Al final del partido, ebrio de indignación, tomé el teléfono y llamé a Ada Colau. Ella lo cogió, y le espeté que, siendo alcaldesa de Barcelona, tendría pensado convocar alguna manifestación para protestar contra el evidente robo que el muy rico y poderoso equipo de su ciudad, había perpetrado contra un equipo digno, histórico pero humilde. Me respondió que me callara, que los imperialistas y poderosos somos nosotros, que los tenemos oprimidos, y que quería un referéndum.
- Por lo que veo, entonces de fornicar ni hablamos -contesté. Ella me colgó. Pensé que los nuevos partidos cada vez se parecen más a los de antes.
La indignación era obviamente por lo que todos sufrimos ayer. Sin embargo, me gustaría centrarme en nuestro magnífico central germano*, Westermann. Ayer recibió, en un par de minutos, un curso intensivo de fatalismo histórico, de agravios del norte al sur, del rico al pobre, del poderoso al humilde, de destino aciago del pueblo bético y andaluz, que no se lo hubiera dado mejor un Federico García Lorca con resaca. Después de esto, puedo afirmar que, al final de temporada, nuestro adusto alemán cantará por derecho siguiriyas y soleares con tan honda tristeza y sentido quejío, que nadie se atreverá a afirmar que este hombre no es gitano.
-En cualquier caso, ha pasado lo de siempre, lo que pasó ayer y pasará mañana.
-En lo futbolístico, aparte de las desgracias en forma de lesiones, sigue quedándome la imrpresión de que hemos sobreexplotado a Rubén y Joaquín, y hemos infrautilizado a Portillo y, sobre todo, a Ricky. Este muchacho todo lo que hace huele a futbolista que tendría que haber jugado no mucho, sino muchísimo más.
-No me gusta mencionar a Mel en los hilos, pero viéndolo ayer, en su justa indignación, en sus airadas protestas, me permito traerle a colación la célebre historia protagonizado por el torero El Gallo, quien, a principios del siglo XX, hizo un viaje de Sevilla a Madrid en un tren de carbón tan destartalado, renqueante y lento, que pensaban que no iban a llegar.
Al bajarse del tren en Atocha, de pronto la locomotora empezó a soltar humo, y a emitir un silbido tan potente que sobresaltó a todos los que a su alrededor estaban, incluido el mencionado torero, que entonces se giró, encarándose con el desvencijado artefacto, espetándole: "Esos cohones, en Despeñaperros".
Pues eso, Pepe: "Esos cohones, en Las Palmas".
*Nota: germano no significa que tenga gérmenes.
Salud, força al canut, y feliz año nuevo.
- Por lo que veo, entonces de fornicar ni hablamos -contesté. Ella me colgó. Pensé que los nuevos partidos cada vez se parecen más a los de antes.
La indignación era obviamente por lo que todos sufrimos ayer. Sin embargo, me gustaría centrarme en nuestro magnífico central germano*, Westermann. Ayer recibió, en un par de minutos, un curso intensivo de fatalismo histórico, de agravios del norte al sur, del rico al pobre, del poderoso al humilde, de destino aciago del pueblo bético y andaluz, que no se lo hubiera dado mejor un Federico García Lorca con resaca. Después de esto, puedo afirmar que, al final de temporada, nuestro adusto alemán cantará por derecho siguiriyas y soleares con tan honda tristeza y sentido quejío, que nadie se atreverá a afirmar que este hombre no es gitano.
-En cualquier caso, ha pasado lo de siempre, lo que pasó ayer y pasará mañana.
-En lo futbolístico, aparte de las desgracias en forma de lesiones, sigue quedándome la imrpresión de que hemos sobreexplotado a Rubén y Joaquín, y hemos infrautilizado a Portillo y, sobre todo, a Ricky. Este muchacho todo lo que hace huele a futbolista que tendría que haber jugado no mucho, sino muchísimo más.
-No me gusta mencionar a Mel en los hilos, pero viéndolo ayer, en su justa indignación, en sus airadas protestas, me permito traerle a colación la célebre historia protagonizado por el torero El Gallo, quien, a principios del siglo XX, hizo un viaje de Sevilla a Madrid en un tren de carbón tan destartalado, renqueante y lento, que pensaban que no iban a llegar.
Al bajarse del tren en Atocha, de pronto la locomotora empezó a soltar humo, y a emitir un silbido tan potente que sobresaltó a todos los que a su alrededor estaban, incluido el mencionado torero, que entonces se giró, encarándose con el desvencijado artefacto, espetándole: "Esos cohones, en Despeñaperros".
Pues eso, Pepe: "Esos cohones, en Las Palmas".
*Nota: germano no significa que tenga gérmenes.
Salud, força al canut, y feliz año nuevo.
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