Lo acabo de leer y es vomitivo. Suelto ****** a modo de similitudes sin ningún tipo de contraste de datos y parece que he escrito un artículo de opinión.
Lo pongo aquí para que no tengáis que entrar en esa página por si alguien no tiene antivirus jajajaja Ángel de Lopera
15/02/2018 · Antonio Félix
Lo mismo les aguo la fiesta, pero es que a mí todo esto me suena a viejo. Y, como entonces, considero que la clave está en la fábula de Esopo. Muchos la conocerán: el escorpión pidió a la tortuga que le ayudara a cruzar el río.
-No, porque me matarás.
-Lo haremos así: Te colocarás en el agua y yo subiré a tu caparazón de un salto. De esta manera quedarás tranquila pues, si te mato, moriría entonces yo también.
La tortuga, confiada, aceptó. Pero a medio camino, sintió cómo un frío aguijón se clavaba en su cuello. Mientras el veneno paralizaba su cuerpo, hundiéndose ambos ya, preguntó al escorpión: ¿Por qué lo hiciste?
-Es mi naturaleza, respondió éste.
Viene esto a cuento de una idea muy loca que me ronda en los últimos tiempos, y es que Lopera, de alguna manera, eligió a Ángel Haro para que le relevara en el Betis. Lo sé, de lejos, resulta una boutade descabellada. Pero la cosa cambia conforme se le va metiendo la lupa. Bien visto, desde luego, no podía haber imaginado don Manuel un sucesor mejor.
Y no porque le haya hecho millonario (más) y aligerado el panorama penal que tanto asolaba al antiguo emperador verdiblanco, sino por los lugares comunes de su comportamiento, sus coincidencias de estilo, un déjà vu en tantos hechos que invita a pensar que ambos son dos gotas de agua, padre orgulloso de hijo, una marca blanca éste de aquél.
¿Una locura? Veamos:
Lopera mantuvo al Betis en un estado de mediocridad natural, con ciertos picos y ciertas simas, que es exactamente (por mucho que estos días anden emocionadetes) como se sigue hoy.
Lopera vetaba medios y visitaba a directores de redacciones pidiendo cabezas. Haro también.
Lopera tenía sus cucharas. Haro tiene ese apéndice llamado Catalán que tan poco pincha ni corta.
Lopera no permitía disensión ni en su entorno ni afuera, y no se andaba con chiquitas para lograrlo. Haro llegó a impedir el acceso al estadio a un abonado que le criticó en las redes y despidió a un puñado de empleados, algún matrimonio incluido, que osó rechistar por la inmaculada gestión del club de baloncesto, que va camino de la fabulosa gesta de descender durante dos temporadas consecutivas tras un despilfarro morrocotudo. Haro, como su álter ego, ha impuesto dentro del Betis un pensamiento único y un estado de tensión permanente, y los mismos trabajadores que a la hora del café chismean del 'Ángel Vetador y Bob el Silencioso' se cuadran a su paso sabiendo que, si se cantean, no volverán a salir en la foto.
Entre el favoritismo y la profesionalidad, a la hora de gestionar, jamás cupo debate con Lopera. Lo primero era necesario y lo otro accesorio, cuando no irrelevante. Haro nombró superjefazo a un quebraempresas copión que les montó la carpa de su primer triunfo. Poco más hay que decir.
Vayamos con la gestión deportiva: Hasta el momento, la de Haro, como la de Lopera, se asienta sobre un concepto fundamentalísimo del Grouchismo: si no les gustan mis ideas, tengo otras. Ambos rescataron a Lorenzo Serra cuando no les quedaba más escudo, después de haberlo despreciado reiteradamente. Hace cuatro días Serra era un pálido jubilado, a ojos del club, frente al moderno magisterio de Torrecilla. De igual manera, Setién era un sospechoso lillista ante el fútbol machote de Poyet. Todo vale.
Este entender el fútbol, claro, suele provocar trastazos. Cuando la cosa se torcía, y el hombre se hartaba, Lopera amenazaba mucho con irse, para luego ya saben. Hace un año, Haro confesó públicamente: "Si dentro de un año todo sigue igual, no tendría sentido seguir". Pues, efectivamente, la cosa sigue igual, pero él le debe haber encontrado sentido a lo de seguir. Sólo hay que ver cómo sacó colmillo y se aferró al sillón en la última campaña presidencial. Por lo demás, conviene no pasar por alto ciertos tics en dichas campañas de groseros tintes loperistas, desde el voto de muertos al radical cambio de tendencia en ciertas peñas paralelo al engrosar de sus entradas. Cuando a Haro se le recuerda esto, responde con la sabia táctica del insecto palo.
Para Lopera todo era un negocio. Para Haro, embebido en una compra frenética de acciones, sospechamos que también. La vida de Lopera, desde su época de aguador en el Villamarín, siempre fue el Betis. Miren, aquí la cosa cambia. Haro se distinguió por un beticismo ignoto hasta hace dos tardes, mientras tantos luchaban y caían. Ahora parece dispuesto a hacer del Betis su vida y su fortuna.
A Lopera, en fin, se le veía venir de lejos. Y, en cierto sentido, fue más fácil contrarrestarle. A Haro, la podredumbre, de momento, se le advierte en el detalle. Pero no por eso resulta menos inquietante. A ver si vamos a haber surcado este valle de lágrimas para, como en el verso de José Hierro, ser tanto todo para nada. La esperanza es que estemos ante futiles coincidencias que el tiempo vaya borrando. El temor es que, como en la fábula de Esopo, sea su naturaleza.
Lo pongo aquí para que no tengáis que entrar en esa página por si alguien no tiene antivirus jajajaja Ángel de Lopera
15/02/2018 · Antonio Félix
Lo mismo les aguo la fiesta, pero es que a mí todo esto me suena a viejo. Y, como entonces, considero que la clave está en la fábula de Esopo. Muchos la conocerán: el escorpión pidió a la tortuga que le ayudara a cruzar el río.
-No, porque me matarás.
-Lo haremos así: Te colocarás en el agua y yo subiré a tu caparazón de un salto. De esta manera quedarás tranquila pues, si te mato, moriría entonces yo también.
La tortuga, confiada, aceptó. Pero a medio camino, sintió cómo un frío aguijón se clavaba en su cuello. Mientras el veneno paralizaba su cuerpo, hundiéndose ambos ya, preguntó al escorpión: ¿Por qué lo hiciste?
-Es mi naturaleza, respondió éste.
Viene esto a cuento de una idea muy loca que me ronda en los últimos tiempos, y es que Lopera, de alguna manera, eligió a Ángel Haro para que le relevara en el Betis. Lo sé, de lejos, resulta una boutade descabellada. Pero la cosa cambia conforme se le va metiendo la lupa. Bien visto, desde luego, no podía haber imaginado don Manuel un sucesor mejor.
Y no porque le haya hecho millonario (más) y aligerado el panorama penal que tanto asolaba al antiguo emperador verdiblanco, sino por los lugares comunes de su comportamiento, sus coincidencias de estilo, un déjà vu en tantos hechos que invita a pensar que ambos son dos gotas de agua, padre orgulloso de hijo, una marca blanca éste de aquél.
¿Una locura? Veamos:
Lopera mantuvo al Betis en un estado de mediocridad natural, con ciertos picos y ciertas simas, que es exactamente (por mucho que estos días anden emocionadetes) como se sigue hoy.
Lopera vetaba medios y visitaba a directores de redacciones pidiendo cabezas. Haro también.
Lopera tenía sus cucharas. Haro tiene ese apéndice llamado Catalán que tan poco pincha ni corta.
Lopera no permitía disensión ni en su entorno ni afuera, y no se andaba con chiquitas para lograrlo. Haro llegó a impedir el acceso al estadio a un abonado que le criticó en las redes y despidió a un puñado de empleados, algún matrimonio incluido, que osó rechistar por la inmaculada gestión del club de baloncesto, que va camino de la fabulosa gesta de descender durante dos temporadas consecutivas tras un despilfarro morrocotudo. Haro, como su álter ego, ha impuesto dentro del Betis un pensamiento único y un estado de tensión permanente, y los mismos trabajadores que a la hora del café chismean del 'Ángel Vetador y Bob el Silencioso' se cuadran a su paso sabiendo que, si se cantean, no volverán a salir en la foto.
Entre el favoritismo y la profesionalidad, a la hora de gestionar, jamás cupo debate con Lopera. Lo primero era necesario y lo otro accesorio, cuando no irrelevante. Haro nombró superjefazo a un quebraempresas copión que les montó la carpa de su primer triunfo. Poco más hay que decir.
Vayamos con la gestión deportiva: Hasta el momento, la de Haro, como la de Lopera, se asienta sobre un concepto fundamentalísimo del Grouchismo: si no les gustan mis ideas, tengo otras. Ambos rescataron a Lorenzo Serra cuando no les quedaba más escudo, después de haberlo despreciado reiteradamente. Hace cuatro días Serra era un pálido jubilado, a ojos del club, frente al moderno magisterio de Torrecilla. De igual manera, Setién era un sospechoso lillista ante el fútbol machote de Poyet. Todo vale.
Este entender el fútbol, claro, suele provocar trastazos. Cuando la cosa se torcía, y el hombre se hartaba, Lopera amenazaba mucho con irse, para luego ya saben. Hace un año, Haro confesó públicamente: "Si dentro de un año todo sigue igual, no tendría sentido seguir". Pues, efectivamente, la cosa sigue igual, pero él le debe haber encontrado sentido a lo de seguir. Sólo hay que ver cómo sacó colmillo y se aferró al sillón en la última campaña presidencial. Por lo demás, conviene no pasar por alto ciertos tics en dichas campañas de groseros tintes loperistas, desde el voto de muertos al radical cambio de tendencia en ciertas peñas paralelo al engrosar de sus entradas. Cuando a Haro se le recuerda esto, responde con la sabia táctica del insecto palo.
Para Lopera todo era un negocio. Para Haro, embebido en una compra frenética de acciones, sospechamos que también. La vida de Lopera, desde su época de aguador en el Villamarín, siempre fue el Betis. Miren, aquí la cosa cambia. Haro se distinguió por un beticismo ignoto hasta hace dos tardes, mientras tantos luchaban y caían. Ahora parece dispuesto a hacer del Betis su vida y su fortuna.
A Lopera, en fin, se le veía venir de lejos. Y, en cierto sentido, fue más fácil contrarrestarle. A Haro, la podredumbre, de momento, se le advierte en el detalle. Pero no por eso resulta menos inquietante. A ver si vamos a haber surcado este valle de lágrimas para, como en el verso de José Hierro, ser tanto todo para nada. La esperanza es que estemos ante futiles coincidencias que el tiempo vaya borrando. El temor es que, como en la fábula de Esopo, sea su naturaleza.
Comentario