Dos ligas bien resueltas
Durante el verano pasado el Betis lo planificaba todo pensando en los objetivos que debía marcarse para la temporada que ahora está a punto de concluir. Las obligaciones se extendían más allá de lo deportivo, donde la prioridad, como no podía ser de otra manera, era la permanencia. No había más peticiones, no había más exigencias. Pepe Mel y sus hombres lo han cumplido con creces, con varias jornadas de antelación, con lo que se valora la aportación del cuerpo técnico y una plantilla que ha sufrido demasiadas críticas y desprecios cuando las había mucho peores (como se ha demostrado) en la Liga, así como se da un espaldarazo a la dirección deportiva, que fue la que apostó por estos protagonistas y por los oportunos cambios que se hicieron en enero. Ha tenido errores, como todas, pero sus aciertos se han destapado, sobre todo, en los momentos decisivos (Paulao, Santa Cruz, Jefferson Montero, Fabricio, Amaya... Y lo que no son fichajes, porque su trabajo es planificar, no sólo contratar). El otro objetivo, íntimamente vinculado con el primero, era la estabilidad de la entidad, que el concurso de acreedores fuera por un camino seguro y que se aprobara el convenio. La junta de acreedores está convocada para el 23 de mayo y el club se presentará allí con el 51 por ciento de acuerdo con su propuesta, cerrado hace muchas semanas. Otra salvación con adelanto, otro éxito de igual nivel al deportivo, porque si no pregunten en Vallecas cómo estaba la cosa en el apartado deportivo y cómo andaba en el concursal y lo íntimamente ligadas que están ambas cuestiones. El mérito en este caso es del consejo, con Miguel Guillén y José Antonio Bosch a la cabeza, pero como no puede ser de otra manera, de los administradores concursales.
Eran dos ligas las que tenía que jugar el club, dos frentes que circulaban paralelos pero con vasos comunicantes. Inevitablemente la estabilidad económica iba a influir en lo deportivo, y viceversa. Quizás las críticas más ácidas hacia la planta noble llegaron cuando la pelota no entraba, porque entonces se discutían formas, procederes y demás. Pero el verdadero éxito del consejo fue estabilizar la relación con los futbolistas y que éstos vivieran con tranquilidad el concurso y garantizaran sus ingresos. Al mismo tiempo, el éxito de la parcela deportiva repercute en la calma de la institución, no sólo por el orgullo que da estar en Primera y los objetivos que se pueden alcanzar desde esta liga que jamás debe abandonar el Betis, sino porque premia al club con un ingreso imprescindible que roza los 30 millones de euros en virtud del contrato televisivo que se firmó con Lopera.
Y es que todo han sido noticias buenas para el Betis en el apartado extradeportivo y quizás ésa ha sido la gran diferencia con respecto a las campañas anteriores. Si se le acusaba también a Lopera de las derrotas del equipo, ya que tenía una responsabilidad casi directa en ellas por su nefasta gestión y modales, justo es alabar que el actual consejo le ha dado distancia al cuerpo técnico para que trabaje con tranquilidad y se centre en lo suyo, algo que ha agradecido Mel, un técnico que ha ganado enteros con lo logrado este año a pesar de que las formas han sido cambiantes, ya que se recuerdan bache tremendos y sólo al final de la temporada ha pasado a ser un equipo más fiable que ha sabido desarrollar diferentes patrones de juego. De todas formas, el trabajo del madrileño sólo puede ser calificado como notable, ya que ha conseguido los objetivos que le han marcado en las dos campañas en las que ha entrenado en Heliópolis: el ascenso y la permanencia. Y ambas con holgura y tranquilidad, así como potenciando la cantera, la base del futuro deportivo y económico del club. Eso, incluso, tapa la decepción que supuso, también en ambos apartados, la temprana eliminación ante el Córdoba en la Copa del Rey, además de otras tiranteces con la dirección deportiva que se han ido diluyendo en tiempos recientes y que, quién sabe, podrían reverdecer con la fricción lógica en el mercado estival, cuando se ha de componer la plantilla que afronte nuevos retos la próxima campaña. Pero eso ya es otra historia. Y a lo mejor no es patata para esta mata, parafraseando al técnico en otras cuestiones.
La deuda de más de 90 millones del Betis atenazaba todo lo que significara verdiblanco y la directiva (eventual por mandato de un juzgado, que nunca se olvide) ha sabido gestionarla y saldrá del concurso con aire y buenas perspectivas, pues se sigue trabajando en rentabilizar la marca Betis y en poner al día las estructuras del club. Algo que también se hace con la plantilla, con la base del ascenso en la presente campaña y con retoques baratos, suficiente para la permanencia, y que volverá a sufrir una transformación para adecuarse a objetivos más ambiciosos (llegar lejos en la Copa y tranquilidad en la Liga) para el curso venidero.
Durante el verano pasado el Betis lo planificaba todo pensando en los objetivos que debía marcarse para la temporada que ahora está a punto de concluir. Las obligaciones se extendían más allá de lo deportivo, donde la prioridad, como no podía ser de otra manera, era la permanencia. No había más peticiones, no había más exigencias. Pepe Mel y sus hombres lo han cumplido con creces, con varias jornadas de antelación, con lo que se valora la aportación del cuerpo técnico y una plantilla que ha sufrido demasiadas críticas y desprecios cuando las había mucho peores (como se ha demostrado) en la Liga, así como se da un espaldarazo a la dirección deportiva, que fue la que apostó por estos protagonistas y por los oportunos cambios que se hicieron en enero. Ha tenido errores, como todas, pero sus aciertos se han destapado, sobre todo, en los momentos decisivos (Paulao, Santa Cruz, Jefferson Montero, Fabricio, Amaya... Y lo que no son fichajes, porque su trabajo es planificar, no sólo contratar). El otro objetivo, íntimamente vinculado con el primero, era la estabilidad de la entidad, que el concurso de acreedores fuera por un camino seguro y que se aprobara el convenio. La junta de acreedores está convocada para el 23 de mayo y el club se presentará allí con el 51 por ciento de acuerdo con su propuesta, cerrado hace muchas semanas. Otra salvación con adelanto, otro éxito de igual nivel al deportivo, porque si no pregunten en Vallecas cómo estaba la cosa en el apartado deportivo y cómo andaba en el concursal y lo íntimamente ligadas que están ambas cuestiones. El mérito en este caso es del consejo, con Miguel Guillén y José Antonio Bosch a la cabeza, pero como no puede ser de otra manera, de los administradores concursales.
Eran dos ligas las que tenía que jugar el club, dos frentes que circulaban paralelos pero con vasos comunicantes. Inevitablemente la estabilidad económica iba a influir en lo deportivo, y viceversa. Quizás las críticas más ácidas hacia la planta noble llegaron cuando la pelota no entraba, porque entonces se discutían formas, procederes y demás. Pero el verdadero éxito del consejo fue estabilizar la relación con los futbolistas y que éstos vivieran con tranquilidad el concurso y garantizaran sus ingresos. Al mismo tiempo, el éxito de la parcela deportiva repercute en la calma de la institución, no sólo por el orgullo que da estar en Primera y los objetivos que se pueden alcanzar desde esta liga que jamás debe abandonar el Betis, sino porque premia al club con un ingreso imprescindible que roza los 30 millones de euros en virtud del contrato televisivo que se firmó con Lopera.
Y es que todo han sido noticias buenas para el Betis en el apartado extradeportivo y quizás ésa ha sido la gran diferencia con respecto a las campañas anteriores. Si se le acusaba también a Lopera de las derrotas del equipo, ya que tenía una responsabilidad casi directa en ellas por su nefasta gestión y modales, justo es alabar que el actual consejo le ha dado distancia al cuerpo técnico para que trabaje con tranquilidad y se centre en lo suyo, algo que ha agradecido Mel, un técnico que ha ganado enteros con lo logrado este año a pesar de que las formas han sido cambiantes, ya que se recuerdan bache tremendos y sólo al final de la temporada ha pasado a ser un equipo más fiable que ha sabido desarrollar diferentes patrones de juego. De todas formas, el trabajo del madrileño sólo puede ser calificado como notable, ya que ha conseguido los objetivos que le han marcado en las dos campañas en las que ha entrenado en Heliópolis: el ascenso y la permanencia. Y ambas con holgura y tranquilidad, así como potenciando la cantera, la base del futuro deportivo y económico del club. Eso, incluso, tapa la decepción que supuso, también en ambos apartados, la temprana eliminación ante el Córdoba en la Copa del Rey, además de otras tiranteces con la dirección deportiva que se han ido diluyendo en tiempos recientes y que, quién sabe, podrían reverdecer con la fricción lógica en el mercado estival, cuando se ha de componer la plantilla que afronte nuevos retos la próxima campaña. Pero eso ya es otra historia. Y a lo mejor no es patata para esta mata, parafraseando al técnico en otras cuestiones.
La deuda de más de 90 millones del Betis atenazaba todo lo que significara verdiblanco y la directiva (eventual por mandato de un juzgado, que nunca se olvide) ha sabido gestionarla y saldrá del concurso con aire y buenas perspectivas, pues se sigue trabajando en rentabilizar la marca Betis y en poner al día las estructuras del club. Algo que también se hace con la plantilla, con la base del ascenso en la presente campaña y con retoques baratos, suficiente para la permanencia, y que volverá a sufrir una transformación para adecuarse a objetivos más ambiciosos (llegar lejos en la Copa y tranquilidad en la Liga) para el curso venidero.
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