Aquí os dejo un articulo de opinión de Mateo Gonzalez (periodista de ABC-Sevilla y alfinaldelapalmera).
No tiene desperdicio e invito a muchos a leerselo todos los días antes de acostarse a ver si así se enteran de una vez de lo que va la historia.
Merece la pena perder 5 minutos para leerlo.
Responsabilidad y Betis
Hagan un ejercicio de memoria. Desanden tres meses lo vivido. Es difícil, no imposible. Se encontrarán con un Betis pacificado socialmente, con esperanzas deportivas y un consejo bien valorado. ¿Qué ha sucedido en este tiempo para que se instale esta especie de histeria colectiva que ahora lo gobierna todo? Simplemente, el desgaste. Y la irresponsabilidad de quien no valora los contextos. De manera intencionada o no, se han concatenado errores de gestión que de forma asombrosa han opacado lo recorrido. Como si en la balanza pesara igual el millonario beneficio económico y la vertiginosa reducción de la deuda como el despido del director general, el estado del césped o la cercanía de los banquillos. Como si el bético no supiera que el club que quería está más cercano al que hoy es que aquel cuya gestión le hacía no sólo hundirse sino beneficiar, según las múltiples vías judiciales abiertas, a Manuel Ruiz de Lopera y Luis Oliver, tan en boga estos días con ese oportunísimo don de buscar pesca en este río revuelto llamado Betis con ganas de que esta vorágine les disfrace como salvadores.
Nada es casual y la agitación que se promueve desde las madrigueras sigue unos pasos bien marcados. No engañan a nadie. Los béticos tienen que estar inquietos y hasta molestos por la deriva deportiva, evidentemente. Y exigir al consejo su compromiso para esta temporada. Y pedir las medidas oportunas. Pero siempre teniendo en cuenta el contexto. ¿Qué es el Betis hoy? Un club que arrastra una herencia insostenible que llevó a una doble intervención que mantiene a un consejo provisional con manifiestas ataduras económicas y cuya vigencia tiene caducidad marcada. Gestionar con esos condicionantes tiene un mérito tremendo. Porque Miguel Guillén y su equipo han trabajado por el Betis sin pensar quién vendrá, sino por el bien del club. En su transcurso han cometido errores pero ninguno se acerca siquiera a la gravedad de los que hasta hace tan poco se cometían de manera torticera en esas oficinas y que provocaron que los béticos saltaran a las calles para pedir un cambio. Equiparar épocas pretéritas al Betis de hogaño resulta un ejercicio de cinismo que raya el absurdo.
La cascada de apariciones de Lopera, Oliver, Castaño, filtraciones inquietantes interesadas y alucinantes pronósticos optimistas para sus intereses han parido esta irreflexiva sensación de que todo se hace mal en un club que ha sido tratado como ejemplo al saber llevar una gobernanza tan complicada como hemos expuesto. ¿Tienen que recordar cada bache superado? ¿Han de penar de por vida por cambiar al entrenador cuando el equipo estaba mal gestionado y vivía como colista? ¿Acaso una decisión tan objetivamente resuelta puede provocar un estado de insensata guerra civil? ¿Sigue en pie algún nostálgico de Lopera u Oliver? ¿Nadie refresca los 90 millones de euros de deuda? ¿No se tiene en cuenta que lo que hizo el navarro fue fichar con el dinero que no iba a pagar y que ha condicionado el presupuesto destinado a este apartado en los años posteriores? ¿Nadie se acuerda de este ayer?
No se trata de que este consejo viva de la comparación permanente con épocas anteriores, pero sí de valorar con justicia su proceder. Como el fútbol, y la sociedad, andan en esta vertiginosa actualidad de devorar por la tarde lo que ha sucedido en la mañana es comprensible esta amnesia. No ha de ser agradecimiento, sino exigencia. Pero el Betis se juega demasiado el sábado como para convocar un juicio a Stosic, Bosch, Guillén o quien corresponda antes, incluso, de que ruede la pelota. Ya tendrán tiempo los béticos para pasar factura, para evaluar, para que no se repitan los fallos que tienen a su equipo colista. Ora la excesiva prudencia económica de Bosch, ora la impericia de Stosic. Entre otras cuestiones. Es innegable que lo que sucede en el césped es lo que más importa, pero piensen en lo que ha sido el Betis en todos los órdenes y lo que es ahora. Que no olviden los béticos. Ni lo que les inquieta hoy, ni lo que les llevó a exigir un cambio entonces. Quizás el Betis del momento no es el de sus sueños pero se trata del club que les ha tocado vivir por la irresponsabilidad de quien lo gestionó mal y obligó a un juzgado a intervenir. ¿Y el futuro? No lo duden, es de los béticos.
Fuente: Responsabilidad y Betis
No tiene desperdicio e invito a muchos a leerselo todos los días antes de acostarse a ver si así se enteran de una vez de lo que va la historia.
Merece la pena perder 5 minutos para leerlo.
Responsabilidad y Betis
Hagan un ejercicio de memoria. Desanden tres meses lo vivido. Es difícil, no imposible. Se encontrarán con un Betis pacificado socialmente, con esperanzas deportivas y un consejo bien valorado. ¿Qué ha sucedido en este tiempo para que se instale esta especie de histeria colectiva que ahora lo gobierna todo? Simplemente, el desgaste. Y la irresponsabilidad de quien no valora los contextos. De manera intencionada o no, se han concatenado errores de gestión que de forma asombrosa han opacado lo recorrido. Como si en la balanza pesara igual el millonario beneficio económico y la vertiginosa reducción de la deuda como el despido del director general, el estado del césped o la cercanía de los banquillos. Como si el bético no supiera que el club que quería está más cercano al que hoy es que aquel cuya gestión le hacía no sólo hundirse sino beneficiar, según las múltiples vías judiciales abiertas, a Manuel Ruiz de Lopera y Luis Oliver, tan en boga estos días con ese oportunísimo don de buscar pesca en este río revuelto llamado Betis con ganas de que esta vorágine les disfrace como salvadores.
Nada es casual y la agitación que se promueve desde las madrigueras sigue unos pasos bien marcados. No engañan a nadie. Los béticos tienen que estar inquietos y hasta molestos por la deriva deportiva, evidentemente. Y exigir al consejo su compromiso para esta temporada. Y pedir las medidas oportunas. Pero siempre teniendo en cuenta el contexto. ¿Qué es el Betis hoy? Un club que arrastra una herencia insostenible que llevó a una doble intervención que mantiene a un consejo provisional con manifiestas ataduras económicas y cuya vigencia tiene caducidad marcada. Gestionar con esos condicionantes tiene un mérito tremendo. Porque Miguel Guillén y su equipo han trabajado por el Betis sin pensar quién vendrá, sino por el bien del club. En su transcurso han cometido errores pero ninguno se acerca siquiera a la gravedad de los que hasta hace tan poco se cometían de manera torticera en esas oficinas y que provocaron que los béticos saltaran a las calles para pedir un cambio. Equiparar épocas pretéritas al Betis de hogaño resulta un ejercicio de cinismo que raya el absurdo.
La cascada de apariciones de Lopera, Oliver, Castaño, filtraciones inquietantes interesadas y alucinantes pronósticos optimistas para sus intereses han parido esta irreflexiva sensación de que todo se hace mal en un club que ha sido tratado como ejemplo al saber llevar una gobernanza tan complicada como hemos expuesto. ¿Tienen que recordar cada bache superado? ¿Han de penar de por vida por cambiar al entrenador cuando el equipo estaba mal gestionado y vivía como colista? ¿Acaso una decisión tan objetivamente resuelta puede provocar un estado de insensata guerra civil? ¿Sigue en pie algún nostálgico de Lopera u Oliver? ¿Nadie refresca los 90 millones de euros de deuda? ¿No se tiene en cuenta que lo que hizo el navarro fue fichar con el dinero que no iba a pagar y que ha condicionado el presupuesto destinado a este apartado en los años posteriores? ¿Nadie se acuerda de este ayer?
No se trata de que este consejo viva de la comparación permanente con épocas anteriores, pero sí de valorar con justicia su proceder. Como el fútbol, y la sociedad, andan en esta vertiginosa actualidad de devorar por la tarde lo que ha sucedido en la mañana es comprensible esta amnesia. No ha de ser agradecimiento, sino exigencia. Pero el Betis se juega demasiado el sábado como para convocar un juicio a Stosic, Bosch, Guillén o quien corresponda antes, incluso, de que ruede la pelota. Ya tendrán tiempo los béticos para pasar factura, para evaluar, para que no se repitan los fallos que tienen a su equipo colista. Ora la excesiva prudencia económica de Bosch, ora la impericia de Stosic. Entre otras cuestiones. Es innegable que lo que sucede en el césped es lo que más importa, pero piensen en lo que ha sido el Betis en todos los órdenes y lo que es ahora. Que no olviden los béticos. Ni lo que les inquieta hoy, ni lo que les llevó a exigir un cambio entonces. Quizás el Betis del momento no es el de sus sueños pero se trata del club que les ha tocado vivir por la irresponsabilidad de quien lo gestionó mal y obligó a un juzgado a intervenir. ¿Y el futuro? No lo duden, es de los béticos.
Fuente: Responsabilidad y Betis
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