Real Betis y Real Madrid disputaron el recordado partido homenaje hace ya dos décadas
«Me sorprendió salir al campo y ver la grada llena». Es el recuerdo más nítido que le queda de aquella calurosa tarde de junio hace ahora dos décadas. Rafael Gordillo, palabras mayores en verdiblanco, decía adiós al equipo que le había dado la oportunidad de darse a conocer en el panorama nacional e internacional. Dos días antes, el Betis había cerrado de manera brillante una temporada para enmarcar. Ganó 0-2 en el Santiago Bernabéu. Acabó tercero en la tabla de la Primera división y se clasificó para la entonces Copa de la UEFA en su exitoso regreso a la categoría. Miles de béticos vivieron una tarde inolvidable en la capital y nadie quería despertar del sueño.
El Real Madrid, vigente campeón liguero, se montó en un AVE para convertirse en un invitado de lujo. En 1985, Gordillo abrió un paréntesis de siete años en Heliópolis para compartir aventuras con la Quinta del Buitre y un puñado de futbolistas de altísimo nivel. Muchos de ellos se sumaron a la fiesta. Camacho, íntimo de Gordillo, pidió permiso al equipo que entrenaba por entonces, el Español, para faltar a un partido de la Copa de Cataluña y poder estar con su amigo en el Benito Villamarín. Hugo Sánchez, que había regresado a jugar a su México natal, cruzó la mítica Puerta de Cristales de Heliópolis para agradecer los cientos de pases medidos recibidos desde la banda izquierda madridista.
Maceda y Gallego acompañaban a Camacho en el palco. Desde allí no perdían detalle de lo que ocurría en el césped. Prolegómenos que se alargaban en el tiempo. «Hasta siempre, Rafaé», se podía leer en una pancarta colgada por los aficionados en la ya inexistente grada de Fondo, que sería derribada dos años después. Cúmulo de sensaciones. Emoción por el reconocimiento y tristeza por lo que entendía como una despedida precipitada. «Me marché teniendo fútbol en las botas», afirmaba Gordillo entonces y también subraya ahora. No quita ni una letra dos décadas más tarde cuando recuerda para ABC lo ocurrido a lo largo de aquella temporada.
El capitán había vuelto a Heliópolis en el verano del 92. Tras un par de largas temporadas en Segunda, Gordillo salió a hombros en el ascenso de Burgos. Sí, el día que se escuchó aquello de «estábamos en la UVI». Tenía 37 años pero arrancó la temporada como un juvenil. El Betis regresaba a la elite y su capitán firmaba tardes inolvidables como aquella ante el Sporting en la que el larguero evitó lo que habría sido un gol para enmarcar. Pero llegaron las lesiones. Serra Ferrer empezó a confiar en Josete y Menéndez. El capitán participaba un rato y tardaba semanas en volver a aparecer. Un 23 de abril de 1995, ante el Tenerife, jugó su último partido oficial con el Betis. El tramo decisivo de la temporada lo vivió desde la grada. Ya ni viajaba con el equipo. Pero en la caseta notaba el respeto de sus compañeros. «Ellos eran unos chavales y yo el mayor de todos, pero encajamos bien. Se pudo ver dentro y fuera del campo. Quedamos terceros en la Liga, lo que pasa es que entonces no valía para ir a la Liga de Campeones», recuerda Gordillo.
Se acabó la temporada. 19 en activo, ni más ni menos. Tiempo para jugar 525 partidos ligueros repartidos entre Heliópolis y Chamartín. 50 goles e innumerables carreras por la banda izquierda. Medias caídas hasta el día de su despedida. Ramón Mendoza y Manuel Ruiz de Lopera bajaron al césped para honrar a un Gordillo que no sabía si reír o llorar. Pasó unos minutos «regulares». El capitán del Real Madrid, Sanchis, y el árbitro, Martín Navarrete, lo llamaron desde el centro del campo. Había que hacer el saque de honor. El balón voló hacía el Gol Norte. Golpeo con el pie derecho. No era otro más que Rafael Gordillo Álvarez, padre del homenajeado y acostumbrado a pisar un terreno de juego de sus tiempos como profesional. Menos familiarizada con el oficio estaba la madre de Gordillo, que reconocía «no haber visto nunca jugar en directo a mi hijo hasta hoy».
Fotos y más fotos. La esposa y los hijos del capitán se hacían hueco entre la marabunta que navegaba por el césped. Jóvenes como Merino y Cañas llamaban a los gráficos para que inmortalizaran el momento mientras posaban junto a Gordillo. Echó el balón a rodar y los 47.000 aficionados que abarrotaban el campo vibraron con los goles de Cuéllar y Kowalczyk, que remontaron el inicial de Raúl. En el ecuador de la segunda parte, el árbitro mandó parar. «Hasta aquí hemos llegado», dijo el protagonista. Abrazos y saludos a la grada. A un minuto para el final, un fallo del portero bético permitió a Alfonso Pérez Muñoz lograr el definitivo empate a dos. Dos meses después, el delantero se puso la camiseta del Betis. De Butragueño a Alfonso pasando por Raúl. Todo tenía ligazón con Gordillo.
Parecía un adiós aunque en realidad era un «hasta luego». El primer verano sin entrenar se hacía eterno. «Me había retirado y estaba cabreado. Me cambió hasta el carácter. Tenía claro que podía haber seguido, al menos, un año más. Estaba en la playa y veía al Betis entrenarse. Mucha tela…». Su mujer impulsó la idea de volver. Apareció la oportunidad de Écija. Pocos años después, con las botas colgadas, regresó a su casa. Delegado, miembro de la secretaría técnica y hasta presidente. Para cerrar el círculo, el destino le tenía preparado otro guiño a finales de 2013. También con el Real Madrid por medio y para ayudar a Andex. Pocos pero intensos minutos en el césped de Heliópolis. Con la rodilla más que dolorida, a Gordillo le cayó la pelota y encaró a un rival pegado a la línea de fondo. La leyenda volvía a volar por la banda.
Fiesta hasta el amanecer
Como no podía ser menos, tras el partido jugado en el Benito Villamarín, los protagonistas de la jornada disfrutaron de una cena que sirvió de colofón al homenaje. En un restaurante cercano a la avenida de La Palmera, Gordillo y su gente más cercana brindaron por todo lo alto. Los futbolistas estaban ya de vacaciones y no había que rendir cuentas a nadie. El asunto se prolongó hasta altas horas. De hecho, en un conocido bar de la trianera calle San Jacinto se pudo ver durante muchos años una foto en la que aparecían desayunando tras la larga noche festiva a los madridistas Fernando Hierro, Chendo y Raúl acompañados por un cicerone de excepción, Carlos Ruiz, uno de los componentes de los Cantores de Híspalis. Gordillo ríe sin parar cuando recuerda la imagen.
Gordillo, veinte años sin volar por la banda - Al final de la Palmera
Y no pueden con él....
Y que sigan lanzando mielda contra el mas grande...tiene cohone
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