Betis que en la segunda mitad dio sensaciones de equipo descendido.
Y el Villamarín explotó definitivamente. La afición, que volvió a demostrar que siempre está pese a las circunstancias y horarios, dijo basta. Son muchos años de mediocridad, de mirar hacia abajo, de descensos, de humillaciones y goleadas y el bético no puede aguantarlo más. Necesita algo y ese algo, hoy por hoy, parece estar a miles de kilómetros de distancia o en las piernas de un Dani Ceballos que no pueden cargar con más responsabilidad de la que ya llevan encima ahora mismo.
Como en la ida, el Villarreal volvió a jugar con los nervios del Betis y supo gestionar mental y técnicamente el partido controlando siempre los tempos del encuentro. Con balón, frenó cualquier ritmo que el Betis intentaba introducir en el partido con posesiones largas. Sin balón, mordían la pobre salida de balón de un equipo que sin Mandi atrás lo pasa muy mal para sacar un balón por raso y salían al contragolpe con muchos hombres.
Así transcurrió la primera mitad donde el Betis pisó más campo contrario pero las ocasiones más claras llegaron en la otra área. El Villarreal con muy poco generó dos ocasiones de gol claras, las dos a la espalda del central derecho del Betis. Una situación que debía haberse corregido en el descanso pero que pocos minutos del comienzo de la segunda mitad se volvió a dar y está vez a la tercera sí fue la vencida. Otra vez por el costado derecho, otra vez Bruno perdiendo la acción contra su par, lo que obligó a Pezzella a salir para ayudar a su compañero generando un desajuste atrás que ni Durmisi ni Tosca corrigieron a tiempo haciendo que Adrián rematase solo un centro del lateral izquierdo del Villarreal al que Piccini no alcanzó a llegar. Cumulo de errores, otra vez. Y el Betis saltó por los aires.
El gol se sintió como una puñalada en el Villamarín. Abrió de nuevo una herida tan profunda que, año tras año, parche tras parche, nunca termina de sanar y que cada año que pasa parece ir a peor.
A partir del gol, el Betis se sintió sobre el césped como un equipo moribundo. La imagen en la segunda parte del equipo recordó a ese Betis de los 25 puntos. A un partido de esta temporada de Osasuna o de cualquier equipo que a estas alturas está virtualmente en segunda división. A un equipo, que además de estar justo en lo técnico, está totalmente hundido en lo mental. A eso recordó el Betis y la afición comenzó su partido. Faltaban 40 minutos pero la mayoría de personas sabían que el partido ya había terminado (salvo para Ceballos que lo intentó de todas las maneras posibles).
Uno a uno:
Y el Villamarín explotó definitivamente. La afición, que volvió a demostrar que siempre está pese a las circunstancias y horarios, dijo basta. Son muchos años de mediocridad, de mirar hacia abajo, de descensos, de humillaciones y goleadas y el bético no puede aguantarlo más. Necesita algo y ese algo, hoy por hoy, parece estar a miles de kilómetros de distancia o en las piernas de un Dani Ceballos que no pueden cargar con más responsabilidad de la que ya llevan encima ahora mismo.
Como en la ida, el Villarreal volvió a jugar con los nervios del Betis y supo gestionar mental y técnicamente el partido controlando siempre los tempos del encuentro. Con balón, frenó cualquier ritmo que el Betis intentaba introducir en el partido con posesiones largas. Sin balón, mordían la pobre salida de balón de un equipo que sin Mandi atrás lo pasa muy mal para sacar un balón por raso y salían al contragolpe con muchos hombres.
Así transcurrió la primera mitad donde el Betis pisó más campo contrario pero las ocasiones más claras llegaron en la otra área. El Villarreal con muy poco generó dos ocasiones de gol claras, las dos a la espalda del central derecho del Betis. Una situación que debía haberse corregido en el descanso pero que pocos minutos del comienzo de la segunda mitad se volvió a dar y está vez a la tercera sí fue la vencida. Otra vez por el costado derecho, otra vez Bruno perdiendo la acción contra su par, lo que obligó a Pezzella a salir para ayudar a su compañero generando un desajuste atrás que ni Durmisi ni Tosca corrigieron a tiempo haciendo que Adrián rematase solo un centro del lateral izquierdo del Villarreal al que Piccini no alcanzó a llegar. Cumulo de errores, otra vez. Y el Betis saltó por los aires.
El gol se sintió como una puñalada en el Villamarín. Abrió de nuevo una herida tan profunda que, año tras año, parche tras parche, nunca termina de sanar y que cada año que pasa parece ir a peor.
A partir del gol, el Betis se sintió sobre el césped como un equipo moribundo. La imagen en la segunda parte del equipo recordó a ese Betis de los 25 puntos. A un partido de esta temporada de Osasuna o de cualquier equipo que a estas alturas está virtualmente en segunda división. A un equipo, que además de estar justo en lo técnico, está totalmente hundido en lo mental. A eso recordó el Betis y la afición comenzó su partido. Faltaban 40 minutos pero la mayoría de personas sabían que el partido ya había terminado (salvo para Ceballos que lo intentó de todas las maneras posibles).
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