Lo malo es que cuatro analfabetos a sueldo hayan montado una maquinaria de descrédito en las redes sociales en la que piden que el equipo pierda
Hablar mal del Real Betis vende. Es una estrategia. El victimismo verdiblanco ha calado en el ambiente y no se puede ser tertuliano deportivo de máxima audiencia si no es a costa del Betis, del polemismo barato alrededor de una institución a la que le duele ya el alma de ser apaleada por el primer mindundi que pase por la puerta. No hay que negar que el propio club da mucho juego para este vapuleo desde hace demasiado tiempo. El infausto cachondeo folclórico del loperismo. Los segundazos bochornosos. Las gestas en patatales. El concurso de acreedores. Los mil pleitos que se dirimen para averiguar exactamente cuánto se le ha esquilmado. Los administradores concursales de quita y pon. Los presidentes volanderos que se rebelan entre sí. Los fichajes impresentables a lo largo de los tiempos -de Ferreira a Van der Vaart-. Los directores deportivos que nunca terminan de acertar. Los entrenadores de riesgo -de Griguol a Poyet-… Nada termina de salir bien y eso genera una situación viciosa que cada vez es más difícil de romper.
El Betis está sumido en una inercia que no hay forma de quebrar. Y eso lo sabemos los béticos mejor que nadie porque, a pesar de nuestra facilidad para ilusionarnos con cualquier cosa, ya no tenemos paciencia ni para volver a ser nosotros mismos. Lo del Espanyol fue otro desengaño más, uno cualquiera entre tantos. No es eso lo malo. Lo realmente grave es que hemos dejado entre todos que se nos falte al respeto. Que gente que no sabe nada del Betis lo arrastre por la opinión pública con comentarios humillantes. Que cuatro analfabetos a sueldo hayan montado en las redes sociales una maquinaria de descrédito en la que ya incluso se pide abiertamente que el equipo pierda todos los partidos que faltan hasta llegar a la Junta General de Accionistas. Que muchos iluminados se atrevan a dar por segura una goleada en Villarreal ultrajando las esencias del beticismo, que es una cultura cuyo principal lema es que la derrota no nos vence, pero jamás se produce antes de jugar.
Atizarle al Betis es rentable. Hay campañas perfectamente orquestadas que tratan de minar la resistencia de los socios y aficionados. Grupos organizados que tratan de engañar a la mayoría justificando sus insultos a nuestra historia con el pretexto de querer más que nadie lo que están destrozando cada día. La verdad hay que decirla siempre, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Pero vivimos en el imperio de la opinión. En el mantra del derecho a opinar, que también es innegociable, por supuesto. Lo preocupante no es que la gente opine libremente, sino que disfrace de opinión un interés particular. ¿Genera audiencia maltratar al Betis y a todo lo que le rodea? Este es el debate. Si la respuesta es negativa, tenemos lo que nos merecemos y es justo aguantar el castigo. Pero si es positiva, cuidado. Porque entonces nos están haciendo daño con la única intención de obtener un beneficio. Invito a la reflexión. Y ojalá le ganemos al Villarreal, perjudique a quien perjudique esa victoria en sus objetivos inconfesables. A mí todos esos me importan un bledo. Respeto todas las opiniones e incluso comparto muchas. Es más, algunas que en principio no comparto acabo reconociéndolas. Pero no tolero las que se emiten por intereses personales. Lo digo de una forma más clara: el único interés que yo tengo en esto, antes, ahora y siempre, es que gane el Betis. Contra el equipo que sea, con el presidente que sea y con el entrenador que sea. Pero que gane el Real Betis Balompié.
Alberto Gracia Reyes AFDLP.
Hablar mal del Real Betis vende. Es una estrategia. El victimismo verdiblanco ha calado en el ambiente y no se puede ser tertuliano deportivo de máxima audiencia si no es a costa del Betis, del polemismo barato alrededor de una institución a la que le duele ya el alma de ser apaleada por el primer mindundi que pase por la puerta. No hay que negar que el propio club da mucho juego para este vapuleo desde hace demasiado tiempo. El infausto cachondeo folclórico del loperismo. Los segundazos bochornosos. Las gestas en patatales. El concurso de acreedores. Los mil pleitos que se dirimen para averiguar exactamente cuánto se le ha esquilmado. Los administradores concursales de quita y pon. Los presidentes volanderos que se rebelan entre sí. Los fichajes impresentables a lo largo de los tiempos -de Ferreira a Van der Vaart-. Los directores deportivos que nunca terminan de acertar. Los entrenadores de riesgo -de Griguol a Poyet-… Nada termina de salir bien y eso genera una situación viciosa que cada vez es más difícil de romper.
El Betis está sumido en una inercia que no hay forma de quebrar. Y eso lo sabemos los béticos mejor que nadie porque, a pesar de nuestra facilidad para ilusionarnos con cualquier cosa, ya no tenemos paciencia ni para volver a ser nosotros mismos. Lo del Espanyol fue otro desengaño más, uno cualquiera entre tantos. No es eso lo malo. Lo realmente grave es que hemos dejado entre todos que se nos falte al respeto. Que gente que no sabe nada del Betis lo arrastre por la opinión pública con comentarios humillantes. Que cuatro analfabetos a sueldo hayan montado en las redes sociales una maquinaria de descrédito en la que ya incluso se pide abiertamente que el equipo pierda todos los partidos que faltan hasta llegar a la Junta General de Accionistas. Que muchos iluminados se atrevan a dar por segura una goleada en Villarreal ultrajando las esencias del beticismo, que es una cultura cuyo principal lema es que la derrota no nos vence, pero jamás se produce antes de jugar.
Atizarle al Betis es rentable. Hay campañas perfectamente orquestadas que tratan de minar la resistencia de los socios y aficionados. Grupos organizados que tratan de engañar a la mayoría justificando sus insultos a nuestra historia con el pretexto de querer más que nadie lo que están destrozando cada día. La verdad hay que decirla siempre, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Pero vivimos en el imperio de la opinión. En el mantra del derecho a opinar, que también es innegociable, por supuesto. Lo preocupante no es que la gente opine libremente, sino que disfrace de opinión un interés particular. ¿Genera audiencia maltratar al Betis y a todo lo que le rodea? Este es el debate. Si la respuesta es negativa, tenemos lo que nos merecemos y es justo aguantar el castigo. Pero si es positiva, cuidado. Porque entonces nos están haciendo daño con la única intención de obtener un beneficio. Invito a la reflexión. Y ojalá le ganemos al Villarreal, perjudique a quien perjudique esa victoria en sus objetivos inconfesables. A mí todos esos me importan un bledo. Respeto todas las opiniones e incluso comparto muchas. Es más, algunas que en principio no comparto acabo reconociéndolas. Pero no tolero las que se emiten por intereses personales. Lo digo de una forma más clara: el único interés que yo tengo en esto, antes, ahora y siempre, es que gane el Betis. Contra el equipo que sea, con el presidente que sea y con el entrenador que sea. Pero que gane el Real Betis Balompié.
Alberto Gracia Reyes AFDLP.
Comentario