Un Betis muy pobre pierde en su visita a Villarreal en un encuentro en el que no tuvo ninguna oportunidad. El equipo de Poyet, como ante la Real Sociedad, fue pasado por encima por el equipo rival que, sin hacer un gran partido, se llevó el partido sin ninguna dificultad.
Un Betis sin ideas. Sin confianza. Sin voluntad. Un Betis sin alma y derrotado. Esa sensación dio el Betis de Poyet a partir de un primer gol inevitable. El derechazo de Trigueros en el minuto 20 acabó con el partido, o más bien aniquiló a un Betis que, aún con 70 minutos por delante, no daría ningún susto al submarino amarillo salvo en alguna jugada aislada de Nahuel. Los jugadores del Betis agacharron la cabeza derrotados, tiraron la toalla blanca buscando complicidad en un Villarrreal que la aceptó encantado y se dejó llevar en unos 70 minutos que fueron un suplicio para cualquier aficionado bético e incluso de un aficionado neutral. Da realmente hasta pena ver un equipo con esa actitud en primera división.
Cuando un jugador del equipo rival se marcha disgustado con un marcador a favor seguramente sea uno de los indicadores más claros de en lo que se ha convertido el Betis de Poyet: El Betis es un muñeco roto, es un equipo débil y un rival contra quien todos quieren jugar por su fragilidad y por las facilidades que da a los rivales que se pueden permitir cualquier frivolidad. Ya lo vimos contra Barcelona o Madrid pero también lo vimos ante Real y Villarreal, dos equipos que no deberían estar muy lejos del Betis, y están, actualmente, a años luz.
Se puede perder, claro que se puede perder, pero no de estas maneras, cuando el rival te pasa por encima a medio gas. Le vale con lo mínimo para dominar, ganar y no dar opción.
Los jugadores del Villarreal mordían cada vez que un jugador del Betis recibía de espaldas recuperando la mayoría de balones en la salida del equipo verdiblanco mientras, por su contra, los jugadores del Betis dejaban girarse sin oposición a los mediocampistas del Villarreal. Y el fútbol jugado de cara es muy sencillo.
Y lo más significativo del partido es que mientras los jugadores del submarino amarillo buscaban la pelota, la querían, y cuando no la tenían, mordían, los jugadores del Betis parecían huir de ella, no la querían, se la quitaban de encima en cuanto podían. Los jugadores del Betis parecían sufrir con el balón en los pies. Y eso denota una falta de confianza abrumadora. Si ningún jugador de tu equipo se siente seguro con el balón en los pies, ¿cómo se espera ganar un partido?
Se podría hacer un análisis más intenso, se podría decir que el Betis defendió bien el primer cuarto de partido, se situó bien y no pasó apuros, pero también se podría decir que jugó a lo que el Villarreal quiso y planteó. Un Villarreal, que venía de dos derrotas consecutivas, controló el partido con y sin balón. El Betis volvió a olvidarse de ir al
El uno a uno:
Un Betis sin ideas. Sin confianza. Sin voluntad. Un Betis sin alma y derrotado. Esa sensación dio el Betis de Poyet a partir de un primer gol inevitable. El derechazo de Trigueros en el minuto 20 acabó con el partido, o más bien aniquiló a un Betis que, aún con 70 minutos por delante, no daría ningún susto al submarino amarillo salvo en alguna jugada aislada de Nahuel. Los jugadores del Betis agacharron la cabeza derrotados, tiraron la toalla blanca buscando complicidad en un Villarrreal que la aceptó encantado y se dejó llevar en unos 70 minutos que fueron un suplicio para cualquier aficionado bético e incluso de un aficionado neutral. Da realmente hasta pena ver un equipo con esa actitud en primera división.
Cuando un jugador del equipo rival se marcha disgustado con un marcador a favor seguramente sea uno de los indicadores más claros de en lo que se ha convertido el Betis de Poyet: El Betis es un muñeco roto, es un equipo débil y un rival contra quien todos quieren jugar por su fragilidad y por las facilidades que da a los rivales que se pueden permitir cualquier frivolidad. Ya lo vimos contra Barcelona o Madrid pero también lo vimos ante Real y Villarreal, dos equipos que no deberían estar muy lejos del Betis, y están, actualmente, a años luz.
Se puede perder, claro que se puede perder, pero no de estas maneras, cuando el rival te pasa por encima a medio gas. Le vale con lo mínimo para dominar, ganar y no dar opción.
Los jugadores del Villarreal mordían cada vez que un jugador del Betis recibía de espaldas recuperando la mayoría de balones en la salida del equipo verdiblanco mientras, por su contra, los jugadores del Betis dejaban girarse sin oposición a los mediocampistas del Villarreal. Y el fútbol jugado de cara es muy sencillo.
Y lo más significativo del partido es que mientras los jugadores del submarino amarillo buscaban la pelota, la querían, y cuando no la tenían, mordían, los jugadores del Betis parecían huir de ella, no la querían, se la quitaban de encima en cuanto podían. Los jugadores del Betis parecían sufrir con el balón en los pies. Y eso denota una falta de confianza abrumadora. Si ningún jugador de tu equipo se siente seguro con el balón en los pies, ¿cómo se espera ganar un partido?
Se podría hacer un análisis más intenso, se podría decir que el Betis defendió bien el primer cuarto de partido, se situó bien y no pasó apuros, pero también se podría decir que jugó a lo que el Villarreal quiso y planteó. Un Villarreal, que venía de dos derrotas consecutivas, controló el partido con y sin balón. El Betis volvió a olvidarse de ir al
El uno a uno:
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