El Real Betis de Víctor, que acabó con nueve jugadores plenamente defensivos en el campo, vio como se le iban dos puntos que no fue a buscar en ningún momento del partido debido a un penalti que solo vio el colegiado. Partido muy flojo de los dos equipos que parecieron firmar a ratos un pacto de no agresión. El Betis seguirá mirando hacia abajo en la tabla.
Cabreados. Así han (hemos) acabado los aficionados del Betis tras otra actuación mediocre de un Betis sin ambición a la que se le unió una decisión más que cuestionable del árbitro para quitarle los dos puntos de la mano. Cabreados, primero con su entrenador, dejando a hombres importantes en el banquillo y cabreados por sus planteamientos cada día más defensivos. Cabreados, segundo, con sus jugadores que parecieron nunca ir con una intensidad, que tanto pedía Ceballos en el túnel de vestuarios a sus compañeros, y que nunca se vio reflejada en el campo. Y cabreados, tercero, con el árbitro que les arrebató dos puntos que, aunque no se merecían, el Betis ya los saboreaba.
Dentro del contexto del partido, los primeros quince minutos del Betis podrían haber hecho presagiar una buena tarde de fútbol del equipo de Víctor pero fue un espejismo. El Betis salió con un 541 con Sanabria muy solo arriba y donde Brasanac, soltándose del centro del campo, intentaba sin éxito conectar con el paraguayo. El serbio interpretó bien los espacios a la espalda del pivote del Deportivo y llegó con peligro al área rival aunque no finalizó bien ni con pase ni con tiro.
Esos quince minutos, ese oasis de fútbol, duró lo que tardó el Depor en alejar del balón a Ceballos. Ya el canterano no recibía tan fácil y las opciones de pase del jugador del Betis que llevaba el balón se reducían drásticamente. El Betis acababa por rifar el balón y era el Deportivo que comenzaba a mandar en la posesión. Una posesión, eso sí, estéril y que pocas veces generó ocasión de peligro salvo un poste de un desvió de Mandi.
El encuentro transcurriría así durante el resto de los minutos, con un dominio estéril del deportivo con balón y con los dos equipos sufriendo mucho a la hora, no ya solo de generar una ocasión sino de llegar con peligro al área rival. Ni el descanso cambió el guion de un encuentro que en la segunda mitad, las interrupciones, terminaron por matar. El ritmo se redujo a mínimos, las acciones de peligro se contaban con los dedos de una mano y, por momentos, los dos equipos parecieron firmar el empate de manera ficticia.
Cuando todo parecía indicar que el pacto era una realidad, Piccini se encontró un balón que venía rebotado de un córner y con muchísima suerte acaba marcando un gol que nadie esperaba. El Betis se veía ganador, algo que en ningún momento fue a buscar y Víctor sabiendo que había conseguido un premio inesperado trató de blindarlo con todo lo que podía sacando a sus tres jugadores más defensivos del banquillo.
El técnico madrileño, conocedor de las limitaciones del Deportivo, creyó que acumular hombres defensivos era la manera más acertada de frenar el ataque de los gallegos. Y así fue, hasta que el árbitro, tercer espectador del pacto durante el partido, pareció no ver correcto que el Betis lo hubiera “roto” e igualó el marcador señalando un penalti que solo quiso ver él.
El uno a uno:
Cabreados. Así han (hemos) acabado los aficionados del Betis tras otra actuación mediocre de un Betis sin ambición a la que se le unió una decisión más que cuestionable del árbitro para quitarle los dos puntos de la mano. Cabreados, primero con su entrenador, dejando a hombres importantes en el banquillo y cabreados por sus planteamientos cada día más defensivos. Cabreados, segundo, con sus jugadores que parecieron nunca ir con una intensidad, que tanto pedía Ceballos en el túnel de vestuarios a sus compañeros, y que nunca se vio reflejada en el campo. Y cabreados, tercero, con el árbitro que les arrebató dos puntos que, aunque no se merecían, el Betis ya los saboreaba.
Dentro del contexto del partido, los primeros quince minutos del Betis podrían haber hecho presagiar una buena tarde de fútbol del equipo de Víctor pero fue un espejismo. El Betis salió con un 541 con Sanabria muy solo arriba y donde Brasanac, soltándose del centro del campo, intentaba sin éxito conectar con el paraguayo. El serbio interpretó bien los espacios a la espalda del pivote del Deportivo y llegó con peligro al área rival aunque no finalizó bien ni con pase ni con tiro.
Esos quince minutos, ese oasis de fútbol, duró lo que tardó el Depor en alejar del balón a Ceballos. Ya el canterano no recibía tan fácil y las opciones de pase del jugador del Betis que llevaba el balón se reducían drásticamente. El Betis acababa por rifar el balón y era el Deportivo que comenzaba a mandar en la posesión. Una posesión, eso sí, estéril y que pocas veces generó ocasión de peligro salvo un poste de un desvió de Mandi.
El encuentro transcurriría así durante el resto de los minutos, con un dominio estéril del deportivo con balón y con los dos equipos sufriendo mucho a la hora, no ya solo de generar una ocasión sino de llegar con peligro al área rival. Ni el descanso cambió el guion de un encuentro que en la segunda mitad, las interrupciones, terminaron por matar. El ritmo se redujo a mínimos, las acciones de peligro se contaban con los dedos de una mano y, por momentos, los dos equipos parecieron firmar el empate de manera ficticia.
Cuando todo parecía indicar que el pacto era una realidad, Piccini se encontró un balón que venía rebotado de un córner y con muchísima suerte acaba marcando un gol que nadie esperaba. El Betis se veía ganador, algo que en ningún momento fue a buscar y Víctor sabiendo que había conseguido un premio inesperado trató de blindarlo con todo lo que podía sacando a sus tres jugadores más defensivos del banquillo.
El técnico madrileño, conocedor de las limitaciones del Deportivo, creyó que acumular hombres defensivos era la manera más acertada de frenar el ataque de los gallegos. Y así fue, hasta que el árbitro, tercer espectador del pacto durante el partido, pareció no ver correcto que el Betis lo hubiera “roto” e igualó el marcador señalando un penalti que solo quiso ver él.
El uno a uno:
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