La cúpula directiva está más alejada que nunca de Mel y se esfuerza para que cale lo menos posible en la plantilla. La campaña de descrédito del entrenador para cambiar la voluntad de la grada, en marcha.
La ruptura entre la cúpula rectora del Betis y Pepe Mel es casi total, tanto que si hoy hubiera de decidirse la continuidad del técnico de cara a la próxima temporada la salida más segura sería una propuesta encima de la mesa del madrileño para llegar a un acuerdo de rescisión del contrato que vincula a las partes hasta el 30 de junio de 2014 siempre que no se den en el transcurso una serie de premisas y, por supuesto, el equipo luzca la escarapela de Primera División. Y éste, y no otro, es el probable escenario que se planteará cuando la Liga expire allá por el 13 de mayo siempre que, como quedó dicho, el Betis logre la ansiada permanencia.
El desgaste en las relaciones entre el club -con José Antonio Bosch y Vlada Stosic como cabezas visibles- y el técnico no es nuevo ni provocado por las malas rachas de resultados. Más bien habría que decir que surgió días después del 13 de diciembre de 2010, cuando los rectores actuales desembarcaron en el club, derrocado el okupa Luis Oliver en la Junta General.
Entre Bosch y Mel jamás hubo empatía y con Stosic las divergencias estriban en la distinta forma de concebir el fútbol que ambos tienen y, un tanto, en el desgaste que ha sufrido su relación profesional fruto del mediocre resultado de los fichajes del pasado verano. Pero, en junio, habló la voluntad popular -el técnico era un ídolo para la afición- y no el consejo de administración. Por ello, tras una dura negociación, Mel no sólo continuó, sino que por admitir una bajada de sueldo firmó para tres temporadas.
Si la confianza antes era escasa, hoy es casi nula, pero queda Liga y todo puede pasar, incluso que la grada vuelva a mostrar su apoyo masivo a Mel. Con todo, el consejo ha comenzado una campaña de descrédito de su entrenador. El apoyo público es máximo, pero en privado apenas Miguel Guillén y León Lasa no le han retirado su confianza. Es más, si el equipo hoy estuviese ya salvado, se leerían y oirían críticas más feroces hacia el entrenador, porque la plana mayor ha decidido que no es bueno continuar una temporada más así. Otra cosa es que se atreva a actuar si de aquí a mayo cambia el panorama.
Los motivos de que las relaciones hayan ido a peor son diversos y alguno tiene que ver con lo ocurrido días atrás, cuando se decretó la ley del silencio -el club responsabiliza veladamente a Mel y éste sostiene lo contrario, medida que públicamente sí apoyó el club- o, más recientemente, respecto a la visita de la cúpula el martes al vestuario publicitada por Guillén el lunes. El club señala en privado a Mel como propulsor de la idea y ha deslizado, sin necesidad y quién sabe son qué intención, que el entrenador se invitó a la tertulia de Radio Sevilla en la que surgió el asunto junto al presidente, cuando aquél no hizo más que acudir por tener un almuerzo comprometido y aprovechar que iba su amigo.
Los ventiladores se han puesto en marcha con un único objetivo, que el beticismo torne las cañas por lanzas. El riesgo es máximo, en primer lugar porque el equipo aún no está salvado y los futbolistas olfatean la falta de apoyo a un técnico por mucho que públicamente se pregone lo contrario; en segundo lugar, porque Mel sigue siendo mucho Mel para la grada y restan nueve partidos en los que el equipo puede revertir la mala imagen presente. Pero el órdago a la grande -la campaña de desprestigio del entrenador- está echado antes de agotar todas las bazas. Y la única duda es saber si el Betis -no el club ni Mel- va de mano y con cuatro reyes para no perderlo.
Apoyo público, no privado
La ruptura entre la cúpula rectora del Betis y Pepe Mel es casi total, tanto que si hoy hubiera de decidirse la continuidad del técnico de cara a la próxima temporada la salida más segura sería una propuesta encima de la mesa del madrileño para llegar a un acuerdo de rescisión del contrato que vincula a las partes hasta el 30 de junio de 2014 siempre que no se den en el transcurso una serie de premisas y, por supuesto, el equipo luzca la escarapela de Primera División. Y éste, y no otro, es el probable escenario que se planteará cuando la Liga expire allá por el 13 de mayo siempre que, como quedó dicho, el Betis logre la ansiada permanencia.
El desgaste en las relaciones entre el club -con José Antonio Bosch y Vlada Stosic como cabezas visibles- y el técnico no es nuevo ni provocado por las malas rachas de resultados. Más bien habría que decir que surgió días después del 13 de diciembre de 2010, cuando los rectores actuales desembarcaron en el club, derrocado el okupa Luis Oliver en la Junta General.
Entre Bosch y Mel jamás hubo empatía y con Stosic las divergencias estriban en la distinta forma de concebir el fútbol que ambos tienen y, un tanto, en el desgaste que ha sufrido su relación profesional fruto del mediocre resultado de los fichajes del pasado verano. Pero, en junio, habló la voluntad popular -el técnico era un ídolo para la afición- y no el consejo de administración. Por ello, tras una dura negociación, Mel no sólo continuó, sino que por admitir una bajada de sueldo firmó para tres temporadas.
Si la confianza antes era escasa, hoy es casi nula, pero queda Liga y todo puede pasar, incluso que la grada vuelva a mostrar su apoyo masivo a Mel. Con todo, el consejo ha comenzado una campaña de descrédito de su entrenador. El apoyo público es máximo, pero en privado apenas Miguel Guillén y León Lasa no le han retirado su confianza. Es más, si el equipo hoy estuviese ya salvado, se leerían y oirían críticas más feroces hacia el entrenador, porque la plana mayor ha decidido que no es bueno continuar una temporada más así. Otra cosa es que se atreva a actuar si de aquí a mayo cambia el panorama.
Los motivos de que las relaciones hayan ido a peor son diversos y alguno tiene que ver con lo ocurrido días atrás, cuando se decretó la ley del silencio -el club responsabiliza veladamente a Mel y éste sostiene lo contrario, medida que públicamente sí apoyó el club- o, más recientemente, respecto a la visita de la cúpula el martes al vestuario publicitada por Guillén el lunes. El club señala en privado a Mel como propulsor de la idea y ha deslizado, sin necesidad y quién sabe son qué intención, que el entrenador se invitó a la tertulia de Radio Sevilla en la que surgió el asunto junto al presidente, cuando aquél no hizo más que acudir por tener un almuerzo comprometido y aprovechar que iba su amigo.
Los ventiladores se han puesto en marcha con un único objetivo, que el beticismo torne las cañas por lanzas. El riesgo es máximo, en primer lugar porque el equipo aún no está salvado y los futbolistas olfatean la falta de apoyo a un técnico por mucho que públicamente se pregone lo contrario; en segundo lugar, porque Mel sigue siendo mucho Mel para la grada y restan nueve partidos en los que el equipo puede revertir la mala imagen presente. Pero el órdago a la grande -la campaña de desprestigio del entrenador- está echado antes de agotar todas las bazas. Y la única duda es saber si el Betis -no el club ni Mel- va de mano y con cuatro reyes para no perderlo.
Apoyo público, no privado
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