Os juro que lo he encontrado de casualidad. Leedlo y decidme si os suena de algo.

DR. PEDRO DELGADO

Poder soberbio

En democracia el poder debe ser mesurado e inclusivo, porque si no, se torna soberbio. Soberbia es la estimación excesiva de sí mismo y el menosprecio de los demás. La soberbia provoca excesos en el uso del poder, ciega la autocrítica, facilita el atropello en nombre de la ley, genera resentimientos, y resta autoridad moral en el ejercicio del mismo. La soberbia ha sido una característica psicológica frecuente del ejercicio del poder en nuestro país. Se observa a cualquier nivel de la estructura del Estado, pero en los niveles superiores es donde causa más daño. Ha influido en el deterioro de la legitimidad de muchos gobernantes. Surge insensiblemente, y muchas veces como producto de la euforia de una victoria mal entendida y miope. Es defensiva e hipersensible a la crítica. Es Poder Soberbio.

El poder soberbio piensa que tiene un cheque en blanco para gobernar y tiende a actuar con convicción mesiánica. El mesianismo es ciego y sordo, incapaz de admitir errores y ser autocrítico para corregir faltas o excesos.

El poder soberbio atropella, hace de la visión sesgada la verdad absoluta, y la trata de imponer con el uso de sus ventajas. Cultiva el desprecio por el otro a quien percibe como enemigo aun cuando le esté mostrando la realidad de su equivocación. El poder soberbio no convoca voluntades, sino que crea rivalidades y atropella. Excluye, no incluye. Desprecia al disidente, y trata de someter a quien percibe débil por intimidación, aprovechándose de su ventaja sin saber que la fuerza está en la razón. Supone el deseo del gobernado sin averiguarlo. Es ostentoso, y trata de dominar al otro en coto cerrado (o en cayapa como decimos en criollo) con grupillos autosuficientes incapaces de tomar el pulso de su contexto. Trata de callar la protesta con descalificación porque se siente por encima del bien y del mal, poseído por su soberbia. Disfruta de la sumisión, se derrite ante la adulación, y ve al mundo desde la visión especular de la vanidad que sólo permite verse a sí mismo. Se cree dueño del poder en un error que contribuye siempre a su desgracia.

Siempre minimiza al adversario. Desprecia la opinión de quien supone minoría, y no es capaz de convocar voluntades y escuchar la voz de la mayoría. Gana sumisión genuflexa y adhesión oportunista. Es enemigo de la humildad y de la reparación del exceso, condición indispensable para la convivencia eficiente. Es inclemente con el contrincante y laxo con el aliado. Es débil al halago la zalamería y la carantoña. Le cuesta la apertura, la creatividad y privilegia el corto plazo al largo plazo.

En este momento de nuestra sociedad, de vocación y convicción claramente democráticas, estamos viviendo expresiones de madurez política del sector joven de la misma (independiente de su postura política) que nos indica a los adultos el camino a seguir. Nos están dando una lección histórica de cómo se puede convivir con diálogo.

Nos están enseñando que el poder democrático debe ser sumiso ante lo que quieren sus subordinados a quienes debe interpretar y no imponer.

Entretanto, el poder soberbio sigue sordo y no se da cuenta de que el poder es efímero y así como aparece, desaparece.