Escrito por M. González / J. Sevillano
Lunes 18 de Junio de 2012 01:14
Para que la memoria no le juegue malas pasadas, Hugo Galera Davidson (Santa Cruz de Tenerife, 1938) ha recogido en varios folios trazos sobre lo que sucedió en aquel convulso 92. Eso sí, evita de todas las maneras posibles nombrar la palabra «Lopera». Ahora se cumplen veinte años de la conversión en sociedad anónima que debía solventar los problemas en Heliópolis y que sirvió para someter a un sentimiento a un secuestro que se hizo eterno. Galera fue el presidente al que le tocó conducir en esas fechas y quien mejor sabe todo lo que sucedió. Buscó el ostracismo y clamó en el desierto mucho tiempo hasta comprobar que, ahora, todos repiten sentenciosos lo que él predicaba. Incluso hay una demanda civil que discute la propiedad de las acciones de Manuel Ruiz de Lopera, algo que el expresidente apoya porque tiene muy claro que nada de lo que sucedió en aquel 30 de junio de 1992 fue contado como fue.
—Veinte años ya, cómo ha cambiado todo, ¿no?
—Me siento con una satisfacción tremenda. Cuando salté a los medios en 2004 en una reunión en Antares ante muchos béticos, dije toda la verdad. Antes sólo había amenazas: me quitó el nombre del estadio, si iba al campo de fútbol me mandaba a dos personas que se colocaban a mi lado a insultarme... Me amargó la vida. Yo he estado años sin ir al campo. No se puede imaginar qué es esto. Seguro que un personaje así no se ha dado en ningún otro club y menos en esta ciudad.
—¿A qué se refiere?
—Hay un momento decisivo en el Mundial 82, el Villamarín no podía quedarse fuera y la célebre caja de herramientas fue la obra que hicimos con muchísimo esfuerzo. Las directivas que estuvieron en esa época gastaron por encima de sus posibilidades y se hinchó la gran deuda del Betis, pero no podemos acusarles a ellos de eso porque había que hacerlo. Esa carga económica fue difícil de llevar luego. Ocurrió con todos los clubes y por eso se crearon la nueva Ley del Deporte, las sociedades anónimas deportivas y el Plan de Saneamiento. Mauduit fue un gran presidente y yo estaba en su directiva. Nunca descendió al Betis y lo tenía como mérito singular. Gerardo Martínez Retamero tuvo una primera etapa excelente, con una gestión magnífica, pues nos llevó a Europa con muy buenos fichajes, pero después, quizás forzado, tuvo una segunda etapa en la que se desprendió de jugadores como Calderón o Hadzibegic e hizo una cantidad exorbitada de fichajes, muchos inadecuados, caros, con contratos largos, y le llevó a una segunda etapa desastrosa con el descenso y unas críticas que hicieron que entrara yo como presidente. Lo lamento, de verdad, que no fuera una etapa florida como la anterior. Yo cogí un Betis con casi 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros) de deuda y en caja había 30 millones (180.000 euros). Ningún presidente del Betis ha tomado al club con una cantidad tan baja en caja. Lopera lo cogió con 475 millones de pesetas (2,8 millones de euros) y se predicó todo lo contrario. La mentira era tremenda. Mi gestión fue hacer una buena entrada en el plan de saneamiento, reducir de 3.000 a 1.175 (7 millones de euros) y pudieron ser 875 (5,2 millones de euros) con los 300 (1,8 millones de euros) que se debían a Proinsur por una compra que desautoricé. Nosotros defendíamos que era deuda y no parte de compra. Martínez Retamero los recibió como primera parte de pago de una venta del estadio a Proinsur que no se iba a producir porque no podía hacerlo sin autorización de la asamblea. Nada más llegar a la presidencia convocamos y no se refrendó la venta ejecutada. Yo evité que se vendiera el estadio, pero el otro me achacaba lo contrario porque le convenía esa mentira para desprestigiar al presidente que sabía la verdad de cómo se había producido la conversión.
—¿Y cómo fue?
—Me siento un poco responsable del devenir del Betis a partir del 92 pero las cosas vinieron así. Desde la directiva estimulamos un estado de angustia para que toda la afición participase en las suscripción de las acciones porque teníamos que cubrir 1.175 millones de capital y era difícil. Hicimos hincapié en lo agónico de la situación y cubrimos 475. Teníamos la posibilidad de convertir 308 (1,85) del crédito de las Cajas en acciones. Podía suponer una irregularidad mercantil de base, pero si los béticos inmediatamente adquirían esas acciones pasaba desapercibida porque no era en beneficio de nadie, sino para ganar tiempo. Yo tenía organizada una operación con varias salidas para cubrir el resto, pero Lopera, que había entrado en contra de mi criterio de mano de Pepe León en lugar de Manuel Romero Álvarez, se sumó a esta idea para estimular que la gente cubriera el capital para salvar el Betis, pero al final él quiso convertirse en el salvador. Nosotros defendíamos el eslogan «Un Betis para los béticos» y él lo transformó todo en su beneficio.
—¿De qué manera?
—Mire, después de los partidos, cuando nos íbamos al antepalco, él se quedaba fuera para darle unas charlas a la gente que andaba por allí diciendo que no tenía hijos y que su dinero era para los béticos. Eso comienza a calar y los medios se lo creen. Nuestra situación era dramática y queríamos ascender como fuese. No teníamos muchos delanteros y se apuntaba la opción de Kukleta. La junta directiva se negó, teníamos que seguir con lo que teníamos porque estábamos en una situación crítica y en junio teníamos que convertirnos, pero de repente él lo firma en contra de la opinión del presidente. Ahí es donde me doy cuenta de que no tengo nada que hacer, porque si hace abiertamente algo en mi contra y lo apoya toda la prensa... Dijo que lo fichaba Farusa. Así se gestaba el salvador, el mesías. Pero a Kukleta lo pagó hasta la última peseta el Betis. Todo son mentiras, pero me vi imposibilitado para quitarnos a este personaje de encima. Reventó todas nuestras actuaciones, incluso llamó al Consejo Superior de Deportes cuando teníamos una solución programada con ellos y me la destruyó. Y otras más. En la peor circunstancia teníamos preparado un disponible mío para solventar el problema, pero la urgencia que les trasladamos a los béticos él la conviritió para aparecer como salvador. A la prensa le pareció aquello más mediático. Tras la conversión no podía entrar en ese juego y me marginé. Formamos nuestro grupo y de 1992 a 2004 permanecimos en silencio porque cada vez que hablábamos se decía que yo había vendido el estadio, que comíamos gambas a costa del Betis, se nos desprestigiaba... En 2004 reaparecimos como Béticos por el Villamarín y a continuación salieron formaciones como Por Nuestro Betis, Liga de Juristas Béticos, Fundación Heliópolis y los Béticos Veteranos reconvirtieron su ideal. Luego llegó aquel célebre 15-J extraordinario. Y ahora me siento orgulloso de ser bético, porque tenemos una historia convulsa que sirve como ejemplo para todo el deporte. Somos únicos en eso.
—Pero su lucha no concluye aquí, hay en marcha una demanda civil que discute la compra de las acciones por parte de Farusa.
—Para entrar en el Plan de Saneamiento debíamos solucionar las deudas con Hacienda y la Seguridad Social y pedimos un crédito a las Cajas por 308 millones de pesetas (1,85 millones de euros) que pensábamos que podía convertirse en acciones a pesar de esa irregularidad mercantil que señalaba antes, pero él lo hizo todo en su beneficio. Esos 308 no los pagó él, sino el Betis. Como demuestra el juzgado de lo Penal que le condenó por el delito fiscal, no es Farusa la que financia al Betis, sino que es el Betis quien financia a esta sociedad y eso fue lo que sucedió con estos 308 millones. No olvidemos que ese dinero se sustenta y solventa cuando viene la eclosión económica en el fútbol pero la titularidad de las acciones estaba ya en manos de las empresas de este señor. Ese juego no debió hacerse. En lugar de usar el crédito en beneficio de los béticos, le dio la vuelta y lo convirtió en propio.
—Con ello le atacan un 30 por ciento de sus acciones, ¿y el 20 restante?
—Calma, iremos a por ese 20 en una siguiente fase. Según los informes, hay una administración fraudulenta, no lo olvidemos y habrá que ir con las responsabilidades penales y civiles sobre ese porcentaje. Vamos a por todas. Lo tenemos todo planificado, no vamos a abandonar ningún extremo.
—Y hay gente que aún defiende a Lopera por sus éxitos deportivos.
—La economía del fútbol cambia mucho tras el 92, los presupuestos eran de 700-800 millones de pesetas (4,2-4,8 millones de euros) anuales y muchas veces no los cumplíamos. Estando en Primera, lo máximo que conseguíamos por ingresos televisivos eran cien millones (600.000 euros) anuales y los repartía la LFP, no era negociable. Sí tenías margen en el equipamiento deportivo y conseguíamos siete o diez millones de pesetas (42.000 ó 60.000 euros). Y todo cambia porque hay mayor difusión y llega una eclosión de las televisiones privadas. Los cien millones se convierten en 2.000 (doce millones de euros) y en equipamientos pasa a 500 (tres millones de euros), con beneficios tremendos. Y si se interpone una sociedad que se los lleva a un personaje, esa sociedad se lleva una parte y deja otros al club, que se encuentra con más beneficios y crece de una forma extraordinaria. Y el Betis tenía unos diferenciales tremendos por su masa social. Descubrimos de inmediato que no volvían todos los beneficios y cuando canta lo de Tegasa, cambia a Encadesa. En esa época hubo éxito deportivo porque entró dinero pero al mismo tiempo llegó un montón de beneficios para esas empresas interpuestas. Y el disloque se alcanza cuando se pretende vender el estadio con todos los beneficios para la empresa interpuesta. Era ya posterior a 2004 y nos manifestamos para que no se permitiera la recalificación. Desde aquella directiva se dice que Galera se estaba oponiendo a que el club termine su estadio y me declararon el enemigo número uno del club. No es así, yo descubrí los documentos en los que esos beneficios no iban al club. No quería salvar al Betis, sino protegerlo ante un latrocinio. Luego dicen que podría haber pasado a la historia como el mejor presidente por sus éxitos pero no lo entiendo así. Presumo de pertenecer al Betis con sus singularidades, genialidades y dignidad. Si le quitas la dignidad al Betis, le quitas todo.
—Bueno, ahora usted sí puede ir al estadio y Lopera no.
—Yo voy con mis nietos y lo paso estupendamente. Todo el mundo me saluda de manera afectuosa. Que él vaya o no me es indiferente. Él decía que yo quería volver al club, pero ahora tienen que estar los jóvenes. No voy a regresar al Betis, las personas tienen sus momentos en la vida para cada cosa.
—¿El bético es consciente del largo camino que aún les queda?
—Está claro que la gran mayoría sigue mirando sólo a la pelota, pero hay gente muy sólida dentro del Betis, gente magnífica que está preocupada por el club y que no va a abandonar nunca esto. En PNB he conocido a valores como Pepe Tirado, Íñigo Vicente, Camilo Puerto, Cayetano García de la Borbolla... Y hay más que jamás van a abandonar sus ideas y tienen capacidad de convocatoria. Además, un hombre interesante como Julián García de la Borbolla, los hermanos Cuéllar que son fuera de lo común y llevan un gran peso... Queda un largo camino, pero ya no hay debilidades. Son béticos que hubieran pasado desapercibidos si no se hubiera gestado este fenómeno. En BXV tenemos los objetivos claros: el primero era cortar la situación que había y se ha conseguido provisionalmente; el segundo es que el Betis se reparta entre los béticos de la mejor manera posible, pero no creemos en la utopía de un bético, una acción.
—¿Qué le enorgullece más, comprobar que las nuevas generaciones vean al Betis diferente o que haya gente que vivió aquellos años y que ahora ha cambiado de opinión?
—Lo segundo, sin duda. Que gente que vio las cosas de una forma entonces lo viva ahora de otra, quehayan cambiado de opinión. Que los béticos nuevos contemplen la verdad es bueno, pero si no viene transmitida por quienes la han vivido, no tendrá nunca tanta fuerta moral como el conocerla como algo pasado.
—¿Qué hitos de credibilidad han sido destacados en este tiempo?
—Fue muy importante la aparición de un grupo de béticos de base como PNB. Nosotros soportamos en principio las infamias, porque éramos su único objetivo. Ellos provenían de la disidencia del Centenario y estuvieron lo suficientemente cerca del personaje para darse cuenta de la realidad. Poco a poco fuimos interaccionando. Luego surgió la Liga de Juristas y tuvimos en contra a los Béticos Veteranos porque eran más conservadores, pero cambiaron de opinión y eso fue decisivo. Al final todo el mundo se dio cuenta de que nuestro discurso en el que defendíamos que no puso dinero para pagar de entrada ni posteriormente, que no era un filántropo y que no iba a dejarles a los béticos el club, era verdad. Aquello era una mentira grotesca, con trampas y manifestaciones groseras. Un personaje repugnante cuando se le analiza bien. Todo era un disparate, era tremendo.
—¿Qué personas fueron relevantes cuando empezó todo?
—Gente que trataba de trabajar por el Betis, que me ayudaba a buscar soluciones: Juan Salas Tornero, Juan Salas Tirado, Gerardo Martínez Retamero, Leonardo Rodríguez de la Borbolla, Miguel Espina, Manuel Romero Álvarez... Y muchos más que me olvido ahora. Hubiéramos sacado al Betis, sin duda. Béticos por el Villamarín nace ya en el 92, en cuanto yo salgo de la presidencia. Él destruyó todas las formas posibles de que los béticos se quedaran con el Betis porque iba con la pretensión de hacerlo suyo y montó un sainete a su alrededor.
—Usted siempre defendió una solución de consenso, ¿no?
—Siempre tratamos de evitar que el Betis quedara en manos de uno. Él se sumó de primeras a nuestras ideas, entró y fue buscando fórmulas para ir destruyendo nuestras iniciativas porque quería quedarse con el negocio, como así hizo después con Tegasa y Encadesa, cuando fue derivando los beneficios del club hacia esas empresas. Entonces el fútbol era diferente.
Fuente: Alfinaldelapalmera
Lunes 18 de Junio de 2012 01:14
Para que la memoria no le juegue malas pasadas, Hugo Galera Davidson (Santa Cruz de Tenerife, 1938) ha recogido en varios folios trazos sobre lo que sucedió en aquel convulso 92. Eso sí, evita de todas las maneras posibles nombrar la palabra «Lopera». Ahora se cumplen veinte años de la conversión en sociedad anónima que debía solventar los problemas en Heliópolis y que sirvió para someter a un sentimiento a un secuestro que se hizo eterno. Galera fue el presidente al que le tocó conducir en esas fechas y quien mejor sabe todo lo que sucedió. Buscó el ostracismo y clamó en el desierto mucho tiempo hasta comprobar que, ahora, todos repiten sentenciosos lo que él predicaba. Incluso hay una demanda civil que discute la propiedad de las acciones de Manuel Ruiz de Lopera, algo que el expresidente apoya porque tiene muy claro que nada de lo que sucedió en aquel 30 de junio de 1992 fue contado como fue.
—Veinte años ya, cómo ha cambiado todo, ¿no?
—Me siento con una satisfacción tremenda. Cuando salté a los medios en 2004 en una reunión en Antares ante muchos béticos, dije toda la verdad. Antes sólo había amenazas: me quitó el nombre del estadio, si iba al campo de fútbol me mandaba a dos personas que se colocaban a mi lado a insultarme... Me amargó la vida. Yo he estado años sin ir al campo. No se puede imaginar qué es esto. Seguro que un personaje así no se ha dado en ningún otro club y menos en esta ciudad.
—¿A qué se refiere?
—Hay un momento decisivo en el Mundial 82, el Villamarín no podía quedarse fuera y la célebre caja de herramientas fue la obra que hicimos con muchísimo esfuerzo. Las directivas que estuvieron en esa época gastaron por encima de sus posibilidades y se hinchó la gran deuda del Betis, pero no podemos acusarles a ellos de eso porque había que hacerlo. Esa carga económica fue difícil de llevar luego. Ocurrió con todos los clubes y por eso se crearon la nueva Ley del Deporte, las sociedades anónimas deportivas y el Plan de Saneamiento. Mauduit fue un gran presidente y yo estaba en su directiva. Nunca descendió al Betis y lo tenía como mérito singular. Gerardo Martínez Retamero tuvo una primera etapa excelente, con una gestión magnífica, pues nos llevó a Europa con muy buenos fichajes, pero después, quizás forzado, tuvo una segunda etapa en la que se desprendió de jugadores como Calderón o Hadzibegic e hizo una cantidad exorbitada de fichajes, muchos inadecuados, caros, con contratos largos, y le llevó a una segunda etapa desastrosa con el descenso y unas críticas que hicieron que entrara yo como presidente. Lo lamento, de verdad, que no fuera una etapa florida como la anterior. Yo cogí un Betis con casi 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros) de deuda y en caja había 30 millones (180.000 euros). Ningún presidente del Betis ha tomado al club con una cantidad tan baja en caja. Lopera lo cogió con 475 millones de pesetas (2,8 millones de euros) y se predicó todo lo contrario. La mentira era tremenda. Mi gestión fue hacer una buena entrada en el plan de saneamiento, reducir de 3.000 a 1.175 (7 millones de euros) y pudieron ser 875 (5,2 millones de euros) con los 300 (1,8 millones de euros) que se debían a Proinsur por una compra que desautoricé. Nosotros defendíamos que era deuda y no parte de compra. Martínez Retamero los recibió como primera parte de pago de una venta del estadio a Proinsur que no se iba a producir porque no podía hacerlo sin autorización de la asamblea. Nada más llegar a la presidencia convocamos y no se refrendó la venta ejecutada. Yo evité que se vendiera el estadio, pero el otro me achacaba lo contrario porque le convenía esa mentira para desprestigiar al presidente que sabía la verdad de cómo se había producido la conversión.
—¿Y cómo fue?
—Me siento un poco responsable del devenir del Betis a partir del 92 pero las cosas vinieron así. Desde la directiva estimulamos un estado de angustia para que toda la afición participase en las suscripción de las acciones porque teníamos que cubrir 1.175 millones de capital y era difícil. Hicimos hincapié en lo agónico de la situación y cubrimos 475. Teníamos la posibilidad de convertir 308 (1,85) del crédito de las Cajas en acciones. Podía suponer una irregularidad mercantil de base, pero si los béticos inmediatamente adquirían esas acciones pasaba desapercibida porque no era en beneficio de nadie, sino para ganar tiempo. Yo tenía organizada una operación con varias salidas para cubrir el resto, pero Lopera, que había entrado en contra de mi criterio de mano de Pepe León en lugar de Manuel Romero Álvarez, se sumó a esta idea para estimular que la gente cubriera el capital para salvar el Betis, pero al final él quiso convertirse en el salvador. Nosotros defendíamos el eslogan «Un Betis para los béticos» y él lo transformó todo en su beneficio.
—¿De qué manera?
—Mire, después de los partidos, cuando nos íbamos al antepalco, él se quedaba fuera para darle unas charlas a la gente que andaba por allí diciendo que no tenía hijos y que su dinero era para los béticos. Eso comienza a calar y los medios se lo creen. Nuestra situación era dramática y queríamos ascender como fuese. No teníamos muchos delanteros y se apuntaba la opción de Kukleta. La junta directiva se negó, teníamos que seguir con lo que teníamos porque estábamos en una situación crítica y en junio teníamos que convertirnos, pero de repente él lo firma en contra de la opinión del presidente. Ahí es donde me doy cuenta de que no tengo nada que hacer, porque si hace abiertamente algo en mi contra y lo apoya toda la prensa... Dijo que lo fichaba Farusa. Así se gestaba el salvador, el mesías. Pero a Kukleta lo pagó hasta la última peseta el Betis. Todo son mentiras, pero me vi imposibilitado para quitarnos a este personaje de encima. Reventó todas nuestras actuaciones, incluso llamó al Consejo Superior de Deportes cuando teníamos una solución programada con ellos y me la destruyó. Y otras más. En la peor circunstancia teníamos preparado un disponible mío para solventar el problema, pero la urgencia que les trasladamos a los béticos él la conviritió para aparecer como salvador. A la prensa le pareció aquello más mediático. Tras la conversión no podía entrar en ese juego y me marginé. Formamos nuestro grupo y de 1992 a 2004 permanecimos en silencio porque cada vez que hablábamos se decía que yo había vendido el estadio, que comíamos gambas a costa del Betis, se nos desprestigiaba... En 2004 reaparecimos como Béticos por el Villamarín y a continuación salieron formaciones como Por Nuestro Betis, Liga de Juristas Béticos, Fundación Heliópolis y los Béticos Veteranos reconvirtieron su ideal. Luego llegó aquel célebre 15-J extraordinario. Y ahora me siento orgulloso de ser bético, porque tenemos una historia convulsa que sirve como ejemplo para todo el deporte. Somos únicos en eso.
—Pero su lucha no concluye aquí, hay en marcha una demanda civil que discute la compra de las acciones por parte de Farusa.
—Para entrar en el Plan de Saneamiento debíamos solucionar las deudas con Hacienda y la Seguridad Social y pedimos un crédito a las Cajas por 308 millones de pesetas (1,85 millones de euros) que pensábamos que podía convertirse en acciones a pesar de esa irregularidad mercantil que señalaba antes, pero él lo hizo todo en su beneficio. Esos 308 no los pagó él, sino el Betis. Como demuestra el juzgado de lo Penal que le condenó por el delito fiscal, no es Farusa la que financia al Betis, sino que es el Betis quien financia a esta sociedad y eso fue lo que sucedió con estos 308 millones. No olvidemos que ese dinero se sustenta y solventa cuando viene la eclosión económica en el fútbol pero la titularidad de las acciones estaba ya en manos de las empresas de este señor. Ese juego no debió hacerse. En lugar de usar el crédito en beneficio de los béticos, le dio la vuelta y lo convirtió en propio.
—Con ello le atacan un 30 por ciento de sus acciones, ¿y el 20 restante?
—Calma, iremos a por ese 20 en una siguiente fase. Según los informes, hay una administración fraudulenta, no lo olvidemos y habrá que ir con las responsabilidades penales y civiles sobre ese porcentaje. Vamos a por todas. Lo tenemos todo planificado, no vamos a abandonar ningún extremo.
—Y hay gente que aún defiende a Lopera por sus éxitos deportivos.
—La economía del fútbol cambia mucho tras el 92, los presupuestos eran de 700-800 millones de pesetas (4,2-4,8 millones de euros) anuales y muchas veces no los cumplíamos. Estando en Primera, lo máximo que conseguíamos por ingresos televisivos eran cien millones (600.000 euros) anuales y los repartía la LFP, no era negociable. Sí tenías margen en el equipamiento deportivo y conseguíamos siete o diez millones de pesetas (42.000 ó 60.000 euros). Y todo cambia porque hay mayor difusión y llega una eclosión de las televisiones privadas. Los cien millones se convierten en 2.000 (doce millones de euros) y en equipamientos pasa a 500 (tres millones de euros), con beneficios tremendos. Y si se interpone una sociedad que se los lleva a un personaje, esa sociedad se lleva una parte y deja otros al club, que se encuentra con más beneficios y crece de una forma extraordinaria. Y el Betis tenía unos diferenciales tremendos por su masa social. Descubrimos de inmediato que no volvían todos los beneficios y cuando canta lo de Tegasa, cambia a Encadesa. En esa época hubo éxito deportivo porque entró dinero pero al mismo tiempo llegó un montón de beneficios para esas empresas interpuestas. Y el disloque se alcanza cuando se pretende vender el estadio con todos los beneficios para la empresa interpuesta. Era ya posterior a 2004 y nos manifestamos para que no se permitiera la recalificación. Desde aquella directiva se dice que Galera se estaba oponiendo a que el club termine su estadio y me declararon el enemigo número uno del club. No es así, yo descubrí los documentos en los que esos beneficios no iban al club. No quería salvar al Betis, sino protegerlo ante un latrocinio. Luego dicen que podría haber pasado a la historia como el mejor presidente por sus éxitos pero no lo entiendo así. Presumo de pertenecer al Betis con sus singularidades, genialidades y dignidad. Si le quitas la dignidad al Betis, le quitas todo.
—Bueno, ahora usted sí puede ir al estadio y Lopera no.
—Yo voy con mis nietos y lo paso estupendamente. Todo el mundo me saluda de manera afectuosa. Que él vaya o no me es indiferente. Él decía que yo quería volver al club, pero ahora tienen que estar los jóvenes. No voy a regresar al Betis, las personas tienen sus momentos en la vida para cada cosa.
—¿El bético es consciente del largo camino que aún les queda?
—Está claro que la gran mayoría sigue mirando sólo a la pelota, pero hay gente muy sólida dentro del Betis, gente magnífica que está preocupada por el club y que no va a abandonar nunca esto. En PNB he conocido a valores como Pepe Tirado, Íñigo Vicente, Camilo Puerto, Cayetano García de la Borbolla... Y hay más que jamás van a abandonar sus ideas y tienen capacidad de convocatoria. Además, un hombre interesante como Julián García de la Borbolla, los hermanos Cuéllar que son fuera de lo común y llevan un gran peso... Queda un largo camino, pero ya no hay debilidades. Son béticos que hubieran pasado desapercibidos si no se hubiera gestado este fenómeno. En BXV tenemos los objetivos claros: el primero era cortar la situación que había y se ha conseguido provisionalmente; el segundo es que el Betis se reparta entre los béticos de la mejor manera posible, pero no creemos en la utopía de un bético, una acción.
—¿Qué le enorgullece más, comprobar que las nuevas generaciones vean al Betis diferente o que haya gente que vivió aquellos años y que ahora ha cambiado de opinión?
—Lo segundo, sin duda. Que gente que vio las cosas de una forma entonces lo viva ahora de otra, quehayan cambiado de opinión. Que los béticos nuevos contemplen la verdad es bueno, pero si no viene transmitida por quienes la han vivido, no tendrá nunca tanta fuerta moral como el conocerla como algo pasado.
—¿Qué hitos de credibilidad han sido destacados en este tiempo?
—Fue muy importante la aparición de un grupo de béticos de base como PNB. Nosotros soportamos en principio las infamias, porque éramos su único objetivo. Ellos provenían de la disidencia del Centenario y estuvieron lo suficientemente cerca del personaje para darse cuenta de la realidad. Poco a poco fuimos interaccionando. Luego surgió la Liga de Juristas y tuvimos en contra a los Béticos Veteranos porque eran más conservadores, pero cambiaron de opinión y eso fue decisivo. Al final todo el mundo se dio cuenta de que nuestro discurso en el que defendíamos que no puso dinero para pagar de entrada ni posteriormente, que no era un filántropo y que no iba a dejarles a los béticos el club, era verdad. Aquello era una mentira grotesca, con trampas y manifestaciones groseras. Un personaje repugnante cuando se le analiza bien. Todo era un disparate, era tremendo.
—¿Qué personas fueron relevantes cuando empezó todo?
—Gente que trataba de trabajar por el Betis, que me ayudaba a buscar soluciones: Juan Salas Tornero, Juan Salas Tirado, Gerardo Martínez Retamero, Leonardo Rodríguez de la Borbolla, Miguel Espina, Manuel Romero Álvarez... Y muchos más que me olvido ahora. Hubiéramos sacado al Betis, sin duda. Béticos por el Villamarín nace ya en el 92, en cuanto yo salgo de la presidencia. Él destruyó todas las formas posibles de que los béticos se quedaran con el Betis porque iba con la pretensión de hacerlo suyo y montó un sainete a su alrededor.
—Usted siempre defendió una solución de consenso, ¿no?
—Siempre tratamos de evitar que el Betis quedara en manos de uno. Él se sumó de primeras a nuestras ideas, entró y fue buscando fórmulas para ir destruyendo nuestras iniciativas porque quería quedarse con el negocio, como así hizo después con Tegasa y Encadesa, cuando fue derivando los beneficios del club hacia esas empresas. Entonces el fútbol era diferente.
Fuente: Alfinaldelapalmera
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