Este artículo va dirigido al corazón de todos y cada uno de los futbolistas de la primera plantilla del Real Betis y a los miembros del cuerpo técnico que dirige Pepe Mel. Ha llegado la fecha que todos, desde el presidente Ollero hasta el aficionado más pequeño, pasando por los directivos, los empleados, los escalafones inferiores y la gran masa de afición bética, estaban esperando. Mañana se juega el derbi en el Benito Villamarín, un partido en el que obviamente, pese a su irregular inicio liguero, el favorito es el Sevilla por muchos motivos. Pero dejando a un lado esas razones, tanto deportivas como económicas que conceden los favoritismos en este bendito deporte e incluso apartando los títulos, quiero referirme al sentimiento y a la afición del Betis. Ese sentimiento que tiene que rebrotar en los corazones de todos los jugadores del Betis que salten mañana sábado al césped de su casa deportiva. En el Villamarín van a estar alentados por casi 50.000 gargantas, pero habrá muchos más cuyos cuerpos no estarán presentes en Heliópolis pero sí estarán en alma y apoyarán a sus jugadores desde la lejanía, esa lejanía que muchos pudieron disfrutar el pasado año en Segunda división, dentro del sufrimiento que supone ver a su equipo en esa categoría.
Por eso, desde estas líneas les pediría a todos los profesionales que mañana van a representar y a defender ese sentimiento que se acuerden de todas las alegrías que se llevaron el pasado año y esos momentos que también durante este año se han podido celebrar. Que recuerden la marea verdiblanca que ha invadido estadios cada vez que el Betis ha salido como visitante en los últimos 15 ó 16 meses. Que reverdezca en todos el coraje de un niño de 19 años dando puñetazos en un terreno de juego celebrando un gol. Que la afición les exige, sí, pero también sufre como ellos y se alegra y celebra como ellos.
Por supuesto que hay diferencia en los presupuestos, en materia deportiva y en los títulos logrados en los últimos años. Se cruzan el peor equipo como local y uno de los peores como visitante. Pero más allá de eso, y pese a que el fútbol es un deporte en el que lo que importa son los puntos y lo conseguido para sus vitrinas, se enfrentan dos sentimientos, uno más acostumbrado últimamente a ser feliz y el otro más acostumbrado en los últimos tiempos a sufrir más. En el sentimiento y la pasión es muy posible que los verdiblancos sean ganadores. Que así se plasme en el campo, Betis.
Por eso, desde estas líneas les pediría a todos los profesionales que mañana van a representar y a defender ese sentimiento que se acuerden de todas las alegrías que se llevaron el pasado año y esos momentos que también durante este año se han podido celebrar. Que recuerden la marea verdiblanca que ha invadido estadios cada vez que el Betis ha salido como visitante en los últimos 15 ó 16 meses. Que reverdezca en todos el coraje de un niño de 19 años dando puñetazos en un terreno de juego celebrando un gol. Que la afición les exige, sí, pero también sufre como ellos y se alegra y celebra como ellos.
Por supuesto que hay diferencia en los presupuestos, en materia deportiva y en los títulos logrados en los últimos años. Se cruzan el peor equipo como local y uno de los peores como visitante. Pero más allá de eso, y pese a que el fútbol es un deporte en el que lo que importa son los puntos y lo conseguido para sus vitrinas, se enfrentan dos sentimientos, uno más acostumbrado últimamente a ser feliz y el otro más acostumbrado en los últimos tiempos a sufrir más. En el sentimiento y la pasión es muy posible que los verdiblancos sean ganadores. Que así se plasme en el campo, Betis.
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