Gordillo, quillo...
Esto no se le hace a un palangana que te quiere. Ya me dirás tú a ver ahora con quién nos metemos
antonio garcía barbeito
Día 15/12/2010 - 08.00h
Yo tengo un amigo que era más de izquierda que el reloj de pulsera, indoblegable, de los que iban a los mítines de la izquierda más que a las procesiones de Semana Santa —que también es muy de Semana Santa, que una cosa no tiene nada que ver con la otra—, que salía en todas las fotos de puños en alto y banderitas rojas; de los que llevaban un llavero con la cara de su líder, con más alegría y demostración de fidelidad que con las que llevaba al cuello la medalla de la imagen de sus íntimas devociones. Mi amigo era un rojo tocado, además, de andalucismo súbito, y si bien huía de cualquier fiesta donde ondeara el rojigualdo de la bandera nacional, todos los 28 de febrero colocaba en su balcón una bandera andaluza, con una peculiaridad: para que se supiera que aquella bandera la había puesto un sevillista y que no mediaba demostración deportiva en la tela, en la franja blanca del centro le ponía un gran escudo del Sevilla. Bueno, pues mi amigo un día pegó un cambiazo que parecía haberse sometido a una operación de cerebro, eso que antes decíamos que le habían «comido el coco». ¿Quién se lo comió? Pues su niño el mayor, su ojito derecho (muy a su pesar, lo de derecho). Resulta que el niño un día, a la hora del almuerzo, soltó que se había afiliado a un partido de derecha, y que sería el próximo candidato de la derecha al ayuntamiento del pueblo. Los garbanzos le engordaron al padre en la boca y se le pusieron como albóndigas, y sólo acertó a decir: «¿Que te has afiliado a la derecha? Manolito, hijo…»
Pues algo parecido nos ha pasado a muchos sevillistas de los que por no tragarnos nada verde —aunque ahora nos las estamos tragando de todos los colores—, preferimos las aceitunas moradas y las coles de Bruselas antes que las lechugas. Rafael Gordillo, flamante presidente del Betis. ¿Presidente tú, Rafael? Gordi, quillo… ¿Y ahora con quién nos metemos, a quién le hacemos chiste, de quién nos reímos, con el cariño que te tenemos tantos y tantos sevillistas que en el «otro» —ese al que ahora no conoce nadie— teníamos al perfecto muñeco vudú? Gordi, quillo… Nos has desarmado de inquina presidencial, Rafa. ¿Cómo vamos a desearle fracasos a un tío como tú —como usted, presidente—, que tiene el corazón del color de toda Sevilla, por más verdolaga que sea? Tú, Rafa, como el flamenco lo es de la Humanidad, eres patrimonio del fútbol, de Sevilla, de todos los aficionados al fútbol, de tus amigos. Esto no se le hace a un palangana que te quiere, Gordi, quillo.Ya me dirás tú a ver ahora con quién nos metemos.
Esto no se le hace a un palangana que te quiere. Ya me dirás tú a ver ahora con quién nos metemos
antonio garcía barbeito
Día 15/12/2010 - 08.00h
Yo tengo un amigo que era más de izquierda que el reloj de pulsera, indoblegable, de los que iban a los mítines de la izquierda más que a las procesiones de Semana Santa —que también es muy de Semana Santa, que una cosa no tiene nada que ver con la otra—, que salía en todas las fotos de puños en alto y banderitas rojas; de los que llevaban un llavero con la cara de su líder, con más alegría y demostración de fidelidad que con las que llevaba al cuello la medalla de la imagen de sus íntimas devociones. Mi amigo era un rojo tocado, además, de andalucismo súbito, y si bien huía de cualquier fiesta donde ondeara el rojigualdo de la bandera nacional, todos los 28 de febrero colocaba en su balcón una bandera andaluza, con una peculiaridad: para que se supiera que aquella bandera la había puesto un sevillista y que no mediaba demostración deportiva en la tela, en la franja blanca del centro le ponía un gran escudo del Sevilla. Bueno, pues mi amigo un día pegó un cambiazo que parecía haberse sometido a una operación de cerebro, eso que antes decíamos que le habían «comido el coco». ¿Quién se lo comió? Pues su niño el mayor, su ojito derecho (muy a su pesar, lo de derecho). Resulta que el niño un día, a la hora del almuerzo, soltó que se había afiliado a un partido de derecha, y que sería el próximo candidato de la derecha al ayuntamiento del pueblo. Los garbanzos le engordaron al padre en la boca y se le pusieron como albóndigas, y sólo acertó a decir: «¿Que te has afiliado a la derecha? Manolito, hijo…»
Pues algo parecido nos ha pasado a muchos sevillistas de los que por no tragarnos nada verde —aunque ahora nos las estamos tragando de todos los colores—, preferimos las aceitunas moradas y las coles de Bruselas antes que las lechugas. Rafael Gordillo, flamante presidente del Betis. ¿Presidente tú, Rafael? Gordi, quillo… ¿Y ahora con quién nos metemos, a quién le hacemos chiste, de quién nos reímos, con el cariño que te tenemos tantos y tantos sevillistas que en el «otro» —ese al que ahora no conoce nadie— teníamos al perfecto muñeco vudú? Gordi, quillo… Nos has desarmado de inquina presidencial, Rafa. ¿Cómo vamos a desearle fracasos a un tío como tú —como usted, presidente—, que tiene el corazón del color de toda Sevilla, por más verdolaga que sea? Tú, Rafa, como el flamenco lo es de la Humanidad, eres patrimonio del fútbol, de Sevilla, de todos los aficionados al fútbol, de tus amigos. Esto no se le hace a un palangana que te quiere, Gordi, quillo.Ya me dirás tú a ver ahora con quién nos metemos.
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