[LEFT]<<Una vez Joaquín se durmió mientras hablaba Juande>>
—La profesora siempre terminaba por quitarnos el balón en el colegio. Con los pelotazos que dábamos no me extraña que lo hiciera. Y, claro, al final se nos ocurrió jugar al fútbol con una piedra. Lo recuerdo perfectamente. El problema fue un día... cuando un amigo cogió la piedra y la tiró al aire con tan mala suerte que me dio en la cabeza. Me hizo una brecha. ¡Uff! Empezó a salir sangre y me fui corriendo a casa. A mi madre casi le da algo. Se llevó un susto impresionante. Yo no sabía qué le pasaba, parecía enfadada, pero ahora la entiendo.
—¿A qué se refiere?
—Yo le decía a mi madre muchas veces: «Mamá, no seas tan pesada, que yo sé, que no pasa nada». Pero desde que tuve a Manuela, que es lo más grande que me ha pasado, todo cambió. Tiene tres años, es lo que me motiva a seguir adelante. Vivo por ella. Y lo que le decía antes... Cualquier cosa que le pasa me duele. No sé, la veo jugar en el parque y veo que un niño se acerca y la empuja y me pongo malo. Sé que es normal, que es cosa de niños, pero no puedo, no puedo... Aprendo a querer sólo con mirarla.
—¿Y qué aprendió usted como hijo?
—Yo, si le digo la verdad, de la persona que más he aprendido en mi vida es de mi padre. Lo llamo y le digo que estoy jodido porque no he marcado y me dice que esté feliz porque no me he lesionado; hablo con él si tengo algún problema y me dice que esté feliz porque siempre puede haber algo peor. No conozco a nadie tan optimista. Ah, y bueno, de mi madre también... No se vaya a enfadar. Me ha ayudado mucho. ¿Puedo decir algo?
—Por supuesto.
—Mi madre hace el mejor gazpacho del mundo (se ríe).—
¿Qué más cosas le gustan a Dani de su tierra, Sevilla?—
Me encanta Ecos del Rocío. Yo voy en el coche y me pongo mis sevillanitas, mi flamenquito. ¿Sabe quién es uno de mis ídolos? Chiquetete. Tengo fotos con él que guardo con mucho cariño. Me hizo mucha ilusión conocerle.
—Pero ¿cuánto hace que Chiquetete no saca un disco?
—Una barbaridad. Lo que pasa es que yo lo empecé a escuchar de chico. Yo soy del barrio de El Carmen, al lado de El Tardón, donde nacieron Chiquetete, Isabel Pantoja, Los Morancos...
—¡Arte!
—Y más.
—La pena es que la prensa del corazón le está dando a algunos....
—Sí, es verdad. Lo veo.
—¿Lo ve?
—Pues debo reconocerlo. Sí. Con Antoñito, cuando estamos en el hotel de concentración, a veces nos ponemos programas de esos. Creo que se llama «Salsa Rosa» o algo así. Eso sí, lo hacemos cuando no hay un partido de fútbol en la tele.
—¿Qué tal con Antoñito?
—Siempre está de cachondeo. Yo se lo digo muchas veces: «Quillo, cállate ya que eres muy pesado». Estamos en el aeropuerto y sólo se escucha a él, nos montamos en el autobús y sólo se oye su voz. Así todo el día. La verdad es que me tiene loco. Es un personaje, un artista.
—Otro artista es Joaquín, ¿no?
—¡Otro! ¡Qué personaje! Recuerdo un día que estábamos estirando en el centro del campo Denilson, Joaquín y yo. Ya habíamos acabado el entrenamiento. Llegó el míster, Juande Ramos, y empezó a contarnos una serie de cosas. Y, de repente, miré a Joaquín, que lo tenía a mi derecha, y lo vi dormido. ¡Estaba Juande hablando y el tío se quedó dormido! No pudimos evitar reírnos.
—¿Qué hicieron?
—Juande le echó un poquito de agua por encima. Y se despertó. ¡Otro que tenía un arte increíble era Rivas!
—Cuente alguna «fechoría».
—Hay muchas. En los viajes, por ejemplo, estaba todo el día imitando a la gente. Y a Melli lo hacía perfectamente. Tanto que si yo no miraba no sabía quién estaba hablando. Cogía el micrófono en el avión y se ponía a hablar como si fuera Melli. Era graciosísimo.
—¿Qué hacía Melli?
—Al principio se mosqueaba, pero luego tuvo que aguantarse. Es que yo no he visto a un tío más pesado que Rivas. Cuando le da por algo no hay nada que hacer.
—¿Alguna otra anécdota?
—¡Uff! Esta es buenísima. Ocurrió en el vestuario. A Rivas no se le ocurrió otra cosa que meter a Alfonso en un cubo de esos de ******, de los grandes. Lo metió de tal forma que el pobre Alfonso no podía salir. Estaba con el culo para dentro y por mucho que se me moviera estaba encajado. Entre Rivas y otros más cogieron el cubo y lo subieron encima de las taquillas. Alfonso se movía, pero nada, ahí estaba. De repente, cuando nadie se lo esperaba, llegó Serrá Ferrer. Uff. Cada vez que me acuerdo no puedo evitar reírme.
—¿Y qué pasó?
—El míster le preguntó: «¿Alfonso, qué hace usted ahí? ». Alfonso, serio, le dijo que lo habían metido en el cubo y que no se podía mover. ¡Fue buenísimo!
—¿Alguna anécdota confesable con Lopera?
—Me hacía mucha gracia cuando venía después de los partidos que habíamos ganado y nos decía que estaba muy contento por su perro Hugo, que celebraba los goles. Y otra cosa que nos decía de las primas era muy graciosa. Lo repetía muchas veces. Llegaba y decía que nos iba a dar unos premios por ganar. Pero al instante soltaba que si esas primas se las daba a once que vivieran en las 3.000 viviendas ganaban seguro. Supongo que era para motivarnos.
—¿Con qué se motivará usted tras el fútbol?
—Trabajaré en lo que sea. Por eso no hay problemas. He estado invirtiendo un dinero y espero tener suerte. En Conil de la Frontera he abierto un bar de copas que se llama La Botellita y por ahora me está yendo bien. Y con mi hija, hasta el final del mundo.[/LEFT]
—La profesora siempre terminaba por quitarnos el balón en el colegio. Con los pelotazos que dábamos no me extraña que lo hiciera. Y, claro, al final se nos ocurrió jugar al fútbol con una piedra. Lo recuerdo perfectamente. El problema fue un día... cuando un amigo cogió la piedra y la tiró al aire con tan mala suerte que me dio en la cabeza. Me hizo una brecha. ¡Uff! Empezó a salir sangre y me fui corriendo a casa. A mi madre casi le da algo. Se llevó un susto impresionante. Yo no sabía qué le pasaba, parecía enfadada, pero ahora la entiendo.
—¿A qué se refiere?
—Yo le decía a mi madre muchas veces: «Mamá, no seas tan pesada, que yo sé, que no pasa nada». Pero desde que tuve a Manuela, que es lo más grande que me ha pasado, todo cambió. Tiene tres años, es lo que me motiva a seguir adelante. Vivo por ella. Y lo que le decía antes... Cualquier cosa que le pasa me duele. No sé, la veo jugar en el parque y veo que un niño se acerca y la empuja y me pongo malo. Sé que es normal, que es cosa de niños, pero no puedo, no puedo... Aprendo a querer sólo con mirarla.
—¿Y qué aprendió usted como hijo?
—Yo, si le digo la verdad, de la persona que más he aprendido en mi vida es de mi padre. Lo llamo y le digo que estoy jodido porque no he marcado y me dice que esté feliz porque no me he lesionado; hablo con él si tengo algún problema y me dice que esté feliz porque siempre puede haber algo peor. No conozco a nadie tan optimista. Ah, y bueno, de mi madre también... No se vaya a enfadar. Me ha ayudado mucho. ¿Puedo decir algo?
—Por supuesto.
—Mi madre hace el mejor gazpacho del mundo (se ríe).—
¿Qué más cosas le gustan a Dani de su tierra, Sevilla?—
Me encanta Ecos del Rocío. Yo voy en el coche y me pongo mis sevillanitas, mi flamenquito. ¿Sabe quién es uno de mis ídolos? Chiquetete. Tengo fotos con él que guardo con mucho cariño. Me hizo mucha ilusión conocerle.
—Pero ¿cuánto hace que Chiquetete no saca un disco?
—Una barbaridad. Lo que pasa es que yo lo empecé a escuchar de chico. Yo soy del barrio de El Carmen, al lado de El Tardón, donde nacieron Chiquetete, Isabel Pantoja, Los Morancos...
—¡Arte!
—Y más.
—La pena es que la prensa del corazón le está dando a algunos....
—Sí, es verdad. Lo veo.
—¿Lo ve?
—Pues debo reconocerlo. Sí. Con Antoñito, cuando estamos en el hotel de concentración, a veces nos ponemos programas de esos. Creo que se llama «Salsa Rosa» o algo así. Eso sí, lo hacemos cuando no hay un partido de fútbol en la tele.
—¿Qué tal con Antoñito?
—Siempre está de cachondeo. Yo se lo digo muchas veces: «Quillo, cállate ya que eres muy pesado». Estamos en el aeropuerto y sólo se escucha a él, nos montamos en el autobús y sólo se oye su voz. Así todo el día. La verdad es que me tiene loco. Es un personaje, un artista.
—Otro artista es Joaquín, ¿no?
—¡Otro! ¡Qué personaje! Recuerdo un día que estábamos estirando en el centro del campo Denilson, Joaquín y yo. Ya habíamos acabado el entrenamiento. Llegó el míster, Juande Ramos, y empezó a contarnos una serie de cosas. Y, de repente, miré a Joaquín, que lo tenía a mi derecha, y lo vi dormido. ¡Estaba Juande hablando y el tío se quedó dormido! No pudimos evitar reírnos.
—¿Qué hicieron?
—Juande le echó un poquito de agua por encima. Y se despertó. ¡Otro que tenía un arte increíble era Rivas!
—Cuente alguna «fechoría».
—Hay muchas. En los viajes, por ejemplo, estaba todo el día imitando a la gente. Y a Melli lo hacía perfectamente. Tanto que si yo no miraba no sabía quién estaba hablando. Cogía el micrófono en el avión y se ponía a hablar como si fuera Melli. Era graciosísimo.
—¿Qué hacía Melli?
—Al principio se mosqueaba, pero luego tuvo que aguantarse. Es que yo no he visto a un tío más pesado que Rivas. Cuando le da por algo no hay nada que hacer.
—¿Alguna otra anécdota?
—¡Uff! Esta es buenísima. Ocurrió en el vestuario. A Rivas no se le ocurrió otra cosa que meter a Alfonso en un cubo de esos de ******, de los grandes. Lo metió de tal forma que el pobre Alfonso no podía salir. Estaba con el culo para dentro y por mucho que se me moviera estaba encajado. Entre Rivas y otros más cogieron el cubo y lo subieron encima de las taquillas. Alfonso se movía, pero nada, ahí estaba. De repente, cuando nadie se lo esperaba, llegó Serrá Ferrer. Uff. Cada vez que me acuerdo no puedo evitar reírme.
—¿Y qué pasó?
—El míster le preguntó: «¿Alfonso, qué hace usted ahí? ». Alfonso, serio, le dijo que lo habían metido en el cubo y que no se podía mover. ¡Fue buenísimo!
—¿Alguna anécdota confesable con Lopera?
—Me hacía mucha gracia cuando venía después de los partidos que habíamos ganado y nos decía que estaba muy contento por su perro Hugo, que celebraba los goles. Y otra cosa que nos decía de las primas era muy graciosa. Lo repetía muchas veces. Llegaba y decía que nos iba a dar unos premios por ganar. Pero al instante soltaba que si esas primas se las daba a once que vivieran en las 3.000 viviendas ganaban seguro. Supongo que era para motivarnos.
—¿Con qué se motivará usted tras el fútbol?
—Trabajaré en lo que sea. Por eso no hay problemas. He estado invirtiendo un dinero y espero tener suerte. En Conil de la Frontera he abierto un bar de copas que se llama La Botellita y por ahora me está yendo bien. Y con mi hija, hasta el final del mundo.[/LEFT]
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