HACE treintaiséis años, el Betis también se iba a Segunda tras un partido con la Real Sociedad. Incipiente Real que sería el germen de la que poco después se llevase dos ligas para Donosti. Nada que ver aquello con esto, pero absolutamente nada que ver. Entonces vivíamos un Betis reciente campeón de Copa que iba a despeñarse porque la plantilla era buena, pero a todos luces insuficiente, sólo con trece o catorce jugadores de Clase A.
Hoy es muchísimo más que probable que la historia se repita, pero entonces disfrutábamos de un Betis, por siempre Real Betis Balompié, sano, bien dirigido, honestamente dirigido al menos. Un Betis que se iba a los avernos tras meterle cuatro al Madrid de Juanito, Stielike, Santillana y la compaña y empujado a la fosa por un tendencioso arbitraje de Guruceta en Mestalla ante el Valencia de Marito Kempes en la penúltima jornada de una Liga que remató en amaño.
Lo de hoy no tiene nada que ver y Eduardo Anzarda es testigo de primera mano de aquello y de esto. Lo de hoy es haber arrastrado el escudo en el campo y en los despachos, una ignominia que sorprendió a los que creímos que los tiempos de la infamia habían concluido. Lo de hoy es algo que los béticos jóvenes no comprenden y que los supervivientes de tanta y tanta vaca flaca vemos con asombro, como si no pudiéramos asimilar una ejecutoria tan ominosa y fuera de lugar.
Esta tarde puede ser que cuando la tropa bética salte a la yerba, el Betis ya haya oficializado el descenso y a partir de ahí, ¿qué se le puede decir a la que, una vez más, ha sido nominada como mejor afición de España? Imposible de calificar ignominia como ésta de ver cómo el equipo con más seguimiento de Despeñaperros abajo se va a Segunda División. Y se va, ya lo sé, por enésima vez, pero téngase en cuenta que no todos los descensos fueron iguales, qué van a ser iguales...
Hoy es muchísimo más que probable que la historia se repita, pero entonces disfrutábamos de un Betis, por siempre Real Betis Balompié, sano, bien dirigido, honestamente dirigido al menos. Un Betis que se iba a los avernos tras meterle cuatro al Madrid de Juanito, Stielike, Santillana y la compaña y empujado a la fosa por un tendencioso arbitraje de Guruceta en Mestalla ante el Valencia de Marito Kempes en la penúltima jornada de una Liga que remató en amaño.
Lo de hoy no tiene nada que ver y Eduardo Anzarda es testigo de primera mano de aquello y de esto. Lo de hoy es haber arrastrado el escudo en el campo y en los despachos, una ignominia que sorprendió a los que creímos que los tiempos de la infamia habían concluido. Lo de hoy es algo que los béticos jóvenes no comprenden y que los supervivientes de tanta y tanta vaca flaca vemos con asombro, como si no pudiéramos asimilar una ejecutoria tan ominosa y fuera de lugar.
Esta tarde puede ser que cuando la tropa bética salte a la yerba, el Betis ya haya oficializado el descenso y a partir de ahí, ¿qué se le puede decir a la que, una vez más, ha sido nominada como mejor afición de España? Imposible de calificar ignominia como ésta de ver cómo el equipo con más seguimiento de Despeñaperros abajo se va a Segunda División. Y se va, ya lo sé, por enésima vez, pero téngase en cuenta que no todos los descensos fueron iguales, qué van a ser iguales...
Comentario