Creo que es interesante la lectura de este blog que viene en AS. Explica la situación encontrada entre Mel y Matilla.
Creo que este es el sitio.
Comenzó un nuevo curso y con él regresa Mr. Pentland, el rincón de los entrenadores. Y lo hace con más alegría que de costumbre porque de nuevo se respira un ambiente de cordialidad en los banquillos. Sobre todo en España. Si la marcha de Guardiola ya rebajó la marejada en nuestra Liga, ahora sin Mourinho las aguas vuelven a su cauce. Las nuevas incorporaciones gustan. El Tata parece que aportará una línea continuista. Ancelotti, las buenas costumbres sin estridencias. Luis Enrique, la obsesión por el ataque en Vigo. Como Djukic en Valencia o Arrasate en San Sebastián. Valverde ya ha devuelto el optimismo al Athletic con un solo partido. Pero esto no ha hecho más que arrancar. Tengo mucho interés por ver aún si JIM obrará otro milagro y por comprobar si Jémez será capaz de agrandar la historia a pesar de que sus estrellas han volado. También si Marcelino reflotará al Submarino o si Schuster, único campeón de Liga en el campeonato, recuperará el hambre en Málaga.
De esta primera jornada podría elegir para analizar un detalle ya manido. Pero me imagino que, como yo, ya estarán aburridos de la telenovela Casillas, del ninguneo a un gran portero como Diego López y de la ‘guerra civil’ en torno a este culebrón. Esa alimentada por los que odian al capitán sin recordar su currículum, por los amigos que defienden lo indefendible y por todos aquellos que creen todo lo que oyen y escuchan sin ser capaces de elaborar una opinión objetiva sin tomarla prestada de alguna tertulia. Para mí, el foco ha estado al otro lado del puente aéreo tras el 7-0 al Levante. Aunque ya vi indicios en pretemporada. El egoísmo de los futbolistas, siempre presente en este mundillo, volvió a aflorar. Esta vez en el Barcelona. El club que presume de valores.
Ya me lo dijo un día el actual entrenador del Villarreal: “Si volviera a ser jugador no rajaría de los entrenadores como lo hacía en el vestuario”. Una costumbre difícil de erradicar hasta que uno no se sitúa en el lugar del otro. Sobre todo por lo sencillo que es justificar una suplencia, una mala temporada o la falta de títulos señalando a uno y liberando a todos. De forma natural, y en ocasiones sin pretender hacer daño, Pedro, Alves, Xavi, Busquets y hasta el propio Martino se han mostrado tan efusivos con la recuperación de las buenas sensaciones colectivas que han arrinconado a Tito Vilanova y han desprestigiado a Jordi Roura. A un campeón de Liga y a un “héroe” (Rosell dixit) cuya valentía está fuera de toda duda. Unos dardos sin tacto que no se olvidarán por mucho que ahora se maticen y que no han ido acompañados de ni una sola señal de autocrítica. “Desde que se fue Tito no trabajamos la táctica”. “Hemos vuelto a hacer cosas archivadas”. “Hemos presionado como el año pasado no hacíamos”… Ojo, la vida futbolística da muchas vueltas y es mejor recorrerla sin acumular enemigos.
La inesperada catarata de desprecios en la zona mixta del Camp Noyu me pilló con un ojo ya puesto en el Madrid-Betis, donde precisamente estaba reflexionando sobre los beneficios que tiene saber contener las opiniones en público y reservarlas para descargar el amor propio y la frustración en casa. Sobre el césped del Bernabéu pudimos ver un buen ejemplo. Hasta a los béticos les cogió por sorpresa. Pepe Mel, uno de esos entrenadores que ya se han ganado el respeto del fútbol mundial por hacer jugar a su equipo como un grande, sorprendió con la inclusión de Matilla en su 4-1-4-1, traída aquí porque me han preguntado por él en una semana más que en toda su vida. Algo que entiendo. Hasta hace cinco o seis años él era mi pariente y desde que despuntó en el Villarreal yo he pasado a ser su orgulloso primo.
¿Por qué jugó Matilla si lo querían ceder y no se entendía con Mel? Porque ninguno de los dos protagonistas airearon sus diferencias. Un desahogo pasado hubiera estropeado esta reconciliación actual.
Llegó un día en el que Pepe Mel y Matilla se divorciaron. Cada uno tenía sus motivos. El técnico del Betis peleó su fichaje del Villarreal en mitad del lío concursal que tanto condiciona la caja. Convenció al club para desembolsar casi un millón y medio de euros por él, siendo el único jugador por el que el Betis pagó hace tres veranos. Mel estaba obsesionado por este fino mediocentro que debutó con la Sub-21 de López Caro en el Carlos Tartiere de Oviedo y que interesaba hasta al mismísimo Alex Ferguson. Llegó la hora de hacer la pretemporada y el manchego llegó con menos fondo físico del deseado por haber alargado en exceso el verano, quizás confiado de que la juventud es un divino tesoro. Empezaron los entrenamientos y al fichaje estrella le faltaban marchas. Mel se mosqueó. A Javi le costó mucho arrancar y cuando se dio cuenta de que estaba lejos de su nivel e intentó forzar se le acumularon las lesiones. Sobre todo una de rodilla. La afición se impacientaba. Mel tardó en verle a punto y cuando tiró de él no le gustó lo que vio. En tres de los cuatro partidos que jugó de titular le quitó en el descanso. Pocos casos similares he visto en mi vida. Matilla, que jugó sólo 381 minutos, ya tenía puesta una cruz.
Acabó la temporada y se oficializó la ruptura. La broma le costó al mediocentro una cesión al Murcia, donde a pesar del desfallecimiento del equipo tras un buen arranque, cogió galones, se acercó a la portería y se vistió de pichichi (12 goles) ante la atenta mirada del beticismo. Una gran temporada emborronada por aquella reacción desproporcionada, guiado por la impotencia, contra un árbitro. Volvió tras una sanción de seis partidos y continuó con su obsesión por no caer en el olvido. Su entorno y sus agentes le hicieron ver que si a su talento le unía una vida profesional de 24 horas al día, el Betis le recuperaría. Jamás tuvo rencor. Es más, se pasó de autocrítica. En cada entrevista, e hizo unas cuantas, reconoció su culpa por haber fallado en el Betis y prometió reconducir su carrera para volver a ser el que fue. No hablo demasiado con él, pero jamás le escuché mencionar en público a Mel por mucho que le sobraran las ganas. Sabe que es quien más caña le ha dado y el que mejor le ha hecho entender las cosas.
El míster quería ver su recuperación con sus propios ojos. No le valían los resúmenes de la jornada ni segundas opiniones. Le esperó en esta nueva pretemporada tras su año de castigo con esa cesión. Su gran apuesta le había dejado mal en su día y no iba a consentirle ni una más. De hecho, partía en el carrito de transferibles. A pesar de que le necesitaba tras las salidas de Beñat y Cañas. Con verle en el primer entrenamiento se dio cuenta que ése sí era el futbolista por el que el Betis invirtió. De descartado pasó a titular en el estreno liguero. Y eso que Xavi Torres, el nuevo fichaje, ya estaba para jugar. Mel le otorgó la responsabilidad que le tenía asignada desde que lo fichó, le ha dado el ‘5’ y el centro del campo y ahora hasta puede que le reserve en Europa para tenerlo a tope en Liga. Puede que no se den abrazos todavía. Pero se respetan. Por el bien común. Pero, sobre todo, por haber sabido morderse la lengua. Ahora todos parecen contentos. Club, técnico, jugador e hinchada. Aunque la relación entre ambos tiene las horas contadas. Y no porque a Matilla le quede un año de contrato. Posiblemente renueve antes de que en invierno pueda negociar. Sino porque Mel ya está preparado para volar y levantar trofeos.
Mr. Pentland | Blog de Alfredo Matilla en AS.com
Creo que este es el sitio.
Comenzó un nuevo curso y con él regresa Mr. Pentland, el rincón de los entrenadores. Y lo hace con más alegría que de costumbre porque de nuevo se respira un ambiente de cordialidad en los banquillos. Sobre todo en España. Si la marcha de Guardiola ya rebajó la marejada en nuestra Liga, ahora sin Mourinho las aguas vuelven a su cauce. Las nuevas incorporaciones gustan. El Tata parece que aportará una línea continuista. Ancelotti, las buenas costumbres sin estridencias. Luis Enrique, la obsesión por el ataque en Vigo. Como Djukic en Valencia o Arrasate en San Sebastián. Valverde ya ha devuelto el optimismo al Athletic con un solo partido. Pero esto no ha hecho más que arrancar. Tengo mucho interés por ver aún si JIM obrará otro milagro y por comprobar si Jémez será capaz de agrandar la historia a pesar de que sus estrellas han volado. También si Marcelino reflotará al Submarino o si Schuster, único campeón de Liga en el campeonato, recuperará el hambre en Málaga.
De esta primera jornada podría elegir para analizar un detalle ya manido. Pero me imagino que, como yo, ya estarán aburridos de la telenovela Casillas, del ninguneo a un gran portero como Diego López y de la ‘guerra civil’ en torno a este culebrón. Esa alimentada por los que odian al capitán sin recordar su currículum, por los amigos que defienden lo indefendible y por todos aquellos que creen todo lo que oyen y escuchan sin ser capaces de elaborar una opinión objetiva sin tomarla prestada de alguna tertulia. Para mí, el foco ha estado al otro lado del puente aéreo tras el 7-0 al Levante. Aunque ya vi indicios en pretemporada. El egoísmo de los futbolistas, siempre presente en este mundillo, volvió a aflorar. Esta vez en el Barcelona. El club que presume de valores.
Ya me lo dijo un día el actual entrenador del Villarreal: “Si volviera a ser jugador no rajaría de los entrenadores como lo hacía en el vestuario”. Una costumbre difícil de erradicar hasta que uno no se sitúa en el lugar del otro. Sobre todo por lo sencillo que es justificar una suplencia, una mala temporada o la falta de títulos señalando a uno y liberando a todos. De forma natural, y en ocasiones sin pretender hacer daño, Pedro, Alves, Xavi, Busquets y hasta el propio Martino se han mostrado tan efusivos con la recuperación de las buenas sensaciones colectivas que han arrinconado a Tito Vilanova y han desprestigiado a Jordi Roura. A un campeón de Liga y a un “héroe” (Rosell dixit) cuya valentía está fuera de toda duda. Unos dardos sin tacto que no se olvidarán por mucho que ahora se maticen y que no han ido acompañados de ni una sola señal de autocrítica. “Desde que se fue Tito no trabajamos la táctica”. “Hemos vuelto a hacer cosas archivadas”. “Hemos presionado como el año pasado no hacíamos”… Ojo, la vida futbolística da muchas vueltas y es mejor recorrerla sin acumular enemigos.
La inesperada catarata de desprecios en la zona mixta del Camp Noyu me pilló con un ojo ya puesto en el Madrid-Betis, donde precisamente estaba reflexionando sobre los beneficios que tiene saber contener las opiniones en público y reservarlas para descargar el amor propio y la frustración en casa. Sobre el césped del Bernabéu pudimos ver un buen ejemplo. Hasta a los béticos les cogió por sorpresa. Pepe Mel, uno de esos entrenadores que ya se han ganado el respeto del fútbol mundial por hacer jugar a su equipo como un grande, sorprendió con la inclusión de Matilla en su 4-1-4-1, traída aquí porque me han preguntado por él en una semana más que en toda su vida. Algo que entiendo. Hasta hace cinco o seis años él era mi pariente y desde que despuntó en el Villarreal yo he pasado a ser su orgulloso primo.
¿Por qué jugó Matilla si lo querían ceder y no se entendía con Mel? Porque ninguno de los dos protagonistas airearon sus diferencias. Un desahogo pasado hubiera estropeado esta reconciliación actual.
Llegó un día en el que Pepe Mel y Matilla se divorciaron. Cada uno tenía sus motivos. El técnico del Betis peleó su fichaje del Villarreal en mitad del lío concursal que tanto condiciona la caja. Convenció al club para desembolsar casi un millón y medio de euros por él, siendo el único jugador por el que el Betis pagó hace tres veranos. Mel estaba obsesionado por este fino mediocentro que debutó con la Sub-21 de López Caro en el Carlos Tartiere de Oviedo y que interesaba hasta al mismísimo Alex Ferguson. Llegó la hora de hacer la pretemporada y el manchego llegó con menos fondo físico del deseado por haber alargado en exceso el verano, quizás confiado de que la juventud es un divino tesoro. Empezaron los entrenamientos y al fichaje estrella le faltaban marchas. Mel se mosqueó. A Javi le costó mucho arrancar y cuando se dio cuenta de que estaba lejos de su nivel e intentó forzar se le acumularon las lesiones. Sobre todo una de rodilla. La afición se impacientaba. Mel tardó en verle a punto y cuando tiró de él no le gustó lo que vio. En tres de los cuatro partidos que jugó de titular le quitó en el descanso. Pocos casos similares he visto en mi vida. Matilla, que jugó sólo 381 minutos, ya tenía puesta una cruz.
Acabó la temporada y se oficializó la ruptura. La broma le costó al mediocentro una cesión al Murcia, donde a pesar del desfallecimiento del equipo tras un buen arranque, cogió galones, se acercó a la portería y se vistió de pichichi (12 goles) ante la atenta mirada del beticismo. Una gran temporada emborronada por aquella reacción desproporcionada, guiado por la impotencia, contra un árbitro. Volvió tras una sanción de seis partidos y continuó con su obsesión por no caer en el olvido. Su entorno y sus agentes le hicieron ver que si a su talento le unía una vida profesional de 24 horas al día, el Betis le recuperaría. Jamás tuvo rencor. Es más, se pasó de autocrítica. En cada entrevista, e hizo unas cuantas, reconoció su culpa por haber fallado en el Betis y prometió reconducir su carrera para volver a ser el que fue. No hablo demasiado con él, pero jamás le escuché mencionar en público a Mel por mucho que le sobraran las ganas. Sabe que es quien más caña le ha dado y el que mejor le ha hecho entender las cosas.
El míster quería ver su recuperación con sus propios ojos. No le valían los resúmenes de la jornada ni segundas opiniones. Le esperó en esta nueva pretemporada tras su año de castigo con esa cesión. Su gran apuesta le había dejado mal en su día y no iba a consentirle ni una más. De hecho, partía en el carrito de transferibles. A pesar de que le necesitaba tras las salidas de Beñat y Cañas. Con verle en el primer entrenamiento se dio cuenta que ése sí era el futbolista por el que el Betis invirtió. De descartado pasó a titular en el estreno liguero. Y eso que Xavi Torres, el nuevo fichaje, ya estaba para jugar. Mel le otorgó la responsabilidad que le tenía asignada desde que lo fichó, le ha dado el ‘5’ y el centro del campo y ahora hasta puede que le reserve en Europa para tenerlo a tope en Liga. Puede que no se den abrazos todavía. Pero se respetan. Por el bien común. Pero, sobre todo, por haber sabido morderse la lengua. Ahora todos parecen contentos. Club, técnico, jugador e hinchada. Aunque la relación entre ambos tiene las horas contadas. Y no porque a Matilla le quede un año de contrato. Posiblemente renueve antes de que en invierno pueda negociar. Sino porque Mel ya está preparado para volar y levantar trofeos.
Mr. Pentland | Blog de Alfredo Matilla en AS.com
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