Alberto Tenorio, que lleva toda la vida residiendo en la galería interior de la vieja grada del Villamarín, se muda a la ciudad deportiva debido a la próxima demolición de esa parte del estadio, que el club prevé para junio.
Alberto Tenorio Aldón, el hijo de Antonio Tenorio Martínez, Tenorio el viejo, futbolista del Betis primitivo de los años 20 y 30 y conserje del Patronato y el Villamarín hasta su fallecimiento, se prepara para hacer lo que su padre no hizo, ni siquiera cuando la modernidad y el Mundial de 1982 casi lo obligaron a dejar su casa. Alberto Tenorio, ochenta y pico años a sus espaldas, todos a la vera del Betis, todos trabajando para el Betis, todos viviendo en la casa del Betis, se prepara para mudarse y abandonar su domicilio, que es el mismo que tuvo su padre: la galería interior del viejo Gol Sur.
Esta vez no hay alternativa. El consejo de administración quiere tirar el graderío en junio y el hombre que, entre otras muchas labores, fue utillero del primer equipo durante más de 40 años se ve abocado a dejar el estadio. El padre se quedó en una caravana cuando comenzaron las obras para el Mundial de España. El hijo se irá, en principio en dirección a la ciudad deportiva. El club siempre tuvo muy claro que le pagaría un alquiler de por vida si así era necesario y le planteó varias alternativas: la nueva residencia de la cantera, algún piso en Heliópolis con vistas al estadio... Al final, tras varias charlas con el protagonista y su familia, hay principio de acuerdo para que se mude a las antiguas dependencias de otro famoso empleado de la historia reciente del club, Andrés, que emigró a Rochelambert cuando el Betis remodeló la ciudad deportiva. Su antigua casa es ahora almacén provisional de la cantera y el Betis la recuperará para transformarla en la nueva residencia de Alberto. Él mismo eligió esta opción.
El consejo del Betis sabía que es lo mínimo que podía hacer por un empleado histórico, pero histórico de verdad. «Nací en el campo del Patronato», cuenta siempre Alberto. Ahora repite la cantinela sentado junto a Laura Martínez, la dueña del quiosco de la calle Padre García Tejero, antes enfrente del viejo Gol Norte y ahora a unos metros de la rampa que da al aparcamiento subterráneo del nuevo Villamarín. En aquel campo, el del Patronato Obrero, se forjó y jugó el Betis campeón de Liga de 1935. Alberto nació cuatro años antes, en 1931, según sus propios cálculos. En el quiosco, etapa obligatoria de su paseo diario por Heliópolis, suele comprar dos periódicos. Uno es El Correo de Andalucía. Lo afirma él, que conste.
Alberto Tenorio ha vivido en el Gol Sur con su hermana Amparo. Antes, hasta su fallecimiento, también estuvo con ellos su cuñado, que durante muchos años atendió la puerta de cristales del estadio. El sitio es exactamente el mismo: los bajos de la histórica grada que está a punto de desaparecer. En total fueron ocho hermanos y alguno jugó al fútbol. Su padre, recuerda, fue «interior y lateral» del Betis. Y él estuvo «tres años en los juveniles», garantiza.
LA HISTORIA DEL PADRE
Antonio Tenorio defendió las trece barras en Campeonatos de Andalucía y Segunda División y se convirtió en conserje a partir del ascenso a Primera, en la temporada 31-32. Lo fue en el campo del Patronato, donde tuvo a su hijo Alberto, y después en el de Heliópolis. También fue todo un personaje. Dos ejemplos. El primero, esta síntesis del fútbol de su época, recogida en una entrevista en África Deportiva en 1958: «Antes se jugaba de una forma más ruda, con menos técnica, pero uno se fijaba más en el lado izquierdo del pecho. Hoy quizá hay más técnica y preparación, pero se mira en demasía el lado derecho. A buen entendedor...». Y el segundo, su legendaria frase durante la remodelación del Villamarín para el Mundial’82. «De aquí sólo me sacarán para el cementerio». Era junio de 1980 e iban a volar Preferencia. Y así fue. Murió el 21 de abril de 1982.
LA HISTORIA DEL HIJO
El exutillero (jefe de material lo llaman ahora) fue del Betis desde que nació, como no podía ser de otra manera. Sus primeros recuerdos son de la época del Betis campeón de Liga, «la de Timimi». Por ejemplo, se acuerda de cómo los jugadores del Betis lo manteaban «cuando era un caracolillo chico». Quien sea capaz de entrevistarlo en profundidad tendrá una radiografía hecha y derecha de 80 años de historia verdiblanca. Por resumir, es un gran admirador de Pepe Valera, que fue homenajeado en la última jornada contra el Getafe, de Andrés Aranda o del expresidente Manuel Ruiz. No Lopera, sino el coriano que dirigió la entidad en los años 50 y lo sacó del pozo negro de Tercera.
De aquella época es también otro de sus referentes: Adolfo Sancha Carrillo de Albornoz. Es decir, Adolfito. Como Tenorio padre, fue jugador en los años 20 y 30. Después trabajó de utillero, de masajista y hasta de ayudante de los entrenadores. Él precedió a Tenorio hijo y le enseñó casi todo lo que necesitaba saber sobre el trabajo de utillería. Empezó a ejercerlo en la cantera en aquellos años de mitad de siglo y relevó a Adolfito a partir de 1968. Se jubiló poco después de la Copa de 2005, así que tuvo el privilegio de vivir en primerísima persona ese título y el de 1977, pero también otros hitos sin trofeo de por medio aunque igual de relevantes en la historia del Betis, como la supervivencia del club después de la Guerra Civil, el ascenso a Primera tras la travesía por Tercera o aquel 2-4 en el estreno oficial del Ramón Sánchez-Pizjuán. Y siempre al lado del equipo, en centenares y centenares de viajes, como utillero pero también de delegado, de masajista ocasional y de lo que hiciera falta.
Camino de los 90 años, el Betis sigue siendo la vida de Alberto Tenorio. Sale a pasear todas las mañanas, va a la ciudad deportiva, acaso se pasa por Elcano para ver a uno de sus hermanos, regresa al Villamarín, quizá visita el bar del centro de mayores Híspalis, a lo mejor se adentra en las calles de Heliópolis, o se llega a Reina Mercedes, y siempre se sienta en el quiosco y habla con Laura, con su hijo y con todo aquel que se acerque. Y maldice a diestro y siniestro, a quien conoce y a quien desconoce, a quien osa dirigirle la palabra y al que simplemente pasa a su lado. Maldice e insulta, pero no ofende ni molesta. Es algo así como otra tradición no escrita del Betis, igual que la imposición del brazalete de capitán por parte de José María Montiel al futbolista de turno antes de un partido. De algún modo, quien no haya recibido sus improperios no sabe de qué va el Betis. Aquel que escriba su biografía, si alguien lo consigue, dichoso será.
http://elcorreoweb.es/deportes-betis...-sur-YJ1830122
Alberto Tenorio Aldón, el hijo de Antonio Tenorio Martínez, Tenorio el viejo, futbolista del Betis primitivo de los años 20 y 30 y conserje del Patronato y el Villamarín hasta su fallecimiento, se prepara para hacer lo que su padre no hizo, ni siquiera cuando la modernidad y el Mundial de 1982 casi lo obligaron a dejar su casa. Alberto Tenorio, ochenta y pico años a sus espaldas, todos a la vera del Betis, todos trabajando para el Betis, todos viviendo en la casa del Betis, se prepara para mudarse y abandonar su domicilio, que es el mismo que tuvo su padre: la galería interior del viejo Gol Sur.
Esta vez no hay alternativa. El consejo de administración quiere tirar el graderío en junio y el hombre que, entre otras muchas labores, fue utillero del primer equipo durante más de 40 años se ve abocado a dejar el estadio. El padre se quedó en una caravana cuando comenzaron las obras para el Mundial de España. El hijo se irá, en principio en dirección a la ciudad deportiva. El club siempre tuvo muy claro que le pagaría un alquiler de por vida si así era necesario y le planteó varias alternativas: la nueva residencia de la cantera, algún piso en Heliópolis con vistas al estadio... Al final, tras varias charlas con el protagonista y su familia, hay principio de acuerdo para que se mude a las antiguas dependencias de otro famoso empleado de la historia reciente del club, Andrés, que emigró a Rochelambert cuando el Betis remodeló la ciudad deportiva. Su antigua casa es ahora almacén provisional de la cantera y el Betis la recuperará para transformarla en la nueva residencia de Alberto. Él mismo eligió esta opción.
El consejo del Betis sabía que es lo mínimo que podía hacer por un empleado histórico, pero histórico de verdad. «Nací en el campo del Patronato», cuenta siempre Alberto. Ahora repite la cantinela sentado junto a Laura Martínez, la dueña del quiosco de la calle Padre García Tejero, antes enfrente del viejo Gol Norte y ahora a unos metros de la rampa que da al aparcamiento subterráneo del nuevo Villamarín. En aquel campo, el del Patronato Obrero, se forjó y jugó el Betis campeón de Liga de 1935. Alberto nació cuatro años antes, en 1931, según sus propios cálculos. En el quiosco, etapa obligatoria de su paseo diario por Heliópolis, suele comprar dos periódicos. Uno es El Correo de Andalucía. Lo afirma él, que conste.
Alberto Tenorio ha vivido en el Gol Sur con su hermana Amparo. Antes, hasta su fallecimiento, también estuvo con ellos su cuñado, que durante muchos años atendió la puerta de cristales del estadio. El sitio es exactamente el mismo: los bajos de la histórica grada que está a punto de desaparecer. En total fueron ocho hermanos y alguno jugó al fútbol. Su padre, recuerda, fue «interior y lateral» del Betis. Y él estuvo «tres años en los juveniles», garantiza.
LA HISTORIA DEL PADRE
Antonio Tenorio defendió las trece barras en Campeonatos de Andalucía y Segunda División y se convirtió en conserje a partir del ascenso a Primera, en la temporada 31-32. Lo fue en el campo del Patronato, donde tuvo a su hijo Alberto, y después en el de Heliópolis. También fue todo un personaje. Dos ejemplos. El primero, esta síntesis del fútbol de su época, recogida en una entrevista en África Deportiva en 1958: «Antes se jugaba de una forma más ruda, con menos técnica, pero uno se fijaba más en el lado izquierdo del pecho. Hoy quizá hay más técnica y preparación, pero se mira en demasía el lado derecho. A buen entendedor...». Y el segundo, su legendaria frase durante la remodelación del Villamarín para el Mundial’82. «De aquí sólo me sacarán para el cementerio». Era junio de 1980 e iban a volar Preferencia. Y así fue. Murió el 21 de abril de 1982.
LA HISTORIA DEL HIJO
El exutillero (jefe de material lo llaman ahora) fue del Betis desde que nació, como no podía ser de otra manera. Sus primeros recuerdos son de la época del Betis campeón de Liga, «la de Timimi». Por ejemplo, se acuerda de cómo los jugadores del Betis lo manteaban «cuando era un caracolillo chico». Quien sea capaz de entrevistarlo en profundidad tendrá una radiografía hecha y derecha de 80 años de historia verdiblanca. Por resumir, es un gran admirador de Pepe Valera, que fue homenajeado en la última jornada contra el Getafe, de Andrés Aranda o del expresidente Manuel Ruiz. No Lopera, sino el coriano que dirigió la entidad en los años 50 y lo sacó del pozo negro de Tercera.
De aquella época es también otro de sus referentes: Adolfo Sancha Carrillo de Albornoz. Es decir, Adolfito. Como Tenorio padre, fue jugador en los años 20 y 30. Después trabajó de utillero, de masajista y hasta de ayudante de los entrenadores. Él precedió a Tenorio hijo y le enseñó casi todo lo que necesitaba saber sobre el trabajo de utillería. Empezó a ejercerlo en la cantera en aquellos años de mitad de siglo y relevó a Adolfito a partir de 1968. Se jubiló poco después de la Copa de 2005, así que tuvo el privilegio de vivir en primerísima persona ese título y el de 1977, pero también otros hitos sin trofeo de por medio aunque igual de relevantes en la historia del Betis, como la supervivencia del club después de la Guerra Civil, el ascenso a Primera tras la travesía por Tercera o aquel 2-4 en el estreno oficial del Ramón Sánchez-Pizjuán. Y siempre al lado del equipo, en centenares y centenares de viajes, como utillero pero también de delegado, de masajista ocasional y de lo que hiciera falta.
Camino de los 90 años, el Betis sigue siendo la vida de Alberto Tenorio. Sale a pasear todas las mañanas, va a la ciudad deportiva, acaso se pasa por Elcano para ver a uno de sus hermanos, regresa al Villamarín, quizá visita el bar del centro de mayores Híspalis, a lo mejor se adentra en las calles de Heliópolis, o se llega a Reina Mercedes, y siempre se sienta en el quiosco y habla con Laura, con su hijo y con todo aquel que se acerque. Y maldice a diestro y siniestro, a quien conoce y a quien desconoce, a quien osa dirigirle la palabra y al que simplemente pasa a su lado. Maldice e insulta, pero no ofende ni molesta. Es algo así como otra tradición no escrita del Betis, igual que la imposición del brazalete de capitán por parte de José María Montiel al futbolista de turno antes de un partido. De algún modo, quien no haya recibido sus improperios no sabe de qué va el Betis. Aquel que escriba su biografía, si alguien lo consigue, dichoso será.
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