Dejen que los béticos disfruten de su triunfo y puedan ilusionarse con el futbolista que quieran.
“El fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes”, dijo Jorge Valdano. El Betis ganó el pasado domingo y parece que los suyos tienen que estar contenidos, apocados, penando. No hay sitio para la alegría en la casa del bético. No vaya a ser que por sonreír caiga el castigo de los cielos. No celebren, que es pecado. Vistan luto mejor. Como cuando el ascenso. No había que felicitarse. Yo es que no entiendo nada. En una casa en la que lamentablemente la alegría no acompaña en todos los viajes cualquier atisbo positivo ha de tomarse bien y no con esa penitencia de cilicio. El bético no es culpable. Tiene derecho a ser feliz. Es fútbol y para eso está. Muchos lo ven como una huida de sus problemas cotidianos, como un refugio para emocionarse y celebrar. Cierto es que se pasa de un estado de euforia a otro de depresión en cuestión de 90 minutos, que el sentimiento general es voluble, bipolar pero no deja de ser fútbol. Si gana, pues sonrisa e ilusión. Si aparece un chaval que sorprende porque pocos esperaban algo de él y que hizo frotarse los ojos y levantarse de sus asientos a los 40.000 que poblaron el Villamarín, pues se vive y se disfruta. Como ocurrió en el entrenamiento. Ya hubo tiempo para la pena o la miseria. ¿Es malo que los béticos se ilusionen? ¿Alguien tiene derecho a darles toquecitos en la cabeza permanentemente para recordarles que su felicidad no puede ser completa? Seamos serios. La exigencia tiene que estar donde tiene que estar. En el vestuario, en el consejo de administración, en la sede del club… Pero fuera, dejen que la gente disfrute, que es fútbol. Que nadie le eche un jarro de agua fría a los que sueñan con que su equipo seguirá ganando. ¿Y si llega a perder? Drama y catástrofe. ¿Y si Musonda no hubiera dado una a derechas? Vaya paquete el que sobraba en el Chelsea. El pesimismo resta y el optimismo suma. Sin exageraciones, sin relajarse pero disfrutando de cada paso dado, de cada punto, de cada victoria. La ilusión mueve este mundo, esta metáfora de la vida llamada fútbol. Y que los niños salgan al patio a imitar el regate de Musonda, las paradas de Adán o el gol de Rubén. ¿O también tienen que quedarse en sus casas?
Derecho a la alegría - Al final de la Palmera
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