VERDADERAMENTE, la errática dirección del Real Betis Balompié es una eficiente fábrica de levantar obstáculos en la vida del sevillanísimo club de las trece barras. Lo pensaba mientras me sorprendía de lo último que generaba el gran Pepe Mel. "En dos meses se ha ido todo al garete y eso me da mucha pena". Me creo a pies juntillas que la situación del Betis le apena, pero, hombre, que todo se haya desarrollado en sólo dos meses...
En tan poco tiempo no ha lugar al tremendo estropicio causado en el Betis, por siempre Real Betis Balompié. En sólo dos meses no hay tiempo para destrozar algo con la efectividad que se ha destrozado algo que hasta parecía consolidado tras haber salido de las peores manos imaginables. En estos dos meses sin Pepe Mel sí es cierto que se ha precipitado el desastre que vive el club, pero es un desastre incubado desde que el árbitro pitó el final del último partido del curso anterior.
Y de eso no hace dos meses, sino siete u ocho, y en el barco que patroneaba ese fiasco llamado José Antonio Bosch era Mel uno de los tripulantes. Tripulante, por cierto, de alta graduación que tenía, además, en la bocamanga el fantástico comodín que era el predicamento que gozaba entre la clientela, léase el beticismo. Y ahí, tras aquel gol de Molina en Valencia que devolvía al Betis a Europa, fue cuando todo el edificio levantado iba a empezar a irse al garete.
Me sorprendió el despido de Mel, sobre todo porque se hizo de forma atolondrada y como queriendo demostrar el verdugo que la vida sería posible sin el madrileño. Se ha demostrado que su destitución no ha servido para nada, pero de ahí a que Mel se considere legitimado para decir que todo se estropeó tras su marcha va un trecho largo. Sé que es humano despojarse de todas las pulgas posibles, pero afirmar que todo fue en dos meses es hacernos comulgar con ruedas de molino.
Por Luis Carlos Peris
¿Cómo que sólo en dos meses?
En tan poco tiempo no ha lugar al tremendo estropicio causado en el Betis, por siempre Real Betis Balompié. En sólo dos meses no hay tiempo para destrozar algo con la efectividad que se ha destrozado algo que hasta parecía consolidado tras haber salido de las peores manos imaginables. En estos dos meses sin Pepe Mel sí es cierto que se ha precipitado el desastre que vive el club, pero es un desastre incubado desde que el árbitro pitó el final del último partido del curso anterior.
Y de eso no hace dos meses, sino siete u ocho, y en el barco que patroneaba ese fiasco llamado José Antonio Bosch era Mel uno de los tripulantes. Tripulante, por cierto, de alta graduación que tenía, además, en la bocamanga el fantástico comodín que era el predicamento que gozaba entre la clientela, léase el beticismo. Y ahí, tras aquel gol de Molina en Valencia que devolvía al Betis a Europa, fue cuando todo el edificio levantado iba a empezar a irse al garete.
Me sorprendió el despido de Mel, sobre todo porque se hizo de forma atolondrada y como queriendo demostrar el verdugo que la vida sería posible sin el madrileño. Se ha demostrado que su destitución no ha servido para nada, pero de ahí a que Mel se considere legitimado para decir que todo se estropeó tras su marcha va un trecho largo. Sé que es humano despojarse de todas las pulgas posibles, pero afirmar que todo fue en dos meses es hacernos comulgar con ruedas de molino.
Por Luis Carlos Peris
¿Cómo que sólo en dos meses?
Comentario