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Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

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  • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

    Originalmente publicado por gvjbarrios Ver Mensaje
    Yo esto le he escuchado muchas veces, pero una vez siendo entrenador del sevilla lo entrevistaron para no se que programa y creo que decia que su padre era muy muy sevillista.
    Un amigo mío que conoce a Jiménez por temas laborales me lo confirmó hace tiempo.

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    • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

      Fantástico gesto el de ayer al celebrar el gol, al igual que el pase y el partido en lineas generales.Pero ojo con los excesos de euforia, es solo un chaval,hay que darle partidos y sobre todo EDUCARLO para que sea un futbolista de primer nivel: lo de la pelotita en la cabeza y lo de cogerle el reloj al árbitro el otro partido sobraba a todas luces. Ayer una pérdida suya absurda en un saque de banda casi nos cuesta un gol...menda bronca se llevó de Xavi Torres!
      No endiosemos antes de tiempo es lo único que quiero transmitir, por lo demás...Dani....a seguir con esa actitud!!!!

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      • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

        Totalmente cierto lo que dice verdiblanco27, DANI CEBALLOS GRANDE.
        Una cosa, luego queréis que nuestros jugadores no sean tan inocente y tengan un poco de picardía en los partidos, Ceballos pierde un poco de tiempo y queréis sentarlo, eso se llama INTELIGENCIA Y TENER UN POCO DE PICARDIA, lo que debería de aprender muchos jugadores de la plantilla de un chaval de 19 aňos.

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        • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

          Originalmente publicado por Jesus14 Ver Mensaje
          Totalmente cierto lo que dice verdiblanco27, DANI CEBALLOS GRANDE.
          Una cosa, luego queréis que nuestros jugadores no sean tan inocente y tengan un poco de picardía en los partidos, Ceballos pierde un poco de tiempo y queréis sentarlo, eso se llama INTELIGENCIA Y TENER UN POCO DE PICARDIA, lo que debería de aprender muchos jugadores de la plantilla de un chaval de 19 aňos.
          Toda la razón.

          Yo lo vi bien. Incluso pudo haber forzado tarjeta amarilla para el del Lugo, aunque debió hacerlo de otro modo, no encarándose porque se pudo haber llevado él otra.

          Lo de cogerle el reloj al árbitro no me gusta tanto, pero las cabezaditas al balón sí me pareció bien.

          Un saludo.
          Editado por última vez por Urchail; https://www.betisweb.com/foro/member/7937-urchail en 15/12/14, 13:46:12.

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          • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

            Los puñetazos del Betis
            El gesto de Ceballos en Lugo es una vuelta a los cimientos de nuestra cultura

            Por Alberto García Reyes.

            Cuando Márquez metió el primero del Plantío en aquella proeza que tanto recuerda José de la Tomasa mientras enseña la muela de oro en la que tiene tallado el escudo, el Betis no sólo salió del hoyo de los campitos llovidos. Dejó de alimentarse de los viejos líquenes de su historia para empezar a comer otra vez con sus manos. La pelota de Aquino que besó la barrera limpió las telillas de araña de tantos pesares. Había sobre el verde desmayo de Burgos un manojo de chavales que corrían con los intestinos en la mano. Que se desvivieron mordiendo en los campos perdidos de Palamós, Castellón, Badajoz o Leganés. Que echaron pus por la boca porque no jugaban más que para aliviar su dolor. Para reconstruir los vestigios que se encontraron, el yacimiento bético al que tantas fatigas debían desde su niñez. Yo recuerdo que aquel año fui a Cazalla a ver la concentración con Kresic. A que los nuevos fichajes le firmaran autógrafos al chiquillo que tanto había llorado la noche del Deportivo de la Coruña. Y allí entendí que me equivocaba. No me impresionó Tab Ramos, ni Chirri, ni Mágico Díaz, ni aquellos Kobelev y Kasumov, ni luego los que llegaron: Ekstrom y Balan González. A mí me conmovieron Cañas y Merino, Márquez y Cuéllar, Roberto Ríos y Ureña. Los niños los despreciábamos porque eran demasiado nuestros. Como si el Betis hubiera sido alguna vez algo sin ellos. Sin Rogelio, sin Del Sol, sin Quino, sin Gordillo, sin Joaquín.

            Cuando Márquez metió aquel gol que devolvía al Betis a su exacta medida, yo chillé sin consuelo acordándome de todos esos canteranos que habían conseguido coserle el escudo en las carnes a Alexis o al Toro, a Olías y a aquel Julio Soler hoy olvidado que tanta verdad puso en sus botas para rescatarnos. Ése era el camino del Betis de toda la vida de Dios. Una simiente de canteranos plantada en el talento de Cardeñosa y Esnaola, de Eusebio Ríos y de Rincón. De cuantos grandes nombres llegaron a Heliópolis a correr por nosotros. Y esa es la misma semilla que enterró en Lugo la otra tarde Ceballos con sus manos. De ahí, de esos puñetazos al suelo de un muchacho que corre sin horizonte, ha de brotar la idiosincrasia del beticismo grande. De esas ansias por dejarse las vísceras en el campo, que es lo que Merino hacía para conseguir otra vez y otra vez y otra vez más la pelota y dejársela a Alexis para que él la jugara, tiene que surgir otra vez el Betis.

            Yo soy bético porque creo en esos valores. Quiero que mi equipo gane, claro. Incluso quiero que gane como sea. Pero me aleja de él la derrota sin amor, la victoria sin arte, la vida sin sacrificio. Soy bético porque busco una cultura que heredé del sufrimiento de mis ancestros: cuando tienes hambre, la verdadera felicidad no se alcanza al comer lo que te dan, sino cuando consigues la comida por tus medios. Ceballos, dejándose las palmas de las manos en Lugo para celebrar el gol a solas, ha mostrado su hambre y su dignidad. Las dos cosas. Por eso los puñetazos del Betis, maldita sea, nos acaban siempre tallando el escudo en las muelas.

            Comentario


            • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

              Originalmente publicado por Lars von Betis Ver Mensaje
              Los puñetazos del Betis
              El gesto de Ceballos en Lugo es una vuelta a los cimientos de nuestra cultura

              Por Alberto García Reyes.

              Cuando Márquez metió el primero del Plantío en aquella proeza que tanto recuerda José de la Tomasa mientras enseña la muela de oro en la que tiene tallado el escudo, el Betis no sólo salió del hoyo de los campitos llovidos. Dejó de alimentarse de los viejos líquenes de su historia para empezar a comer otra vez con sus manos. La pelota de Aquino que besó la barrera limpió las telillas de araña de tantos pesares. Había sobre el verde desmayo de Burgos un manojo de chavales que corrían con los intestinos en la mano. Que se desvivieron mordiendo en los campos perdidos de Palamós, Castellón, Badajoz o Leganés. Que echaron pus por la boca porque no jugaban más que para aliviar su dolor. Para reconstruir los vestigios que se encontraron, el yacimiento bético al que tantas fatigas debían desde su niñez. Yo recuerdo que aquel año fui a Cazalla a ver la concentración con Kresic. A que los nuevos fichajes le firmaran autógrafos al chiquillo que tanto había llorado la noche del Deportivo de la Coruña. Y allí entendí que me equivocaba. No me impresionó Tab Ramos, ni Chirri, ni Mágico Díaz, ni aquellos Kobelev y Kasumov, ni luego los que llegaron: Ekstrom y Balan González. A mí me conmovieron Cañas y Merino, Márquez y Cuéllar, Roberto Ríos y Ureña. Los niños los despreciábamos porque eran demasiado nuestros. Como si el Betis hubiera sido alguna vez algo sin ellos. Sin Rogelio, sin Del Sol, sin Quino, sin Gordillo, sin Joaquín.

              Cuando Márquez metió aquel gol que devolvía al Betis a su exacta medida, yo chillé sin consuelo acordándome de todos esos canteranos que habían conseguido coserle el escudo en las carnes a Alexis o al Toro, a Olías y a aquel Julio Soler hoy olvidado que tanta verdad puso en sus botas para rescatarnos. Ése era el camino del Betis de toda la vida de Dios. Una simiente de canteranos plantada en el talento de Cardeñosa y Esnaola, de Eusebio Ríos y de Rincón. De cuantos grandes nombres llegaron a Heliópolis a correr por nosotros. Y esa es la misma semilla que enterró en Lugo la otra tarde Ceballos con sus manos. De ahí, de esos puñetazos al suelo de un muchacho que corre sin horizonte, ha de brotar la idiosincrasia del beticismo grande. De esas ansias por dejarse las vísceras en el campo, que es lo que Merino hacía para conseguir otra vez y otra vez y otra vez más la pelota y dejársela a Alexis para que él la jugara, tiene que surgir otra vez el Betis.

              Yo soy bético porque creo en esos valores. Quiero que mi equipo gane, claro. Incluso quiero que gane como sea. Pero me aleja de él la derrota sin amor, la victoria sin arte, la vida sin sacrificio. Soy bético porque busco una cultura que heredé del sufrimiento de mis ancestros: cuando tienes hambre, la verdadera felicidad no se alcanza al comer lo que te dan, sino cuando consigues la comida por tus medios. Ceballos, dejándose las palmas de las manos en Lugo para celebrar el gol a solas, ha mostrado su hambre y su dignidad. Las dos cosas. Por eso los puñetazos del Betis, maldita sea, nos acaban siempre tallando el escudo en las muelas.
              Tremendo escrito de Alberto, no tengo palabras...

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              • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                Originalmente publicado por Jesus14 Ver Mensaje
                Totalmente cierto lo que dice verdiblanco27, DANI CEBALLOS GRANDE.
                Una cosa, luego queréis que nuestros jugadores no sean tan inocente y tengan un poco de picardía en los partidos, Ceballos pierde un poco de tiempo y queréis sentarlo, eso se llama INTELIGENCIA Y TENER UN POCO DE PICARDIA, lo que debería de aprender muchos jugadores de la plantilla de un chaval de 19 aňos.
                De perder un poco de tiempo a pasarte de chuleria delante de un rival... hay como la noche y el dia, pero vale.

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                • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                  Originalmente publicado por Lars von Betis Ver Mensaje
                  Los puñetazos del Betis
                  El gesto de Ceballos en Lugo es una vuelta a los cimientos de nuestra cultura

                  Por Alberto García Reyes.

                  Cuando Márquez metió el primero del Plantío en aquella proeza que tanto recuerda José de la Tomasa mientras enseña la muela de oro en la que tiene tallado el escudo, el Betis no sólo salió del hoyo de los campitos llovidos. Dejó de alimentarse de los viejos líquenes de su historia para empezar a comer otra vez con sus manos. La pelota de Aquino que besó la barrera limpió las telillas de araña de tantos pesares. Había sobre el verde desmayo de Burgos un manojo de chavales que corrían con los intestinos en la mano. Que se desvivieron mordiendo en los campos perdidos de Palamós, Castellón, Badajoz o Leganés. Que echaron pus por la boca porque no jugaban más que para aliviar su dolor. Para reconstruir los vestigios que se encontraron, el yacimiento bético al que tantas fatigas debían desde su niñez. Yo recuerdo que aquel año fui a Cazalla a ver la concentración con Kresic. A que los nuevos fichajes le firmaran autógrafos al chiquillo que tanto había llorado la noche del Deportivo de la Coruña. Y allí entendí que me equivocaba. No me impresionó Tab Ramos, ni Chirri, ni Mágico Díaz, ni aquellos Kobelev y Kasumov, ni luego los que llegaron: Ekstrom y Balan González. A mí me conmovieron Cañas y Merino, Márquez y Cuéllar, Roberto Ríos y Ureña. Los niños los despreciábamos porque eran demasiado nuestros. Como si el Betis hubiera sido alguna vez algo sin ellos. Sin Rogelio, sin Del Sol, sin Quino, sin Gordillo, sin Joaquín.

                  Cuando Márquez metió aquel gol que devolvía al Betis a su exacta medida, yo chillé sin consuelo acordándome de todos esos canteranos que habían conseguido coserle el escudo en las carnes a Alexis o al Toro, a Olías y a aquel Julio Soler hoy olvidado que tanta verdad puso en sus botas para rescatarnos. Ése era el camino del Betis de toda la vida de Dios. Una simiente de canteranos plantada en el talento de Cardeñosa y Esnaola, de Eusebio Ríos y de Rincón. De cuantos grandes nombres llegaron a Heliópolis a correr por nosotros. Y esa es la misma semilla que enterró en Lugo la otra tarde Ceballos con sus manos. De ahí, de esos puñetazos al suelo de un muchacho que corre sin horizonte, ha de brotar la idiosincrasia del beticismo grande. De esas ansias por dejarse las vísceras en el campo, que es lo que Merino hacía para conseguir otra vez y otra vez y otra vez más la pelota y dejársela a Alexis para que él la jugara, tiene que surgir otra vez el Betis.

                  Yo soy bético porque creo en esos valores. Quiero que mi equipo gane, claro. Incluso quiero que gane como sea. Pero me aleja de él la derrota sin amor, la victoria sin arte, la vida sin sacrificio. Soy bético porque busco una cultura que heredé del sufrimiento de mis ancestros: cuando tienes hambre, la verdadera felicidad no se alcanza al comer lo que te dan, sino cuando consigues la comida por tus medios. Ceballos, dejándose las palmas de las manos en Lugo para celebrar el gol a solas, ha mostrado su hambre y su dignidad. Las dos cosas. Por eso los puñetazos del Betis, maldita sea, nos acaban siempre tallando el escudo en las muelas.

                  Manquepierda.

                  Comentario


                  • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                    Originalmente publicado por Lars von Betis Ver Mensaje
                    Los puñetazos del Betis
                    El gesto de Ceballos en Lugo es una vuelta a los cimientos de nuestra cultura

                    Por Alberto García Reyes.

                    Cuando Márquez metió el primero del Plantío en aquella proeza que tanto recuerda José de la Tomasa mientras enseña la muela de oro en la que tiene tallado el escudo, el Betis no sólo salió del hoyo de los campitos llovidos. Dejó de alimentarse de los viejos líquenes de su historia para empezar a comer otra vez con sus manos. La pelota de Aquino que besó la barrera limpió las telillas de araña de tantos pesares. Había sobre el verde desmayo de Burgos un manojo de chavales que corrían con los intestinos en la mano. Que se desvivieron mordiendo en los campos perdidos de Palamós, Castellón, Badajoz o Leganés. Que echaron pus por la boca porque no jugaban más que para aliviar su dolor. Para reconstruir los vestigios que se encontraron, el yacimiento bético al que tantas fatigas debían desde su niñez. Yo recuerdo que aquel año fui a Cazalla a ver la concentración con Kresic. A que los nuevos fichajes le firmaran autógrafos al chiquillo que tanto había llorado la noche del Deportivo de la Coruña. Y allí entendí que me equivocaba. No me impresionó Tab Ramos, ni Chirri, ni Mágico Díaz, ni aquellos Kobelev y Kasumov, ni luego los que llegaron: Ekstrom y Balan González. A mí me conmovieron Cañas y Merino, Márquez y Cuéllar, Roberto Ríos y Ureña. Los niños los despreciábamos porque eran demasiado nuestros. Como si el Betis hubiera sido alguna vez algo sin ellos. Sin Rogelio, sin Del Sol, sin Quino, sin Gordillo, sin Joaquín.

                    Cuando Márquez metió aquel gol que devolvía al Betis a su exacta medida, yo chillé sin consuelo acordándome de todos esos canteranos que habían conseguido coserle el escudo en las carnes a Alexis o al Toro, a Olías y a aquel Julio Soler hoy olvidado que tanta verdad puso en sus botas para rescatarnos. Ése era el camino del Betis de toda la vida de Dios. Una simiente de canteranos plantada en el talento de Cardeñosa y Esnaola, de Eusebio Ríos y de Rincón. De cuantos grandes nombres llegaron a Heliópolis a correr por nosotros. Y esa es la misma semilla que enterró en Lugo la otra tarde Ceballos con sus manos. De ahí, de esos puñetazos al suelo de un muchacho que corre sin horizonte, ha de brotar la idiosincrasia del beticismo grande. De esas ansias por dejarse las vísceras en el campo, que es lo que Merino hacía para conseguir otra vez y otra vez y otra vez más la pelota y dejársela a Alexis para que él la jugara, tiene que surgir otra vez el Betis.

                    Yo soy bético porque creo en esos valores. Quiero que mi equipo gane, claro. Incluso quiero que gane como sea. Pero me aleja de él la derrota sin amor, la victoria sin arte, la vida sin sacrificio. Soy bético porque busco una cultura que heredé del sufrimiento de mis ancestros: cuando tienes hambre, la verdadera felicidad no se alcanza al comer lo que te dan, sino cuando consigues la comida por tus medios. Ceballos, dejándose las palmas de las manos en Lugo para celebrar el gol a solas, ha mostrado su hambre y su dignidad. Las dos cosas. Por eso los puñetazos del Betis, maldita sea, nos acaban siempre tallando el escudo en las muelas.

                    Manquepierda.

                    Comentario


                    • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                      Ahora mismo me suda el escroto que Ceballos sea sevillista, masón o le dé por meterse salchichas bratwurst por el cülo.

                      Por cierto, a pesar de cuajar un partido regulón siguió intentándolo, sin esconderse, luchando y físicamente aguantando más de lo normal en él. Ese partido regulón se convirtió en notable tras el formidable pase a Molina que supuso nuestra victoria final y, después de esta jugada, lo hizo bastante bien.

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                      • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                        Originalmente publicado por Lars von Betis Ver Mensaje
                        Los puñetazos del Betis
                        El gesto de Ceballos en Lugo es una vuelta a los cimientos de nuestra cultura

                        Por Alberto García Reyes.

                        Cuando Márquez metió el primero del Plantío en aquella proeza que tanto recuerda José de la Tomasa mientras enseña la muela de oro en la que tiene tallado el escudo, el Betis no sólo salió del hoyo de los campitos llovidos. Dejó de alimentarse de los viejos líquenes de su historia para empezar a comer otra vez con sus manos. La pelota de Aquino que besó la barrera limpió las telillas de araña de tantos pesares. Había sobre el verde desmayo de Burgos un manojo de chavales que corrían con los intestinos en la mano. Que se desvivieron mordiendo en los campos perdidos de Palamós, Castellón, Badajoz o Leganés. Que echaron pus por la boca porque no jugaban más que para aliviar su dolor. Para reconstruir los vestigios que se encontraron, el yacimiento bético al que tantas fatigas debían desde su niñez. Yo recuerdo que aquel año fui a Cazalla a ver la concentración con Kresic. A que los nuevos fichajes le firmaran autógrafos al chiquillo que tanto había llorado la noche del Deportivo de la Coruña. Y allí entendí que me equivocaba. No me impresionó Tab Ramos, ni Chirri, ni Mágico Díaz, ni aquellos Kobelev y Kasumov, ni luego los que llegaron: Ekstrom y Balan González. A mí me conmovieron Cañas y Merino, Márquez y Cuéllar, Roberto Ríos y Ureña. Los niños los despreciábamos porque eran demasiado nuestros. Como si el Betis hubiera sido alguna vez algo sin ellos. Sin Rogelio, sin Del Sol, sin Quino, sin Gordillo, sin Joaquín.

                        Cuando Márquez metió aquel gol que devolvía al Betis a su exacta medida, yo chillé sin consuelo acordándome de todos esos canteranos que habían conseguido coserle el escudo en las carnes a Alexis o al Toro, a Olías y a aquel Julio Soler hoy olvidado que tanta verdad puso en sus botas para rescatarnos. Ése era el camino del Betis de toda la vida de Dios. Una simiente de canteranos plantada en el talento de Cardeñosa y Esnaola, de Eusebio Ríos y de Rincón. De cuantos grandes nombres llegaron a Heliópolis a correr por nosotros. Y esa es la misma semilla que enterró en Lugo la otra tarde Ceballos con sus manos. De ahí, de esos puñetazos al suelo de un muchacho que corre sin horizonte, ha de brotar la idiosincrasia del beticismo grande. De esas ansias por dejarse las vísceras en el campo, que es lo que Merino hacía para conseguir otra vez y otra vez y otra vez más la pelota y dejársela a Alexis para que él la jugara, tiene que surgir otra vez el Betis.

                        Yo soy bético porque creo en esos valores. Quiero que mi equipo gane, claro. Incluso quiero que gane como sea. Pero me aleja de él la derrota sin amor, la victoria sin arte, la vida sin sacrificio. Soy bético porque busco una cultura que heredé del sufrimiento de mis ancestros: cuando tienes hambre, la verdadera felicidad no se alcanza al comer lo que te dan, sino cuando consigues la comida por tus medios. Ceballos, dejándose las palmas de las manos en Lugo para celebrar el gol a solas, ha mostrado su hambre y su dignidad. Las dos cosas. Por eso los puñetazos del Betis, maldita sea, nos acaban siempre tallando el escudo en las muelas.
                        Me ha puesto los pelos de punta... joé

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                        • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                          Originalmente publicado por HUGO STiGLiTZ Ver Mensaje
                          Yo soy de Utrera y ese chaval es del Betis como tu y como yo
                          Pues mira si lo conoces me alegra mucho que me digas esto y si tu lo dices y lo sabes es porque es verdad. En la Ciudad Deportiva viendo un entrenamiento hace no mucho me dijeron todo lo contrario.

                          Comentario


                          • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                            Originalmente publicado por alotoni Ver Mensaje
                            Pues mira si lo conoces me alegra mucho que me digas esto y si tu lo dices y lo sabes es porque es verdad. En la Ciudad Deportiva viendo un entrenamiento hace no mucho me dijeron todo lo contrario.

                            También es que a la gente le gusta mucho hablar y los rumores morbosos...los que lo conocen dicen que es bético, pues será bético, cosa que mientras lo de todo en el campo por la camiseta que lleva puesta importa poco

                            Comentario


                            • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                              Originalmente publicado por Lars von Betis Ver Mensaje
                              Los puñetazos del Betis
                              El gesto de Ceballos en Lugo es una vuelta a los cimientos de nuestra cultura

                              Por Alberto García Reyes.

                              Cuando Márquez metió el primero del Plantío en aquella proeza que tanto recuerda José de la Tomasa mientras enseña la muela de oro en la que tiene tallado el escudo, el Betis no sólo salió del hoyo de los campitos llovidos. Dejó de alimentarse de los viejos líquenes de su historia para empezar a comer otra vez con sus manos. La pelota de Aquino que besó la barrera limpió las telillas de araña de tantos pesares. Había sobre el verde desmayo de Burgos un manojo de chavales que corrían con los intestinos en la mano. Que se desvivieron mordiendo en los campos perdidos de Palamós, Castellón, Badajoz o Leganés. Que echaron pus por la boca porque no jugaban más que para aliviar su dolor. Para reconstruir los vestigios que se encontraron, el yacimiento bético al que tantas fatigas debían desde su niñez. Yo recuerdo que aquel año fui a Cazalla a ver la concentración con Kresic. A que los nuevos fichajes le firmaran autógrafos al chiquillo que tanto había llorado la noche del Deportivo de la Coruña. Y allí entendí que me equivocaba. No me impresionó Tab Ramos, ni Chirri, ni Mágico Díaz, ni aquellos Kobelev y Kasumov, ni luego los que llegaron: Ekstrom y Balan González. A mí me conmovieron Cañas y Merino, Márquez y Cuéllar, Roberto Ríos y Ureña. Los niños los despreciábamos porque eran demasiado nuestros. Como si el Betis hubiera sido alguna vez algo sin ellos. Sin Rogelio, sin Del Sol, sin Quino, sin Gordillo, sin Joaquín.

                              Cuando Márquez metió aquel gol que devolvía al Betis a su exacta medida, yo chillé sin consuelo acordándome de todos esos canteranos que habían conseguido coserle el escudo en las carnes a Alexis o al Toro, a Olías y a aquel Julio Soler hoy olvidado que tanta verdad puso en sus botas para rescatarnos. Ése era el camino del Betis de toda la vida de Dios. Una simiente de canteranos plantada en el talento de Cardeñosa y Esnaola, de Eusebio Ríos y de Rincón. De cuantos grandes nombres llegaron a Heliópolis a correr por nosotros. Y esa es la misma semilla que enterró en Lugo la otra tarde Ceballos con sus manos. De ahí, de esos puñetazos al suelo de un muchacho que corre sin horizonte, ha de brotar la idiosincrasia del beticismo grande. De esas ansias por dejarse las vísceras en el campo, que es lo que Merino hacía para conseguir otra vez y otra vez y otra vez más la pelota y dejársela a Alexis para que él la jugara, tiene que surgir otra vez el Betis.

                              Yo soy bético porque creo en esos valores. Quiero que mi equipo gane, claro. Incluso quiero que gane como sea. Pero me aleja de él la derrota sin amor, la victoria sin arte, la vida sin sacrificio. Soy bético porque busco una cultura que heredé del sufrimiento de mis ancestros: cuando tienes hambre, la verdadera felicidad no se alcanza al comer lo que te dan, sino cuando consigues la comida por tus medios. Ceballos, dejándose las palmas de las manos en Lugo para celebrar el gol a solas, ha mostrado su hambre y su dignidad. Las dos cosas. Por eso los puñetazos del Betis, maldita sea, nos acaban siempre tallando el escudo en las muelas.
                              Gracias Alberto.
                              Hay quien dice que la prosa nunca igualará el sentimiento que provoca la poesía pero leyendo tu artículo, lo pongo en duda.

                              Comentario


                              • Re: Tremenda la celebración de Dani Ceballos en el gol

                                Uno di noi

                                Comentario

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