La calva de Rubiales, presidente de la AFE, corre peligro de ser más impopular que la de Rubalcaba. El aficionado, en general, está confundiendo los motivos por los que el sindicato de futbolistas pone en peligro la jornada del día 2. No es por el convenio, no es por tener que trabajar un día que en el calendario de los jugadores está marcado como festivo. Eso es lo de menos. La AFE podría hacer la vista gorda y permitiría a sus afiliados jugar perfectamente.
El motivo es la pasta. La verdadera razón es que a los jugadores del Betis se les deben 7 millones de euros y Rubiales ve que la Liga actúa como si no pasara nada. Pone jornadas en el día que no toca, fija horarios con las televisiones y compadrea como si todo el mundo estuviera al día en el cobro cuando no es así.
Y mientras sucede todo eso, la Liga deja que el asunto se enrede, que haya confusión en la afición, que la AFE se desgaste y que la sociedad vea a los futbolistas como si fueran controladores aéreos: unos niñatos millonarios que se niegan a jugar en estas fechas tan señaladas.
Es verdad que los futbolistas de Primera y Segunda división son trabajadores con un estatus privilegiado. Pero no es menos cierto que a veces no cobran lo estipulado en sus contratos. O sea que les torean, les engañan y les engatusan como en cualquier otro ámbito de la vida laboral. Rara vez el timado es Cristiano Ronaldo o es Messi. Hay que bajar a los suburbios del futbolista proletario y de los clubes mal gestionados, entre otros, por presidentes que se sientan en la mesa de la Liga a compartir un puro con los que sí pagan.
Lo que vemos en televisión es Disneylandia. En el fútbol profesional también existen los altos hornos o Sintel y, por supuesto, la amenaza del paro. De vez en cuando hay que parar los pies al patrón. Los espectadores que desean ir el día 2 al fútbol, en su mayoría autónomos y trabajadores por cuenta ajena, deberían entenderlo.
Por Roberto Palomar
El motivo es la pasta. La verdadera razón es que a los jugadores del Betis se les deben 7 millones de euros y Rubiales ve que la Liga actúa como si no pasara nada. Pone jornadas en el día que no toca, fija horarios con las televisiones y compadrea como si todo el mundo estuviera al día en el cobro cuando no es así.
Y mientras sucede todo eso, la Liga deja que el asunto se enrede, que haya confusión en la afición, que la AFE se desgaste y que la sociedad vea a los futbolistas como si fueran controladores aéreos: unos niñatos millonarios que se niegan a jugar en estas fechas tan señaladas.
Es verdad que los futbolistas de Primera y Segunda división son trabajadores con un estatus privilegiado. Pero no es menos cierto que a veces no cobran lo estipulado en sus contratos. O sea que les torean, les engañan y les engatusan como en cualquier otro ámbito de la vida laboral. Rara vez el timado es Cristiano Ronaldo o es Messi. Hay que bajar a los suburbios del futbolista proletario y de los clubes mal gestionados, entre otros, por presidentes que se sientan en la mesa de la Liga a compartir un puro con los que sí pagan.
Lo que vemos en televisión es Disneylandia. En el fútbol profesional también existen los altos hornos o Sintel y, por supuesto, la amenaza del paro. De vez en cuando hay que parar los pies al patrón. Los espectadores que desean ir el día 2 al fútbol, en su mayoría autónomos y trabajadores por cuenta ajena, deberían entenderlo.
Por Roberto Palomar
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