Me parece un gran artículo y bastante clarito 
Esperando a Rafael Gordillo
El Betis es un polvorín en el que el afán de protagonismo le tiene ganado el terreno al sentido común y la ambición le pisa el cuello a la dignidad, y todo a las puertas de una nueva temporada... en Segunda
GERARDO TORRES / SEVILLA
Del repaso de las hemerotecas se deduce que Luis Oliver Albesa es más o menos como el Ryan Bingham que interpretó George Clooney en «Up in the air»: un animador de las colas del paro que allá por donde se posa hace la oscuridad y el llanto después de dejar fluir su discurso bien argumentado y sin embargo vacuo. Su reputación es la de un aniquilador, y pasando por ser empresario, a la fecha actual no se conoce sociedad próspera bajo su mando.
Le acompaña en su viaje Ángel Vergara, un socio-colaborador de trayectoria igualmente preocupante. Decía Lopera que tenía un ordenador en su oficina que con sólo apretar un botón le revelaba el historial profesional y financiero de la gente. Según parece, se le rompió.
De José León Gómez está todo dicho, aunque nunca deje de sorprender con sus giros. Él, que fue presidente del club hace cuarenta años, encarna el estancamiento del Real Betis. Internet proyectó al mundo su alias «el cuchara», pero es que a él le da igual el mundo. Esto está claro.
El consejo de administración del Betis es un espacio tridimensional que, como el triángulo de las Bermudas, engulle a sus viajantes. Se sabe cuándo ingresan en él, pero muy pocas veces trasciende cuándo se van. Y se esfuman. Aunque a veces vuelvan, se hacen invisibles. Callan luego existen, sometidos a una insoportable tensión de silencio, como cantaba Santiago Auserón.
En el consejo actual está Jaime Rodríguez Sacristán-Cascajo, el joven abogado que con el tiempo ganó predicamento en la calle Jabugo, un ilustrado en la corte del rey cazurro. Y está Antonio Álvarez. ¿Por qué? Misterio. Y estaba hasta el otro día José María Blanco. ¿Por qué? Fenómeno paranormal.
Están también Rufino González y Manuel Castaño. Tal para cual. La pugna por ser reconocido como el segundo accionista de la entidad les ha separado. Nunca han sabido situarse y si González se ha acercado siempre a Lopera, a Castaño le ha perdido la obsesión por ser presidente del Betis. Jamás han sabido desmarcarse y los dos son culpables, como el resto. ¿De qué?
De este apocalipsis verdiblanco que le tiene comida la moral a los béticos de calle y corazón. De esta crisis heliopolitana que no la empeora ni una intervención de ZP. Todos los personajes citados, otros que han puesto mucho de su parte para enredar la madeja y, por supuesto, Manuel Ruiz de Lopera, actor principal, han metido al Real Betis en un callejón sin salida y de ahí tendrá que salir marcha atrás y por la fuerza. Empujado por su gente y ya se verá si por la juez Mercedes Alaya, que parece tenerlo clarísimo y ha emprendido una cruzada que agradece el beticismo pero no es definitiva.
La titular del número 6 de los de Instrucción de Sevilla se ha convertido en una Juana de Arco en verde, blanco y verde, pero el camino de la Justicia tiene mucho más recorrido y no muere en lo que ella pueda interpretar y decidir.
¿Por qué el consejo le da el poder de ordenar y mandar en el club a un hombre recién llegado que tiene nueve acciones en el bolsillo? ¿Por qué aplaza una junta de accionistas ya convocada para que el capital disponga? ¿Por qué siguen fichando Oliver y Carlos Bucero? ¿Por qué gira León en contra de los intereses generales del Betis? ¿Por qué los celos impiden un bloque de la decencia?
La juez Alaya suspendió los derechos políticos del paquete mayoritario del capital social del Real Betis y esperó a que el restante hiciera lo demás, pero el intento fue en vano. El desgobierno dibujó el jueves pasado una tragicomedia con la reunión del consejo, la huida del zaherido Rufino González y la continuidad del status quo impuesto antes del célebre auto que congeló el poder de decisión de Bitton Sport con las acciones otrora de Farusa. Y la juez, en vista de que no es posible la pacificación y el orden en este pequeño Iraq, harta de los personalismos, toma cartas en el asunto. E interviene.
En unos días la magistrada se va de vacaciones. Agosto es sagrado en la Justicia. Pero antes quiere firmar otro auto marcando el futuro inmediato del Betis. Rafael Gordillo debe contestar hoy si está dispuesto a formar parte de la administración judicial de la sociedad. Se lo ha pensado el fin de semana en la playa, ilocalizable para periodistas y porteras. La oferta de la juez no contempla el poder omnímodo de Lopera, que éste será para un equipo de expertos en leyes, empresas, finanzas, números y fútbol. Gordillo es éste y su campo de acción será el deportivo. No tendrá que sentarse en el consejo de administración, ni solicitar una junta, ni nombrar un presidente.
Se trata todo de un giro urgente para evitar el caos en el que vive la entidad, el que por ejemplo impide que el Betis haga fuerza real en la investigación por las presuntas irregularidades cometidas por el Hércules para lograr el ascenso, más allá de un par de cartas a la Federación y el CSD.
A Lopera no le gusta Gordillo. Y ayer saltó. Sus abogados redactaron el comunicado que puede leerse junto a estas líneas y protesta el ex consejero delegado por la posible designación del «Vendaval» para formar parte de la administración colegiada de las que fueron sus acciones. Y se descubre Lopera. Ningún bético definiría a Rafael Gordillo Vázquez como «un futbolista retirado, sin conocimientos económicos ni jurídicos». Serán los que a él le han sobrado para poner al Betis donde está.
Advierte a propios extraños, acusa a la juez de ir en contra de la lógica y del procedimiento y dice que nombrar a Gordillo para las funciones que ya se saben sería una «aberración jurídica». Y entonces hay que preguntarse qué más le dará a él si de verdad ha vendido esas acciones. Y leyendo más, ¿por qué dice que aún tiene intereses porque avala aún deudas del Betis frente a terceros por treinta millones de euros cuándo se explicó que la venta a Oliver incluía la liberación de todos los avales? Y más: ¿tanto dinero debe el Betis? Pues claro que sí. ¿Usted que se creía?
Hoy, un nuevo capítulo. Sólo falta que alguien grite el «¿cómo están ustedes?».

Esperando a Rafael Gordillo
El Betis es un polvorín en el que el afán de protagonismo le tiene ganado el terreno al sentido común y la ambición le pisa el cuello a la dignidad, y todo a las puertas de una nueva temporada... en Segunda
GERARDO TORRES / SEVILLA
Del repaso de las hemerotecas se deduce que Luis Oliver Albesa es más o menos como el Ryan Bingham que interpretó George Clooney en «Up in the air»: un animador de las colas del paro que allá por donde se posa hace la oscuridad y el llanto después de dejar fluir su discurso bien argumentado y sin embargo vacuo. Su reputación es la de un aniquilador, y pasando por ser empresario, a la fecha actual no se conoce sociedad próspera bajo su mando.
Le acompaña en su viaje Ángel Vergara, un socio-colaborador de trayectoria igualmente preocupante. Decía Lopera que tenía un ordenador en su oficina que con sólo apretar un botón le revelaba el historial profesional y financiero de la gente. Según parece, se le rompió.
De José León Gómez está todo dicho, aunque nunca deje de sorprender con sus giros. Él, que fue presidente del club hace cuarenta años, encarna el estancamiento del Real Betis. Internet proyectó al mundo su alias «el cuchara», pero es que a él le da igual el mundo. Esto está claro.
El consejo de administración del Betis es un espacio tridimensional que, como el triángulo de las Bermudas, engulle a sus viajantes. Se sabe cuándo ingresan en él, pero muy pocas veces trasciende cuándo se van. Y se esfuman. Aunque a veces vuelvan, se hacen invisibles. Callan luego existen, sometidos a una insoportable tensión de silencio, como cantaba Santiago Auserón.
En el consejo actual está Jaime Rodríguez Sacristán-Cascajo, el joven abogado que con el tiempo ganó predicamento en la calle Jabugo, un ilustrado en la corte del rey cazurro. Y está Antonio Álvarez. ¿Por qué? Misterio. Y estaba hasta el otro día José María Blanco. ¿Por qué? Fenómeno paranormal.
Están también Rufino González y Manuel Castaño. Tal para cual. La pugna por ser reconocido como el segundo accionista de la entidad les ha separado. Nunca han sabido situarse y si González se ha acercado siempre a Lopera, a Castaño le ha perdido la obsesión por ser presidente del Betis. Jamás han sabido desmarcarse y los dos son culpables, como el resto. ¿De qué?
De este apocalipsis verdiblanco que le tiene comida la moral a los béticos de calle y corazón. De esta crisis heliopolitana que no la empeora ni una intervención de ZP. Todos los personajes citados, otros que han puesto mucho de su parte para enredar la madeja y, por supuesto, Manuel Ruiz de Lopera, actor principal, han metido al Real Betis en un callejón sin salida y de ahí tendrá que salir marcha atrás y por la fuerza. Empujado por su gente y ya se verá si por la juez Mercedes Alaya, que parece tenerlo clarísimo y ha emprendido una cruzada que agradece el beticismo pero no es definitiva.
La titular del número 6 de los de Instrucción de Sevilla se ha convertido en una Juana de Arco en verde, blanco y verde, pero el camino de la Justicia tiene mucho más recorrido y no muere en lo que ella pueda interpretar y decidir.
¿Por qué el consejo le da el poder de ordenar y mandar en el club a un hombre recién llegado que tiene nueve acciones en el bolsillo? ¿Por qué aplaza una junta de accionistas ya convocada para que el capital disponga? ¿Por qué siguen fichando Oliver y Carlos Bucero? ¿Por qué gira León en contra de los intereses generales del Betis? ¿Por qué los celos impiden un bloque de la decencia?
La juez Alaya suspendió los derechos políticos del paquete mayoritario del capital social del Real Betis y esperó a que el restante hiciera lo demás, pero el intento fue en vano. El desgobierno dibujó el jueves pasado una tragicomedia con la reunión del consejo, la huida del zaherido Rufino González y la continuidad del status quo impuesto antes del célebre auto que congeló el poder de decisión de Bitton Sport con las acciones otrora de Farusa. Y la juez, en vista de que no es posible la pacificación y el orden en este pequeño Iraq, harta de los personalismos, toma cartas en el asunto. E interviene.
En unos días la magistrada se va de vacaciones. Agosto es sagrado en la Justicia. Pero antes quiere firmar otro auto marcando el futuro inmediato del Betis. Rafael Gordillo debe contestar hoy si está dispuesto a formar parte de la administración judicial de la sociedad. Se lo ha pensado el fin de semana en la playa, ilocalizable para periodistas y porteras. La oferta de la juez no contempla el poder omnímodo de Lopera, que éste será para un equipo de expertos en leyes, empresas, finanzas, números y fútbol. Gordillo es éste y su campo de acción será el deportivo. No tendrá que sentarse en el consejo de administración, ni solicitar una junta, ni nombrar un presidente.
Se trata todo de un giro urgente para evitar el caos en el que vive la entidad, el que por ejemplo impide que el Betis haga fuerza real en la investigación por las presuntas irregularidades cometidas por el Hércules para lograr el ascenso, más allá de un par de cartas a la Federación y el CSD.
A Lopera no le gusta Gordillo. Y ayer saltó. Sus abogados redactaron el comunicado que puede leerse junto a estas líneas y protesta el ex consejero delegado por la posible designación del «Vendaval» para formar parte de la administración colegiada de las que fueron sus acciones. Y se descubre Lopera. Ningún bético definiría a Rafael Gordillo Vázquez como «un futbolista retirado, sin conocimientos económicos ni jurídicos». Serán los que a él le han sobrado para poner al Betis donde está.
Advierte a propios extraños, acusa a la juez de ir en contra de la lógica y del procedimiento y dice que nombrar a Gordillo para las funciones que ya se saben sería una «aberración jurídica». Y entonces hay que preguntarse qué más le dará a él si de verdad ha vendido esas acciones. Y leyendo más, ¿por qué dice que aún tiene intereses porque avala aún deudas del Betis frente a terceros por treinta millones de euros cuándo se explicó que la venta a Oliver incluía la liberación de todos los avales? Y más: ¿tanto dinero debe el Betis? Pues claro que sí. ¿Usted que se creía?
Hoy, un nuevo capítulo. Sólo falta que alguien grite el «¿cómo están ustedes?».
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