Este artículo refleja, en breve, la opinión personal e intransferible de un servidor. Doy por hecho que no gustará, y no dudéis que lo siento, pero es la mía. Al contrario que Groucho Marx, no tengo otra y, a la vista del terrorífico panorama que observo, me siento en la obligación de airearla. Disculpen las molestias.
[CENTER]El pacto Oliver-Cuéllar-Haro-Catalán:
“El abrazo de los inversores”
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Hace ya diez años que el beticismo se puso en marcha para liberarse de las garras de un impresentable sátrapa. El arrinconamiento al que se le logró someter fue la causa directa de que en un momento de máxima tensión, casi a la puerta de una vista judicial en la que sabía que iba a perder su gallina de los ****** de oro, diera vela en este entierro a un carroñero empresarial, un aventurero de la demolición de compañías con especial pedigrí en el asalto a clubes de fútbol. Pese a ello, y decretada la intervención judicial del paquete accionarial mayoritario, los pequeños accionistas, a través de su pacto de sindicación, lograban forzar la convocatoria judicial de un histórica junta extraordinaria en la que se expulsó del Villamarín a la panda de Oliver, en lo que muchos recordamos como uno de los días más hermosos de nuestra verdiblanca historia.
Con la esperanza en largo de ir fraguando un Betis blindado para siempre ante este tipo de personajes, este periodo transitorio había generado enormes expectativas, pero la gestión de la entidad se instaló en un bucle de mediocridad muy decepcionante. Bajo el paraguas de distintos administradores judiciales, fueron desfilando un sinnúmero de consejeros siempre de la confianza del binomio Liga de Juristas Béticos/Fundación Heliópolis que, sin nunca dar un verdadero empujón a la entidad, fueron contemporizando mientras analizaban sus posibilidades y tanteaban sus bazas. Habiéndose bloqueado a principios de 2014 la operación por la que la Fundación RBB –opaca, antidemocrática y con los “sospechosos habituales” en puestos vitalicios– había empezado a atesorar acciones del Betis con fondos provenientes del propio Betis, se imponía un giro estratégico.
Durante ese mismo año 2014, con el terreno muy allanado ya por las acciones judiciales, un horizonte muchos más cercano de resultados, y la afición hastiada de la eterna interinidad, entran en escena dos inversores locales hasta ese momento ajenos al proceso y al devenir del propio Betis (el señor López Catalán era anteriormente titular de una sola acción, no así el señor Haro). Es precisamente esa condición de recién llegados, de “neutrales” ante demandados y demandantes, la que se plantea por el núcleo al mando como argumento para darles inmediata entrada en la administración de la sociedad y progresivo liderazgo en la misma. Cuando se levanta la intervención del 51% del capital y entra en efecto la suspensión del 31,84%, ya están completamente empoderados y, con la figura institucional del señor Ollero en un principio y prescindiendo de él después, son la única alternativa a los fantasmas del pasado.
Enfrentados a una opción pavorosa, y en un clima eufórico de grandes promesas, como la de que en su Betis no habría cabida para los que le hubieran hecho daño, el acuerdo con los pequeños accionistas caía de suyo y no se les escatimó. Pese a lo magro del cumplimiento de lo prometido, el apoyo se ha venido manteniendo, dándoles la legitimidad que necesitaban. Así decía el señor Haro tras la última junta: "2750 accionistas contra 99. El resultado de esta noche deja una cosa muy clara, no queremos una vuelta al pasado". Pues bien, ya no nos necesitan, la vuelta al pasado sí es procedente ahora.
La adquisición de acciones a nombre de la empresa del señor Haro a pequeños accionistas ha continuado, con muchas más facilidades evidentemente, tras su entrada en el consejo y se calcula que entre ambos ya suman un 9%, El capital no suspendido del paquete maldito es del 19,96. Todo cuadra. El desdén por los “pequeños” de PNB siempre fue patente, y ahora afirman que también sobran los “medianos” de BxV, cuyos puestos en el consejo, según se desprende de las declaraciones expresas de los consejeros delegados, dejarían hueco para los secuaces de Oliver.
Los inversores locales, más jóvenes y dinámicos, de retórica bética e imagen más amable, han logrado no obstante entenderse con “el buitre”. Todos ganan. Si la justicia reintegra al Betis el 31,84% serán ellos, plenipotenciarios consejeros delegados y ahora con el colchón de seguridad de otro 19,96% con derechos políticos vivos, los que gestionen su reparto. Si eso no ocurre, para el 51%, ya está acordado con “el aventurero” como se va a volver a pedir pasta a los béticos para acciones que no mandarán nada y como se va a valorar prohibitivamente la proporción justa para que “los inversores” tengan acceso directo a un paquete de control. El pelotazo habría que compartirlo fifty-fifty, pero así son los abrazos entre inversores ¿No?
En cualquier otro ámbito este “abrazo entre inversores” lo sufragarían tales inversores. Pero esto es un ****z, por lo que, encima, el parné lo pone el propio Betis y, en el “pacto secreto”, la rúbrica aurea de la Liga de Juristas le da esa pátina necesaria para que la prensa incondicional pueda alabarlo a ciegas. Evidentemente, “vade retro Satanás” a cualquier fórmula de propiedad colectiva o asociada de la afición, tan fácil de estructurar por quien controla la entidad: eso sería precisamente el antídoto contra la operación que ellos mismos han perfilado. La hora de verdad llegó por fin, se acabó el Betis de los Béticos, pasen y vean el nuevo Betis de las plusvalías al 50%.
[RIGHT]Carlos Funes Cotelo, bético.[/RIGHT]
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