Siempre es enriquecedor visitar Cataluña con el Betis, tanto si has tenido la oportunidad de hacerlo anteriormente, como si repites. La llegada de nuestro club a lo que muchos llaman "la Novena Provincia" es mucho más que un simple partido de la tercera jornada de Liga.
Para los miles de béticos catalanes supone un reencuentro con sus orígenes, con el club representativo de esa clase obrera que en la década de los setenta tuvo que abandonar su tierra para labrarse un futuro digno. Bien podrían ser seguidores del laureado Barça los hijos y nietos de aquellos emigrantes. O del mismo Espanyol, un histórico acostumbrado a vivir a la sombra de sus vecinos culés.
Pero no. Son tan béticos como tú, que vives en Triana o el Cerro del Águila. O como yo, que nací y vivo en Ronda. Algunos tienen más de veinte años de edad y no han pisado todavía el Benito Villamarín, pero sienten al Betis como si estuviesen cada quince días en el corazón de Gol Sur. Esperan todo un año a que su equipo visite Cornellá y así poder demostrar su fidelidad a Andalucía y el Betis.
Familias enteras vestidas de verdiblanco. Camisetas Macron que alternan con otras cargadas de historia y que, si pudieran hablar, contarían que han visto decenas de veces al Betis en Cataluña, en Sarriá, Montjuic, el Camp Nou o Palamós.
Un trato exquisito a los que subimos desde Andalucía para compartir con ellos ese día tan especial. Historias que te hacen sentirte un privilegiado por poder ir tan a menudo al Villamarín. Una pasión por las trece barras que se transmite y conserva entre generaciones.
He perdido la cuenta de peñas con las que cuenta el Glorioso en Cataluña. La última es la de Olesa de Montserrat, que fue inaugurada el sábado. Allí el beticismo crece cada año y, a diferencia de otros clubes, la masa social no engorda en años de bonanza, porque se mantenía en los de las vacas flacas de Segunda.
Unos 988 kilómetros separan la avenida de La Palmera del estadio de Cornellá-El Prat, aunque como dijo el orador francés Henri Lacordaire, "la distancia es la piedra de toque de los verdaderos afectos". Y a estas alturas nadie puede tener la más mínima duda de la fidelidad y el amor a nuestro escudo por parte de los béticos catalanes. Un ejemplo para los que tenemos cerca a nuestro club y un motivo de orgullo para todos.
By Arunda
Para los miles de béticos catalanes supone un reencuentro con sus orígenes, con el club representativo de esa clase obrera que en la década de los setenta tuvo que abandonar su tierra para labrarse un futuro digno. Bien podrían ser seguidores del laureado Barça los hijos y nietos de aquellos emigrantes. O del mismo Espanyol, un histórico acostumbrado a vivir a la sombra de sus vecinos culés.
Pero no. Son tan béticos como tú, que vives en Triana o el Cerro del Águila. O como yo, que nací y vivo en Ronda. Algunos tienen más de veinte años de edad y no han pisado todavía el Benito Villamarín, pero sienten al Betis como si estuviesen cada quince días en el corazón de Gol Sur. Esperan todo un año a que su equipo visite Cornellá y así poder demostrar su fidelidad a Andalucía y el Betis.
Familias enteras vestidas de verdiblanco. Camisetas Macron que alternan con otras cargadas de historia y que, si pudieran hablar, contarían que han visto decenas de veces al Betis en Cataluña, en Sarriá, Montjuic, el Camp Nou o Palamós.
Un trato exquisito a los que subimos desde Andalucía para compartir con ellos ese día tan especial. Historias que te hacen sentirte un privilegiado por poder ir tan a menudo al Villamarín. Una pasión por las trece barras que se transmite y conserva entre generaciones.
He perdido la cuenta de peñas con las que cuenta el Glorioso en Cataluña. La última es la de Olesa de Montserrat, que fue inaugurada el sábado. Allí el beticismo crece cada año y, a diferencia de otros clubes, la masa social no engorda en años de bonanza, porque se mantenía en los de las vacas flacas de Segunda.
Unos 988 kilómetros separan la avenida de La Palmera del estadio de Cornellá-El Prat, aunque como dijo el orador francés Henri Lacordaire, "la distancia es la piedra de toque de los verdaderos afectos". Y a estas alturas nadie puede tener la más mínima duda de la fidelidad y el amor a nuestro escudo por parte de los béticos catalanes. Un ejemplo para los que tenemos cerca a nuestro club y un motivo de orgullo para todos.
By Arunda
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