El actual entrenador del Rayo Vallecano es, seguramente, uno de los preparadores que más debates despierta en el fútbol español. De Paco Jémez, se es o no se es. Tiene un número de seguidores más allá de Vallecas enorme, como lo es también la cantidad de aficionados que no ven en el canario un técnico tan diferente.

Lo diferente de este hombre de 44 años que se crió en Córdoba y que lleva desde 2012 en el banquillo rayista es que sabe lo que hace y no quiere pesimistas a su lado. Eso sí que gusta de Paco Jémez, y al menos personalmente, no tanto lo que propone su equipo en los partidos. Soy más de la corriente segunda que nombraba anteriormente porque creo que Paco es demasiado extremista y arriesgado. Es como si viéramos a un niño correr a edad temprana y nuestra mirada se fijara en él por si fuera a caer. No se quiere, claro está, pero suele pasar. Esto no quita que merezca una oportunidad en equipos donde ese modelo de juego pudiera ser más real. Quiero verlo. Su riesgo, quizás, existe porque sabe que lo que hace gusta, o va a terminar gustando dejando entrever un dominio absoluto sobre los que tienen que decidir qué hacer con él si las cosas no fueran bien. Eso sí, y genial por el entrenador, los objetivos del equipo se encuentran ahí, cumplidos, y con plantillas venidas a menos.

La Eurocopa del año 2000 fue, a la postre, un desastre para la selección española. Francia nos mandó a casa en cuartos y llegamos a estos merced a un gol de Alfonso Pérez Muñoz en el descuento. Paco Jémez contaba con la confianza de José Antonio Camacho, seleccionador por aquel entonces. Era titular en el eje de la defensa española tras su buen hacer en el Real Zaragoza. La discusión que ahora genera el entrenador del Rayo Vallecano es la misma que había en su etapa de futbolista. Todos los años suena para salir a equipos de más categoría, pero su música sigue sonando en Vallecas.

De Paco Jémez estaría perfecto que se aprendiera que la defensa de los suyos es siempre amplia porque hacen lo que les pide. Pierde un partido muy al final y alaba a los suyos catalogando de partidazo lo que han hecho. Llega el lunes y sigue erre que erre con una filosofía que en clubes de postín, encantaría. Si te ve desconfiado o falto de optimismo, te enseña el banquillo o la grada sin paliativos. Se casa con pocos, por no decir con ninguno. Si en otros entrenadores lo que tienen enfrente importa casi todo, en el preparador rayista lo que vale es lo que los suyos tienen que proponerle al Betis, al Madrid, al Sabadell o al Bayern. Ese es Paco y ese es su fútbol.

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