Simeone es uno de los últimos revolucionarios del fútbol a nivel de dirección de equipos se entiende. Ya casi que olvidamos el tiempo en el que llegó al Vicente Calderón sustituyendo a Gregorio Manzano para comandar a un Atlético de Madrid sumido en la pena y la deshonra.
Recién eliminado de la Copa del Rey y, precisamente, balanceado por el Real Betis Balompié a orillas del Manzanares en días previos a la Navidad de 2011, en Madrid se decidieron a traer a ese entrenador que andaba haciéndolo bien en todos los sitios donde entrenaba. Su marcadísimo sello rojiblanco hizo el resto.
Cumplía un sueño Diego Simeone con llegar al Atlético de Madrid y se puede decir que ese sueño aún perdura en el entrenador del equipo y en los seguidores atléticos. Este preparador de 45 años lleva desde los 17 ligado al fútbol de élite ininterrumpidamente. ¿Saben lo difícil que es eso? Comenzó cogiendo la batuta de Vélez Sarsfield sin ser aún mayor de edad y no la soltaría ni en el Pisa italiano, ni en el Sevilla FC ni tampoco en el Atlético de Madrid. Ni en la selección argentina, con la que ha disputado 106 partidos. Partidos que han tenido aromas de Mundial (hasta tres jugó), Copa América (cuatro tiene en su haber) y hasta Juegos Olímpicos (Atlanta ’96).
Inter de Milan, Lazio y su Racing Club del alma también saben lo que es tener a Simeone en sus alineaciones. Y saben de su competitividad, esa que desprende este técnico en cada cosa que hace o dice. Quizás sean sus 28 años continuos en la cima del balompié los que hagan que parezca que está despierto cuando duerme o alejado de un partido cuando está más metido que todos los espectadores juntos. El Atlético de Madrid pasó en poquísimo tiempo a estar a imagen y semejanza de un hombre que marcará un antes y un después en la entidad que preside Enrique Cerezo. Y sigue estando a lo que el argentino demanda y exige.
Ha hecho de jugadores moribundos auténticos valladares en el césped. Plantó cara a los dos grandes arrebatándoles una Liga que casi todos sabemos que suele tener nombre y apellidos. En su aterrizaje en el Calderón esperaban mejoría, pero no seguramente títulos. El Atlético se hizo con la Europa League y al verano siguiente, con la Supercopa de Europa bordeando a un Chelsea que ese día estaba loco por escuchar al colegiado pitar el final.
Se comenzaba a gestar la vuelta de un club a la grandeza que tuvo años atrás, y es indudable que Diego Simeone tiene muchísima culpa de ello. La que más. A día de hoy, el respeto que se ha ganado este equipo en los terrenos de juego es equivalente al que ha ganado la institución en Federaciones y Organismos. Piensen tranquilamente lo positivo que es eso. Piensen el tiempo que eso dura, o el que estará este entrenador al cargo del equipo rojiblanco.
Entregas anteriores:
http://www.betisweb.com/medios-en-ve...guel-roda.html
Recién eliminado de la Copa del Rey y, precisamente, balanceado por el Real Betis Balompié a orillas del Manzanares en días previos a la Navidad de 2011, en Madrid se decidieron a traer a ese entrenador que andaba haciéndolo bien en todos los sitios donde entrenaba. Su marcadísimo sello rojiblanco hizo el resto.
Cumplía un sueño Diego Simeone con llegar al Atlético de Madrid y se puede decir que ese sueño aún perdura en el entrenador del equipo y en los seguidores atléticos. Este preparador de 45 años lleva desde los 17 ligado al fútbol de élite ininterrumpidamente. ¿Saben lo difícil que es eso? Comenzó cogiendo la batuta de Vélez Sarsfield sin ser aún mayor de edad y no la soltaría ni en el Pisa italiano, ni en el Sevilla FC ni tampoco en el Atlético de Madrid. Ni en la selección argentina, con la que ha disputado 106 partidos. Partidos que han tenido aromas de Mundial (hasta tres jugó), Copa América (cuatro tiene en su haber) y hasta Juegos Olímpicos (Atlanta ’96).
Inter de Milan, Lazio y su Racing Club del alma también saben lo que es tener a Simeone en sus alineaciones. Y saben de su competitividad, esa que desprende este técnico en cada cosa que hace o dice. Quizás sean sus 28 años continuos en la cima del balompié los que hagan que parezca que está despierto cuando duerme o alejado de un partido cuando está más metido que todos los espectadores juntos. El Atlético de Madrid pasó en poquísimo tiempo a estar a imagen y semejanza de un hombre que marcará un antes y un después en la entidad que preside Enrique Cerezo. Y sigue estando a lo que el argentino demanda y exige.
Ha hecho de jugadores moribundos auténticos valladares en el césped. Plantó cara a los dos grandes arrebatándoles una Liga que casi todos sabemos que suele tener nombre y apellidos. En su aterrizaje en el Calderón esperaban mejoría, pero no seguramente títulos. El Atlético se hizo con la Europa League y al verano siguiente, con la Supercopa de Europa bordeando a un Chelsea que ese día estaba loco por escuchar al colegiado pitar el final.
Se comenzaba a gestar la vuelta de un club a la grandeza que tuvo años atrás, y es indudable que Diego Simeone tiene muchísima culpa de ello. La que más. A día de hoy, el respeto que se ha ganado este equipo en los terrenos de juego es equivalente al que ha ganado la institución en Federaciones y Organismos. Piensen tranquilamente lo positivo que es eso. Piensen el tiempo que eso dura, o el que estará este entrenador al cargo del equipo rojiblanco.
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