Recojo a través de un retweeteo de Edu Barba (ABC) un buen artículo, a mi juicio, que analiza la situación de crisis del Club con el tema Enrique. El enlace es:
http://www.hombreraro.com/2019/05/16/927/
"Desde la distancia resulta sorprendente, y chocante, lo que está pasando de un tiempo a esta parte en el Betis. Pocas veces se ha visto una división como la que ahora mismo es tan palmaria como triste en el entorno del club bético respecto al asunto deportivo, con una gran parte de la afición reclamando un cambio urgente de entrenador, un consejo de administración que guarda silencio sepulcral y no descarta nada, periodistas en guerra entre ellos, futbolistas que se posicionan… y un Quique Setién que a sus sesenta años, viejo zorro, está dejando que sean los demás los que libren su batalla. ¿Y todo esto por qué? Pues porque el equipo ha hecho una segunda vuelta deplorable y una temporada global discreta en la que aburrió mucho, desesperó más y solamente se apuntó en el haber unos pocos fogonazos de brillantez en la primera mitad del ejercicio. Alguno de mucho valor, cierto es, pero poca cosa al fin y al cabo en el cómputo total de un año entero de competición, con tanto que pasa en ese periodo. Y también, que todo hay que decirlo, porque Setién no ha sabido mantener un discurso empático con la afición bética en sus declaraciones y comparecencias públicas, e incluso fue insolente a veces, con su propia gente y con terceros, con alguna desconsideración al contrario realmente vergonzante. Hasta hace poco tiempo el Betis transmitía un mensaje uniforme, coherente y sin fisuras para un futuro halagüeño. Se ha superado mucho, muchísimo, en un club que ha vivido veinte años, más o menos, en unos altibajos extrañísimos, alternando e incluso combinando en lapsos cortos presencias absolutamente incongruentes e imposibles en su vestuario y sufriendo en la dirección de la entidad una particular y casi eterna hoguera de vanidades con una explosión de personalidades tabernarias muy sonrojantes. Pero hace ya algunos años que el club enderezó su rumbo, solventó por fases los problemas mayores de carácter institucional e inició otro camino que aparentaba solidez, sentido común y pericia empresarial y que tuvo un rápido reflejo en un cambio radical en la forma de hacer las cosas en el plano deportivo. La temporada 2017-2018 pareció el comienzo de algo distinto, algo mejor a lo conocido en los últimos lustros, más fiable, más sensible, más ordenado, más fuerte. Con criterio, con personalidad. Y sería una gran necedad negar que en ello tuvo una responsabilidad principal Quique Setién. Pero el segundo capítulo del libro era una temporada de tres competiciones y muy altas expectativas que no ha tenido final feliz, ni mucho menos. Hay quien ve el vaso medio lleno y quien lo ve medio vacío, pero el punto de intersección de todos los pareceres no se discute: el equipo ha estado por debajo de lo que todos esperaban y de la calidad individual con la que se estima al plantel… de futbolistas y de técnicos.
En otras muchas circunstancias, en el Betis y en otros clubes, Setién no habría llegado al final de esta temporada. Su continuidad se ha defendido con argumentos tan válidos, tan convincentes o tan absurdos como los que podrían haber justificado su destitución. Los que mandan en el club podrían pensar como tantas personas que han pedido su destitución con insistencia y vehemencia, pero han visto la situación como los que una y otra vez han encontrado motivos para defender la continuidad del cántabro, y han apostado por él porque han creído que ningún cambio garantizaba el bien para el equipo. Desgraciadamente lo que ha sido al final es que ningún cambio habría empeorado la trayectoria que ha traído al Betis hasta el final de la temporada, pero esto se sabe a posteriori. Los reproches no llevan a nada.
Le toca a quien manda
Ahora viene la siguiente decisión, porque a Quique Setién le queda un año de contrato y él, hasta ahora, no parece dispuesto a facilitar las cosas, y tampoco cabe el reproche aquí porque ni Setién ni cualquier otro profesional tiene por qué mirar más por el club que le paga que por sí mismo, que esto puede doler pero es así. Le toca a la propiedad de la empresa decidir si se respeta el contrato del entrenador o hay que ir a la rescisión del mismo, según el criterio de los altos directivos con conocimiento de la causa técnica, por supuesto. Pero la realidad en la que ahora mismo se desenvuelve el club es la que es y la cuestión no es tener fe en Setién o no tenerla. La mejor consideración no es garantía de nada. Hoy se filtra que el cántabro va a seguir, y sin saber si esto es cierto, sí que se puede decir tranquilamente que es evidente que optar por la continuidad del discutido entrenador es una apuesta de máximos, poner todos los ****** en la misma cesta, jugar a la divinidad y también a una ruleta rusa: una posibilidad (la del éxito rotundo y sin ambages desde el minuto uno) contra todas las demás. Apostar por Setién en este caso de ambiente extremo es muy valiente, no cabe duda, pero también es mandar un mensaje muy arriesgado a la hinchada, de consecuencias imprevisibles, mas esto es fútbol y nadie debe confundirse: manda quien manda, aunque es cierto que en este negocio se han visto incontables presidentes y directivos de brillantes currículos empresariales o profesionales que siguiendo una confianza infinita en su intuición, pensando que a ellos no les podía pasar, se han estrellado como si fueran el tonto del pueblo. ¿Puede triunfar Setién si se queda? Puede, por supuesto. Y por poder, puede irse después, libre de contrato y dejar tirados a los directivos que se la jugaron por él. También eso puede pasar.
Es muy raro, en fin, lo que pasa en el Betis desde hace ya muchas semanas y esto debe zanjarse con una decisión cuyo aplazamiento ahora es simple procrastinación gratuita. Y Haro y López Catalán, que a nivel de gestión lo están haciendo tan bien, seguro que son conscientes de que apostar por Setién será como tirar un dado en el que en cinco de sus seis caras lo que pone es “perdisteis”. Pero mandan y arriesgan ellos"
http://www.hombreraro.com/2019/05/16/927/
"Desde la distancia resulta sorprendente, y chocante, lo que está pasando de un tiempo a esta parte en el Betis. Pocas veces se ha visto una división como la que ahora mismo es tan palmaria como triste en el entorno del club bético respecto al asunto deportivo, con una gran parte de la afición reclamando un cambio urgente de entrenador, un consejo de administración que guarda silencio sepulcral y no descarta nada, periodistas en guerra entre ellos, futbolistas que se posicionan… y un Quique Setién que a sus sesenta años, viejo zorro, está dejando que sean los demás los que libren su batalla. ¿Y todo esto por qué? Pues porque el equipo ha hecho una segunda vuelta deplorable y una temporada global discreta en la que aburrió mucho, desesperó más y solamente se apuntó en el haber unos pocos fogonazos de brillantez en la primera mitad del ejercicio. Alguno de mucho valor, cierto es, pero poca cosa al fin y al cabo en el cómputo total de un año entero de competición, con tanto que pasa en ese periodo. Y también, que todo hay que decirlo, porque Setién no ha sabido mantener un discurso empático con la afición bética en sus declaraciones y comparecencias públicas, e incluso fue insolente a veces, con su propia gente y con terceros, con alguna desconsideración al contrario realmente vergonzante. Hasta hace poco tiempo el Betis transmitía un mensaje uniforme, coherente y sin fisuras para un futuro halagüeño. Se ha superado mucho, muchísimo, en un club que ha vivido veinte años, más o menos, en unos altibajos extrañísimos, alternando e incluso combinando en lapsos cortos presencias absolutamente incongruentes e imposibles en su vestuario y sufriendo en la dirección de la entidad una particular y casi eterna hoguera de vanidades con una explosión de personalidades tabernarias muy sonrojantes. Pero hace ya algunos años que el club enderezó su rumbo, solventó por fases los problemas mayores de carácter institucional e inició otro camino que aparentaba solidez, sentido común y pericia empresarial y que tuvo un rápido reflejo en un cambio radical en la forma de hacer las cosas en el plano deportivo. La temporada 2017-2018 pareció el comienzo de algo distinto, algo mejor a lo conocido en los últimos lustros, más fiable, más sensible, más ordenado, más fuerte. Con criterio, con personalidad. Y sería una gran necedad negar que en ello tuvo una responsabilidad principal Quique Setién. Pero el segundo capítulo del libro era una temporada de tres competiciones y muy altas expectativas que no ha tenido final feliz, ni mucho menos. Hay quien ve el vaso medio lleno y quien lo ve medio vacío, pero el punto de intersección de todos los pareceres no se discute: el equipo ha estado por debajo de lo que todos esperaban y de la calidad individual con la que se estima al plantel… de futbolistas y de técnicos.
En otras muchas circunstancias, en el Betis y en otros clubes, Setién no habría llegado al final de esta temporada. Su continuidad se ha defendido con argumentos tan válidos, tan convincentes o tan absurdos como los que podrían haber justificado su destitución. Los que mandan en el club podrían pensar como tantas personas que han pedido su destitución con insistencia y vehemencia, pero han visto la situación como los que una y otra vez han encontrado motivos para defender la continuidad del cántabro, y han apostado por él porque han creído que ningún cambio garantizaba el bien para el equipo. Desgraciadamente lo que ha sido al final es que ningún cambio habría empeorado la trayectoria que ha traído al Betis hasta el final de la temporada, pero esto se sabe a posteriori. Los reproches no llevan a nada.
Le toca a quien manda
Ahora viene la siguiente decisión, porque a Quique Setién le queda un año de contrato y él, hasta ahora, no parece dispuesto a facilitar las cosas, y tampoco cabe el reproche aquí porque ni Setién ni cualquier otro profesional tiene por qué mirar más por el club que le paga que por sí mismo, que esto puede doler pero es así. Le toca a la propiedad de la empresa decidir si se respeta el contrato del entrenador o hay que ir a la rescisión del mismo, según el criterio de los altos directivos con conocimiento de la causa técnica, por supuesto. Pero la realidad en la que ahora mismo se desenvuelve el club es la que es y la cuestión no es tener fe en Setién o no tenerla. La mejor consideración no es garantía de nada. Hoy se filtra que el cántabro va a seguir, y sin saber si esto es cierto, sí que se puede decir tranquilamente que es evidente que optar por la continuidad del discutido entrenador es una apuesta de máximos, poner todos los ****** en la misma cesta, jugar a la divinidad y también a una ruleta rusa: una posibilidad (la del éxito rotundo y sin ambages desde el minuto uno) contra todas las demás. Apostar por Setién en este caso de ambiente extremo es muy valiente, no cabe duda, pero también es mandar un mensaje muy arriesgado a la hinchada, de consecuencias imprevisibles, mas esto es fútbol y nadie debe confundirse: manda quien manda, aunque es cierto que en este negocio se han visto incontables presidentes y directivos de brillantes currículos empresariales o profesionales que siguiendo una confianza infinita en su intuición, pensando que a ellos no les podía pasar, se han estrellado como si fueran el tonto del pueblo. ¿Puede triunfar Setién si se queda? Puede, por supuesto. Y por poder, puede irse después, libre de contrato y dejar tirados a los directivos que se la jugaron por él. También eso puede pasar.
Es muy raro, en fin, lo que pasa en el Betis desde hace ya muchas semanas y esto debe zanjarse con una decisión cuyo aplazamiento ahora es simple procrastinación gratuita. Y Haro y López Catalán, que a nivel de gestión lo están haciendo tan bien, seguro que son conscientes de que apostar por Setién será como tirar un dado en el que en cinco de sus seis caras lo que pone es “perdisteis”. Pero mandan y arriesgan ellos"
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