—Pasarán en breve el examen de la asamblea, ¿cómo está el Betis económicamente?
—Tenemos la junta en noviembre, ante la que prevemos presentar un beneficio de algo más de once millones de euros. Una cuestión que nos preocupaba mucho cuando llegamos y que nos ha ido empujando a una economía restrictiva y cuidada es que teníamos patrimonio neto negativo. Es algo solucionable con una ampliación de capital, que está vedada para el Betis, o a base de generar beneficio, que es lo que hacemos. El día de la junta si no lo tenemos positivo, lo rozaremos, y a partir de ahí entramos en una situación de mayor relax económico.
—Pero tienen una serie de obligaciones ineludibles por el concurso...
—El fijo es el cumplimiento del plan de viabilidad. Los efectos de las resoluciones de los procedimientos que le ganamos a Hacienda empezarán a incidir a la baja pero todavía no es así prácticamente. Hasta que la Agencia Tributaria no se siente con nosotros y asuma que tenemos que pagar quince millones menos tenemos que seguir igual. Si terminamos de modificar ese convenio con Hacienda, pagaremos menos pero hasta entonces cada semestre tenemos que abonar tres millones, cada junio cuatro millones y algo y si tenemos un ingreso por ventas, el 25 por ciento va a lo créditos ordinarios y el quince, a Hacienda. Salir del patrimonio neto negativo, eso sí, genera liquidez.
—¿Por qué son tan consevadores?
—Nuestros presupuestos están trazados a ocho años vista. Hay un plan de viabilidad y se verá la diferencia cuando terminemos de pagar las obligaciones. En una compañía normal puedes invertir en hacerte con más maquinaria y si te equivocas hay tres vías: pides financiación, algo que lo tenemos negado al estar en concurso; hacer una ampliación de capital, que lo tenemos vedado; o la venta de activos, lo contrario de lo que queremos. Ello te obliga a ser tremendamente conservador en el planteamiento. La entidad vive exclusivamente de sus recursos. Si tenemos un tropezón económico nadie va a venir en nuestra ayuda. Y la penalización si incumplimos los pagos es la liquidación. Existe el riesgo. El Betis sólo cuenta con el Betis. Si vienen mal dadas, no hay capacidad de reacción. Es lo que nos diferencia, por ejemplo, del Villarreal, que tiene un accionista mayoritario que puede meter el dinero cuando quiera, ir al banco o pedir aval a los socios. Nosotros tenemos una prudencia obligada. Lo mejor es que tenemos liquidez para afrontar cualquier situación sorpresa y que nuestra deuda ha bajado de los 90 a menos de 30 millones. Ahora podemos salir a hacer un fichaje, si es necesario. También para pagar los vencimientos y los salarios.
—¿Los buenos resultados deportivos de los últimos años han anestesiado esta visión sobre el club?
—Si es así, nos hemos equivocado nosotros con el mensaje. Ambas parcelas van en paralelo. El club estaba en Segunda, pasó a Primera, se mantuvo y fue a Europa. No hay razón para pensar que este año sea distinto. ¿Que sería más ilusionante hacer un fichaje mediático? Lo que nos tiene que dar tranquilidad es que el Betis es una institución de 106 años y que trabajamos pensando en otros tantos. Nos tiene que dar satisfacción que el cimiento cada vez es más de hormigón y menos de barro.
—¿Firmaría que en los próximos tres años quedara el Betis siempre décimo pero que se acabara el concurso?
—Lo de firmar el resultado en una competición es complicado pero si eso fuese posible, sin ninguna duda. Y le voy a dar razones. Sigo manteniendo que la situación del fútbol español es complicada. Y mantengo que el Betis lleva una ventaja con otros clubes en relación al saneamiento. Algunos han empezado este año con las dificultades y, de golpe y porrazo, han empezado a pensar que tienen que reducir presupuesto, no fichar, no acabar las obras que comenzaron... Llevamos ventaja y terminaremos antes que otros. Si hacemos bien nuestra tarea veremos, además, el resultado de nuestra fábrica produciendo jugadores. Hay quien piensa que se van Pozuelo y Adrián y se acaba el Proyecto Heliópolis. No es así. Se le verá la vida en cinco años, porque es lo que tardan en madurar los jugadores. Cuando traes a un chico de 16 años el nivel de incidencia es escasito. Necesitamos una determinada edad para incidir en ellos. Estamos convencidos el consejo y los técnicos de que es lo correcto. Aquí a veces se personaliza todo de manera increíble. Anécdotas aparte, hasta si Rubén se lesiona hay un culpable directo y, además, tiene un bigote. Al margen de eso, todos coinciden en que Heliópolis dará resultados. Si tienes tu fábrica a punto, la economía saneada y puedes ir al mercado a comprar lo que te falta estaremos en una situación de competencia mejor que el resto.
—Pero su evaluación es tan a largo plazo que pueden incidir demasiados factores para que sea realidad.
—En este país hay pocos bosques porque tardan mucho en crecer los árboles y el que los plantó no puede hacerse la foto con ellos. Esa mentalidad es ruinosa para la empresa. Nosotros tenemos que trabajar como si pudiéramos hacernos esa foto. Suponemos que cuando crezan esos árboles, los que estén serán respetuosos con el proyecto, que ha sido definido en reuniones en esta misma sala (de reuniones del estadio) por el entrenador, el director deportivo y los responsables de cantera. No fue fácil. Está todo protocolarizado. Y los entrenadores que se vayan incorporando al club, no sólo en el primer equipo, sino en la cantera, han de adaptarse porque si no sería incoherente. Lo razonable es mantener el proyecto. No sería lógico que en cinco años se fiche a un entrenador estrella que diga que quiere a cinco de su país y a cuatro de otro. Eso se cargaría la idea y su fuerza.
—Cada vez parece más claro que ustedes no verán esos frutos como dirigentes, ¿no?
—El proyecto Heliópolis es una manera de trabajar y funcionar. Un ejemplo es el programa Director 11. Toda la vida del club pasa por él. Lo hemos adaptado, estamos volcando información y en un año y medio le sacaremos provecho. ¿No tenemos que hacerlo porque tarda mucho en hacerse? No. Nuestra mentalidad es que si es la decisión correcta, se hace con independencia de a quién le sirva. Todos los técnicos, preparadores y médicos anotan los resultados y datos en sus tabletas. Y sirve para cualquiera. Nuestro objetivo está definido:sacar el máximo de canteranos posibles para el primer equipo. Y por ello nos planteamos nuestra fábrica, con la idea de darle una protección y educación a nuestros menores. Esas definiciones hacen que un entrenador no ponga a un chico estupendo de infantiles porque ha traído cuatro cates. En otro momento daba igual porque el objetivo era ganar, pero ahora es la gloria del primer equipo, es lo que genera ilusión a nuestra afición. Por ejemplo, le puedo decir que el absentismo escolar de la residencia ha bajado de un 75-80 por ciento a menos de un diez. En los institutos que nos rodean ya no se habla de los chicos del Betis. Hemos avanzado en nutrición. En el programa Director 11, precisamente, veía el otro día las quejas de algunos chavales por la comida porque decían que había mucha verdura en las guarniciones. Tenemos que caminar hacia el horizonte aunque a lo mejor no llegues en la vida.
—¿Qué le queda en el cargo?
—Hay un momento importante en la instrucción tras las declaraciones de noviembre, ya que puede producirse el cierre. Eso aceleraría la resolución judicial, pero hasta entonces no soy capaz de poner una fecha.
—¿Ve inquietantes los movimientos que se sucitan alrededor del club, como los del exconsejero Castaño?
—Creo que para mucha gente es absolutamente importante ser consejero del Betis. Mucha gente daría medio dedo por entrar. Eso me da la sensación que me da estamos en una entidad atractiva y con fuerza, porque que se haga tanto para estar es algo que me alegra. Somos un polo de atracción. Para nosotros, y hablo por el consejo, no es inquietante, porque ninguno tiene vocación de hacer carrera o posicionarse. Estamos al margen de lo que venga después. En un ejercicio de salud mental y responsabilidad asumimos que tenemos que trabajar hasta el día que salgamos y ningún minuto más. Trabajamos por el Betis y debemos olvidar los titulares futuros, nos gusten o no. Todo lo que sucede, pues, me produce curiosidad. Poco más.
—¿No teme que después de un buen trabajo todo se pueda estropear?
—Recuerdo la presentación que hicimos en Antares. Allí definimos el camino diciendo que el Betis había aguantado una guerra civil, la monarquía, la república, sublevación en las colonias, inundaciones... Con ello superado teníamos el convencimiento de que el club tenía la fuerza suficienta para superar cualquier adversidad sin necesidad de salvadores. Ya vemos que genera recursos por sí mismo para sobrevivir. Aun siendo eso cierto, que le dediques muchas horas a este proyecto hace que creamos que debe consolidarse y que los béticos lo disfruten. Nos gustaría que fuera así, nos daría mucha pena que nuestro esfuerzo no sirviera pero confiamos en que sí, que aparecerán los béticos porque el Betis tiene tanta fuerza, es tan atractivo... Invertir en el Betis, si se pudiera, es un negocio realmente importante. Si con 90 millones de deuda se valoró en 32 millones, una buena pregunta es saber cuánto vale ahora. Debe ser bastante más. Esta inercia que lleva el club va a ser difícil pararla, ni aunque se quiera. Seguro que será más complicado trabajar en el Betis cuando se vaya este consejo que ahora mismo.
—¿Una previsible atomización de acciones puede hacer ingobernable la entidad si se divide en dos paquetes muy fuertes?
—Mire, la fórmula alemana apuesta por la inexistencia del accionista mayoritario y los clubes son tremendamente estables. La atomización, en muchas ocasiones, tiende a favorecer los pactos. A lo mejor es una forma de estabilidad.
—¿Volverá Lopera?
—Decir cómo van a terminar las resoluciones judiciales es complicado. Lo que es seguro es que el accionista mayoritario sigue siendo Farusa, eso no ha cambiado hasta la fecha. Habrá béticos a los que les guste y a otros no, pero es lo que hay. ¿Si va a ser presidente? Por lo que manifiesta la gente y lo que él ha dicho, no lo parece.
—Cambiando de tercio, ¿cuál es el argumento para explicar que usted no es el señor malo que guarda dinero y no hace fichajes?
—Tengo una ventaja, y es que no tomo la decisión en los fichajes. Eso sí, tengo asumido que si no marcamos los goles, es culpa mía (sonríe). Cuando se negocian los fichajes en casos puntuales me meten para cláusulas concretas, pero los contratos los hemos ido protocolizando para que sean todos iguales. He tenido la sensación de que trabajo desnudo en una pecera. Lo que digas en público hay que mantenerlo en privado y al revés. Soy consciente, porque lo he aprendido, de que la repercusión mediática es tremenda pero también me he dado cuenta de que no toda la opinión publicada corresponde con la opinión pública. Tengo mis termómetros. Llevo a los niños al colegio, voy al mismo supermercado, voy en autobús. Se me acercan, no béticos, sino sevillanos y la opinión no coincide muchas veces a la hora de definirme con un tacaño. Además, hay que recordar que no siempre mi propuesta ha sido la que ha salido elegida en el consejo. Afortunadamente, no vamos a hacer carrera electoral. Los resultados que tenemos que dar es que el Betis estaba en uno y ahora está en siete. La valoración es buena en conjunto.
—¿Se han hecho las cosas bien en el asunto Rubén Castro con tanto tiempo perdido y sin traer a alguien que le sustituyera?
—Uno puede tener la visión que quiera, pero hay unos profesionales que toman decisiones. El propio doctor Cáceres nos puso ejemplos como el de Guardiola y otros. Rubén ha tenido la mala suerte de que una lesión ha tapado a la otra. Yo no soy nadie para discutir la decisión de los profesionales. Me hubiese gustado lo que a cualquiera, que le hubieran visto el asunto antes. Yo soy incapaz de valorar si lo han hecho bien o mal. Pepe Mel no nos pidió un delantero, entre otras cosas, porque hasta que no se abra el mercado no hay nada que hacer. Uno, además, va sabiendo de fútbol y las urgencias dicen que lo que hoy es un delantero, mañana puede ser un portero o un lateral. Para qué te vas a alarmar si no había nada que hacer hasta la apertura del mercado. La obligación del consejo es retirarse de la estructura mental del aficionado y trabajar con mayor visión.
"Firmo acabar décimo los tres próximos años y salir del concurso"
—Tenemos la junta en noviembre, ante la que prevemos presentar un beneficio de algo más de once millones de euros. Una cuestión que nos preocupaba mucho cuando llegamos y que nos ha ido empujando a una economía restrictiva y cuidada es que teníamos patrimonio neto negativo. Es algo solucionable con una ampliación de capital, que está vedada para el Betis, o a base de generar beneficio, que es lo que hacemos. El día de la junta si no lo tenemos positivo, lo rozaremos, y a partir de ahí entramos en una situación de mayor relax económico.
—Pero tienen una serie de obligaciones ineludibles por el concurso...
—El fijo es el cumplimiento del plan de viabilidad. Los efectos de las resoluciones de los procedimientos que le ganamos a Hacienda empezarán a incidir a la baja pero todavía no es así prácticamente. Hasta que la Agencia Tributaria no se siente con nosotros y asuma que tenemos que pagar quince millones menos tenemos que seguir igual. Si terminamos de modificar ese convenio con Hacienda, pagaremos menos pero hasta entonces cada semestre tenemos que abonar tres millones, cada junio cuatro millones y algo y si tenemos un ingreso por ventas, el 25 por ciento va a lo créditos ordinarios y el quince, a Hacienda. Salir del patrimonio neto negativo, eso sí, genera liquidez.
—¿Por qué son tan consevadores?
—Nuestros presupuestos están trazados a ocho años vista. Hay un plan de viabilidad y se verá la diferencia cuando terminemos de pagar las obligaciones. En una compañía normal puedes invertir en hacerte con más maquinaria y si te equivocas hay tres vías: pides financiación, algo que lo tenemos negado al estar en concurso; hacer una ampliación de capital, que lo tenemos vedado; o la venta de activos, lo contrario de lo que queremos. Ello te obliga a ser tremendamente conservador en el planteamiento. La entidad vive exclusivamente de sus recursos. Si tenemos un tropezón económico nadie va a venir en nuestra ayuda. Y la penalización si incumplimos los pagos es la liquidación. Existe el riesgo. El Betis sólo cuenta con el Betis. Si vienen mal dadas, no hay capacidad de reacción. Es lo que nos diferencia, por ejemplo, del Villarreal, que tiene un accionista mayoritario que puede meter el dinero cuando quiera, ir al banco o pedir aval a los socios. Nosotros tenemos una prudencia obligada. Lo mejor es que tenemos liquidez para afrontar cualquier situación sorpresa y que nuestra deuda ha bajado de los 90 a menos de 30 millones. Ahora podemos salir a hacer un fichaje, si es necesario. También para pagar los vencimientos y los salarios.
—¿Los buenos resultados deportivos de los últimos años han anestesiado esta visión sobre el club?
—Si es así, nos hemos equivocado nosotros con el mensaje. Ambas parcelas van en paralelo. El club estaba en Segunda, pasó a Primera, se mantuvo y fue a Europa. No hay razón para pensar que este año sea distinto. ¿Que sería más ilusionante hacer un fichaje mediático? Lo que nos tiene que dar tranquilidad es que el Betis es una institución de 106 años y que trabajamos pensando en otros tantos. Nos tiene que dar satisfacción que el cimiento cada vez es más de hormigón y menos de barro.
—¿Firmaría que en los próximos tres años quedara el Betis siempre décimo pero que se acabara el concurso?
—Lo de firmar el resultado en una competición es complicado pero si eso fuese posible, sin ninguna duda. Y le voy a dar razones. Sigo manteniendo que la situación del fútbol español es complicada. Y mantengo que el Betis lleva una ventaja con otros clubes en relación al saneamiento. Algunos han empezado este año con las dificultades y, de golpe y porrazo, han empezado a pensar que tienen que reducir presupuesto, no fichar, no acabar las obras que comenzaron... Llevamos ventaja y terminaremos antes que otros. Si hacemos bien nuestra tarea veremos, además, el resultado de nuestra fábrica produciendo jugadores. Hay quien piensa que se van Pozuelo y Adrián y se acaba el Proyecto Heliópolis. No es así. Se le verá la vida en cinco años, porque es lo que tardan en madurar los jugadores. Cuando traes a un chico de 16 años el nivel de incidencia es escasito. Necesitamos una determinada edad para incidir en ellos. Estamos convencidos el consejo y los técnicos de que es lo correcto. Aquí a veces se personaliza todo de manera increíble. Anécdotas aparte, hasta si Rubén se lesiona hay un culpable directo y, además, tiene un bigote. Al margen de eso, todos coinciden en que Heliópolis dará resultados. Si tienes tu fábrica a punto, la economía saneada y puedes ir al mercado a comprar lo que te falta estaremos en una situación de competencia mejor que el resto.
—Pero su evaluación es tan a largo plazo que pueden incidir demasiados factores para que sea realidad.
—En este país hay pocos bosques porque tardan mucho en crecer los árboles y el que los plantó no puede hacerse la foto con ellos. Esa mentalidad es ruinosa para la empresa. Nosotros tenemos que trabajar como si pudiéramos hacernos esa foto. Suponemos que cuando crezan esos árboles, los que estén serán respetuosos con el proyecto, que ha sido definido en reuniones en esta misma sala (de reuniones del estadio) por el entrenador, el director deportivo y los responsables de cantera. No fue fácil. Está todo protocolarizado. Y los entrenadores que se vayan incorporando al club, no sólo en el primer equipo, sino en la cantera, han de adaptarse porque si no sería incoherente. Lo razonable es mantener el proyecto. No sería lógico que en cinco años se fiche a un entrenador estrella que diga que quiere a cinco de su país y a cuatro de otro. Eso se cargaría la idea y su fuerza.
—Cada vez parece más claro que ustedes no verán esos frutos como dirigentes, ¿no?
—El proyecto Heliópolis es una manera de trabajar y funcionar. Un ejemplo es el programa Director 11. Toda la vida del club pasa por él. Lo hemos adaptado, estamos volcando información y en un año y medio le sacaremos provecho. ¿No tenemos que hacerlo porque tarda mucho en hacerse? No. Nuestra mentalidad es que si es la decisión correcta, se hace con independencia de a quién le sirva. Todos los técnicos, preparadores y médicos anotan los resultados y datos en sus tabletas. Y sirve para cualquiera. Nuestro objetivo está definido:sacar el máximo de canteranos posibles para el primer equipo. Y por ello nos planteamos nuestra fábrica, con la idea de darle una protección y educación a nuestros menores. Esas definiciones hacen que un entrenador no ponga a un chico estupendo de infantiles porque ha traído cuatro cates. En otro momento daba igual porque el objetivo era ganar, pero ahora es la gloria del primer equipo, es lo que genera ilusión a nuestra afición. Por ejemplo, le puedo decir que el absentismo escolar de la residencia ha bajado de un 75-80 por ciento a menos de un diez. En los institutos que nos rodean ya no se habla de los chicos del Betis. Hemos avanzado en nutrición. En el programa Director 11, precisamente, veía el otro día las quejas de algunos chavales por la comida porque decían que había mucha verdura en las guarniciones. Tenemos que caminar hacia el horizonte aunque a lo mejor no llegues en la vida.
—¿Qué le queda en el cargo?
—Hay un momento importante en la instrucción tras las declaraciones de noviembre, ya que puede producirse el cierre. Eso aceleraría la resolución judicial, pero hasta entonces no soy capaz de poner una fecha.
—¿Ve inquietantes los movimientos que se sucitan alrededor del club, como los del exconsejero Castaño?
—Creo que para mucha gente es absolutamente importante ser consejero del Betis. Mucha gente daría medio dedo por entrar. Eso me da la sensación que me da estamos en una entidad atractiva y con fuerza, porque que se haga tanto para estar es algo que me alegra. Somos un polo de atracción. Para nosotros, y hablo por el consejo, no es inquietante, porque ninguno tiene vocación de hacer carrera o posicionarse. Estamos al margen de lo que venga después. En un ejercicio de salud mental y responsabilidad asumimos que tenemos que trabajar hasta el día que salgamos y ningún minuto más. Trabajamos por el Betis y debemos olvidar los titulares futuros, nos gusten o no. Todo lo que sucede, pues, me produce curiosidad. Poco más.
—¿No teme que después de un buen trabajo todo se pueda estropear?
—Recuerdo la presentación que hicimos en Antares. Allí definimos el camino diciendo que el Betis había aguantado una guerra civil, la monarquía, la república, sublevación en las colonias, inundaciones... Con ello superado teníamos el convencimiento de que el club tenía la fuerza suficienta para superar cualquier adversidad sin necesidad de salvadores. Ya vemos que genera recursos por sí mismo para sobrevivir. Aun siendo eso cierto, que le dediques muchas horas a este proyecto hace que creamos que debe consolidarse y que los béticos lo disfruten. Nos gustaría que fuera así, nos daría mucha pena que nuestro esfuerzo no sirviera pero confiamos en que sí, que aparecerán los béticos porque el Betis tiene tanta fuerza, es tan atractivo... Invertir en el Betis, si se pudiera, es un negocio realmente importante. Si con 90 millones de deuda se valoró en 32 millones, una buena pregunta es saber cuánto vale ahora. Debe ser bastante más. Esta inercia que lleva el club va a ser difícil pararla, ni aunque se quiera. Seguro que será más complicado trabajar en el Betis cuando se vaya este consejo que ahora mismo.
—¿Una previsible atomización de acciones puede hacer ingobernable la entidad si se divide en dos paquetes muy fuertes?
—Mire, la fórmula alemana apuesta por la inexistencia del accionista mayoritario y los clubes son tremendamente estables. La atomización, en muchas ocasiones, tiende a favorecer los pactos. A lo mejor es una forma de estabilidad.
—¿Volverá Lopera?
—Decir cómo van a terminar las resoluciones judiciales es complicado. Lo que es seguro es que el accionista mayoritario sigue siendo Farusa, eso no ha cambiado hasta la fecha. Habrá béticos a los que les guste y a otros no, pero es lo que hay. ¿Si va a ser presidente? Por lo que manifiesta la gente y lo que él ha dicho, no lo parece.
—Cambiando de tercio, ¿cuál es el argumento para explicar que usted no es el señor malo que guarda dinero y no hace fichajes?
—Tengo una ventaja, y es que no tomo la decisión en los fichajes. Eso sí, tengo asumido que si no marcamos los goles, es culpa mía (sonríe). Cuando se negocian los fichajes en casos puntuales me meten para cláusulas concretas, pero los contratos los hemos ido protocolizando para que sean todos iguales. He tenido la sensación de que trabajo desnudo en una pecera. Lo que digas en público hay que mantenerlo en privado y al revés. Soy consciente, porque lo he aprendido, de que la repercusión mediática es tremenda pero también me he dado cuenta de que no toda la opinión publicada corresponde con la opinión pública. Tengo mis termómetros. Llevo a los niños al colegio, voy al mismo supermercado, voy en autobús. Se me acercan, no béticos, sino sevillanos y la opinión no coincide muchas veces a la hora de definirme con un tacaño. Además, hay que recordar que no siempre mi propuesta ha sido la que ha salido elegida en el consejo. Afortunadamente, no vamos a hacer carrera electoral. Los resultados que tenemos que dar es que el Betis estaba en uno y ahora está en siete. La valoración es buena en conjunto.
—¿Se han hecho las cosas bien en el asunto Rubén Castro con tanto tiempo perdido y sin traer a alguien que le sustituyera?
—Uno puede tener la visión que quiera, pero hay unos profesionales que toman decisiones. El propio doctor Cáceres nos puso ejemplos como el de Guardiola y otros. Rubén ha tenido la mala suerte de que una lesión ha tapado a la otra. Yo no soy nadie para discutir la decisión de los profesionales. Me hubiese gustado lo que a cualquiera, que le hubieran visto el asunto antes. Yo soy incapaz de valorar si lo han hecho bien o mal. Pepe Mel no nos pidió un delantero, entre otras cosas, porque hasta que no se abra el mercado no hay nada que hacer. Uno, además, va sabiendo de fútbol y las urgencias dicen que lo que hoy es un delantero, mañana puede ser un portero o un lateral. Para qué te vas a alarmar si no había nada que hacer hasta la apertura del mercado. La obligación del consejo es retirarse de la estructura mental del aficionado y trabajar con mayor visión.
"Firmo acabar décimo los tres próximos años y salir del concurso"
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