Es la pregunta que habría que hacerse después de los últimos encuentros.
Ha pasado ya un cuarto de la Liga, nueve partidos completos. En un platillo de la balanza, doce puntos; en el otro, la sensación de que el Betis no sabe a qué juega. La puntuación, que al final es lo que cuenta, permite alejar el nerviosismo y mantener la confianza en las posibilidades de que el objetivo verdiblanco, la permanencia, esté a la mano de este grupo y este entrenador. Sin embargo, la manera de plantear y ejecutar los partidos hace temblar al bético de a pie pensando en cómo se van a lograr los 30 puntos restantes para respirar tranquilos en la máxima categoría. Dos versiones de una misma situación que provocan un debate que ya está en la calle: ¿sabe el Betis a lo que juega? Ocurre que Mel había acostumbrado a mostrar un equipo con cierta vocación ofensiva y asociaciones en zona de peligro que priorizaba tener el balón y pisar el campo rival. Sin embargo, lo mejor de esta temporada ha llegado para los verdiblancos cuando han estado disfrazados de equipo rocoso, que se echaba atrás y que le ponía oficio a los partidos. Una mutación en toda regla. Podía pensarse que el entrenador había alcanzado la madurez necesaria en sus hombres para poder aplicar las dos caras en función de sus necesidades pero los duelos ante Español y Granada han dejado bien claro que no era así, que si el Betis guardaba la ropa tan pronto era porque no tenía otro plan que ejecutar, que desde el cuadro de mandos no han dado con la tecla y que el talento que se adivina en esta plantilla no está siendo aprovechado.
Decimos talento porque unir a Joaquín, Ceballos y Rubén Castro, por ejemplo, es plato de lujo para muchos de sus rivales por la permanencia. Obtener la mejor versión de éstos es cuestión del técnico, además de la implicación de los propios futbolistas. Un ejemplo es Ceballos. La ascendencia del técnico sobre el utrerano ha de notarse. Que Adán sea el mejor dice mucho y muy poco a la vez. Del Betis que se esperaba sólo se han visto retazos ante la Real Sociedad y poco más. Tiene trabajo por delante Mel para ahormar a su plantilla, hacerla reconocible y utilizar su potencial. Con 27 jugadores a su disposición no debe enrocarse con los que no le han funcionado y ha de saber gestionar todas las voluntades. Tampoco los cambios pueden empeorar al equipo. E insistir en errores conocidos no ayuda. Los puntos dan tranquilidad para pensar, porque nadie se los ha regalado a este equipo, pero en el campo del colista, sin ir más lejos, se le exige (verbo traído a colación por el propio entrenador) al Betis otra cara, otro gesto, otro fútbol. Principalmente, para que no haya tantas versiones y el Betis sea reconocible en lo positivo para alcanzar sus objetivos.
Ha pasado ya un cuarto de la Liga, nueve partidos completos. En un platillo de la balanza, doce puntos; en el otro, la sensación de que el Betis no sabe a qué juega. La puntuación, que al final es lo que cuenta, permite alejar el nerviosismo y mantener la confianza en las posibilidades de que el objetivo verdiblanco, la permanencia, esté a la mano de este grupo y este entrenador. Sin embargo, la manera de plantear y ejecutar los partidos hace temblar al bético de a pie pensando en cómo se van a lograr los 30 puntos restantes para respirar tranquilos en la máxima categoría. Dos versiones de una misma situación que provocan un debate que ya está en la calle: ¿sabe el Betis a lo que juega? Ocurre que Mel había acostumbrado a mostrar un equipo con cierta vocación ofensiva y asociaciones en zona de peligro que priorizaba tener el balón y pisar el campo rival. Sin embargo, lo mejor de esta temporada ha llegado para los verdiblancos cuando han estado disfrazados de equipo rocoso, que se echaba atrás y que le ponía oficio a los partidos. Una mutación en toda regla. Podía pensarse que el entrenador había alcanzado la madurez necesaria en sus hombres para poder aplicar las dos caras en función de sus necesidades pero los duelos ante Español y Granada han dejado bien claro que no era así, que si el Betis guardaba la ropa tan pronto era porque no tenía otro plan que ejecutar, que desde el cuadro de mandos no han dado con la tecla y que el talento que se adivina en esta plantilla no está siendo aprovechado.
Decimos talento porque unir a Joaquín, Ceballos y Rubén Castro, por ejemplo, es plato de lujo para muchos de sus rivales por la permanencia. Obtener la mejor versión de éstos es cuestión del técnico, además de la implicación de los propios futbolistas. Un ejemplo es Ceballos. La ascendencia del técnico sobre el utrerano ha de notarse. Que Adán sea el mejor dice mucho y muy poco a la vez. Del Betis que se esperaba sólo se han visto retazos ante la Real Sociedad y poco más. Tiene trabajo por delante Mel para ahormar a su plantilla, hacerla reconocible y utilizar su potencial. Con 27 jugadores a su disposición no debe enrocarse con los que no le han funcionado y ha de saber gestionar todas las voluntades. Tampoco los cambios pueden empeorar al equipo. E insistir en errores conocidos no ayuda. Los puntos dan tranquilidad para pensar, porque nadie se los ha regalado a este equipo, pero en el campo del colista, sin ir más lejos, se le exige (verbo traído a colación por el propio entrenador) al Betis otra cara, otro gesto, otro fútbol. Principalmente, para que no haya tantas versiones y el Betis sea reconocible en lo positivo para alcanzar sus objetivos.
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