No es normal en estos tiempos de móviles e internet el uso del correo tradicional, es una reminiscencia del pasado. Por eso es más de agradecer que alguien no solo se acuerde de ti, sino que se tome las molestias de coger un papel, escribir unas líneas, meterlo en un sobre, y llevarlo hasta un buzón de correos.
Por eso D. Alfonso, los 19 de marzo sabía que iba a tener su carta en el buzón de casa, aún viviendo lejos de Sevilla, sabía que iba a llegar. Palabras siempre de cariño, de felicitaciones por San José, y recordatorio de anhelos y esperanzas comunes, acompañado siempre de una foto de la historia del Real Betis Balompié, el nexo que nos unía, y une.
Esta vez no me ha llegado, pero no por eso no la he recibido; hace nueve meses, en un verano trágico del beticismo, Miki, D. Antonio Picchi, y usted, nos dejaron. Pero como el Betis es vida, los béticos no estamos limitados, como otros, a ser béticos solo hasta la muerte; el paso a la eternidad supone para un bético simplemente el cambiar el abono anual por el abono vitalicio al cuarto anillo del Villamarín.
Cuentan que el gran Trifón, bético de la montaña, cuando estaba ingresado en un hospital cercano al Villamarín, y escuchaba desde su habitación los gritos de los béticos en el campo, decía que el Cielo era como el Villamarín un domingo de primavera por la tarde, y el Betis ganando. Pues así seguro que se lo ha encontrado usted y todos los béticos que ya se fueron.
Por aquí siguen las cosas mejorando, ya sabe usted; en los juzgados seguimos los mismos haciendo lo que había y hay que hacer, pronto creo que tendremos noticias muy buenas, que seguro que le alegrará a usted y a todos los béticos, los de allí y los de aquí. Aún le recuerdo en aquella noche de la asamblea de Por Nuestro Betis donde nació el 15-J, como en una vibrante arenga llamó a los béticos a salir a la calle por la dignidad y por el futuro del Real Betis Balompié. Todo lo peleado tendrá su recompensa final, el lograr un Betis digno y de los béticos, y la ìntima satisfacción de haber hecho lo que como bético había que hacer.
Deportivamente ganamos más que perdemos, y eso está muy bien; estamos salvados a diez partidos del final de la liga, y si podemos, y si nos dejan, aún quizás nos llevemos una alegría inesperada en la temporada.
En lo económico vamos tirando, más bien que mal, siempre en el filo de la navaja del momento de crísis que vivimos y en el que algunos salvadores nos dejaron, pero la razón y la honradez suelen ser buenos fundamentos para una gestión eficaz. Usted sí que entendía de crísis D. Alfonso, esos años cuarenta, esos bocadillos preparados en la cocina de su casa para los jugadores, esos billetes de tren discutidos hasta el último real. Por esas cosas, y cientos de ellas más, es por lo que siempre comentábamos que a los jugadores habría que explicarles muy bien lo que significa la camiseta verdiblanca, que antes de ponérsela debían saber lo que representa, los años de lucha y sacrificio de tantos y tantos para perpetuar un sentimiento tan irracional.
Me despido ya de usted, D. Alfonso, salude a todos los béticos, por ahí andan seguro algunos de los que me metieron este “veneno” en el cuerpo, dígales que seguimos fieles a aquello que nos enseñaron a querer. Que sepan que cuando caminamos hoy Palmera abajo, con nuestros hijos, con nuestros nietos, les sentimos a nuestro lado, caminando junto a nosotros como si aún nos llevaran de la mano para ir al Betis.
Nos vemos en el Villamarín en el próximo partido D. Alfonso, y siempre, siempre, como ustedes nos enseñaron: Viva el Betis Manque Pierda.
Por eso D. Alfonso, los 19 de marzo sabía que iba a tener su carta en el buzón de casa, aún viviendo lejos de Sevilla, sabía que iba a llegar. Palabras siempre de cariño, de felicitaciones por San José, y recordatorio de anhelos y esperanzas comunes, acompañado siempre de una foto de la historia del Real Betis Balompié, el nexo que nos unía, y une.
Esta vez no me ha llegado, pero no por eso no la he recibido; hace nueve meses, en un verano trágico del beticismo, Miki, D. Antonio Picchi, y usted, nos dejaron. Pero como el Betis es vida, los béticos no estamos limitados, como otros, a ser béticos solo hasta la muerte; el paso a la eternidad supone para un bético simplemente el cambiar el abono anual por el abono vitalicio al cuarto anillo del Villamarín.
Cuentan que el gran Trifón, bético de la montaña, cuando estaba ingresado en un hospital cercano al Villamarín, y escuchaba desde su habitación los gritos de los béticos en el campo, decía que el Cielo era como el Villamarín un domingo de primavera por la tarde, y el Betis ganando. Pues así seguro que se lo ha encontrado usted y todos los béticos que ya se fueron.
Por aquí siguen las cosas mejorando, ya sabe usted; en los juzgados seguimos los mismos haciendo lo que había y hay que hacer, pronto creo que tendremos noticias muy buenas, que seguro que le alegrará a usted y a todos los béticos, los de allí y los de aquí. Aún le recuerdo en aquella noche de la asamblea de Por Nuestro Betis donde nació el 15-J, como en una vibrante arenga llamó a los béticos a salir a la calle por la dignidad y por el futuro del Real Betis Balompié. Todo lo peleado tendrá su recompensa final, el lograr un Betis digno y de los béticos, y la ìntima satisfacción de haber hecho lo que como bético había que hacer.
Deportivamente ganamos más que perdemos, y eso está muy bien; estamos salvados a diez partidos del final de la liga, y si podemos, y si nos dejan, aún quizás nos llevemos una alegría inesperada en la temporada.
En lo económico vamos tirando, más bien que mal, siempre en el filo de la navaja del momento de crísis que vivimos y en el que algunos salvadores nos dejaron, pero la razón y la honradez suelen ser buenos fundamentos para una gestión eficaz. Usted sí que entendía de crísis D. Alfonso, esos años cuarenta, esos bocadillos preparados en la cocina de su casa para los jugadores, esos billetes de tren discutidos hasta el último real. Por esas cosas, y cientos de ellas más, es por lo que siempre comentábamos que a los jugadores habría que explicarles muy bien lo que significa la camiseta verdiblanca, que antes de ponérsela debían saber lo que representa, los años de lucha y sacrificio de tantos y tantos para perpetuar un sentimiento tan irracional.
Me despido ya de usted, D. Alfonso, salude a todos los béticos, por ahí andan seguro algunos de los que me metieron este “veneno” en el cuerpo, dígales que seguimos fieles a aquello que nos enseñaron a querer. Que sepan que cuando caminamos hoy Palmera abajo, con nuestros hijos, con nuestros nietos, les sentimos a nuestro lado, caminando junto a nosotros como si aún nos llevaran de la mano para ir al Betis.
Nos vemos en el Villamarín en el próximo partido D. Alfonso, y siempre, siempre, como ustedes nos enseñaron: Viva el Betis Manque Pierda.
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