Las ruinas de Heliópolis
-Lopera, que en realidad es un ditero del Fontanal venido a más, ha proyectado sobre la ciudad el reflejo de Itálica
Si Cornelio Escipión el Africano fundó Itálica, Ruiz de Lopera refundó el Betis y lo convirtió en un mosaico de sociedades mercantiles cuyos nombres mueven a esa risa que nos permite huir de la ofuscación o del llanto. Como le dijo en su día a un joven abogado sevillano de apellido germánico, vulgo Moeckel, las siglas de Tegasa significan Técnicas Ganaderas… pero no de reses bravas ni mansas, sino de ganar dinero, niño, que no «se os» enteráis de ná. Esas técnicas ganaderas promovieron la creación de Farusa, de Incecosa, de todo el aparato que Donmanué ha situado alrededor del club, pronúnciese '****', para parapetarse tras semejante estructura a la hora de la verdad judicial.
Lopera, que en realidad es un ditero del Fontanal venido a más, ha proyectado sobre la ciudad el reflejo de las ruinas de Itálica en pleno siglo XXI. En esta Sevilla de dualidades que le rinde culto al Jano bifronte que preside la fuente del patio de la Casa de Pilato, las ruinas también tenían que ser pares. Itálica y Heliópolis. En la primera jugaron Trajano y Adriano. En la segunda, Nacho y Pavone. En Itálica descansaban los veteranos curtidos en mil y una batallas. En la ciudad del sol no descansan de disgustos los socios de este equipo cuyos carnés deberían llevar impreso el mismo eslogan que los paquetes de tabaco: «El beticismo perjudica seriamente la salud».
Ahora, con un equipo hundido en los albañales de la Segunda División, el ditero va a bajar el precio de los abonos como si eso fuera la solución. Mas ése no es el problema ni mucho menos. La tragedia del beticismo es que Lopera no puede vender lo que no es suyo. El Betis no existe como tal. Es un sentimiento, no una sociedad anónima. Está en manos de las empresas de Donmanué, el amo y señor. Algo tuvo que ver en esto la cobardía típica y tópica de esta ciudad que todo lo entrega al que manda. Ese silencio cómplice de los béticos cuando Lopera hacía de su capa un sayo —él diría un saquito, que es más rancio— resuena hoy por las gradas desiertas del semiestadio de Donmanué, esa obra que no se termina nunca: como la fachada del Ayuntamiento que da a la plaza de San Francisco, como la Ciudad de la Justicia que ni siquiera se ha iniciado, como las setas venenosas de la reencarnación…
¿Qué hubiera pasado si los béticos hubieran alzado la voz cuando había que hacerlo? Otro gallo les cantaría. Prefirieron descalificar a los periodistas independientes que denunciaban los chanchullos que hoy están en manos de la juez Alaya. Se ocultaron tras las trece barras del escudo y reforzaron al único sevillano que recibía el título de don aunque no hubiera hecho nada para merecerlo: aquí se hace lo que diga Donmnaué. Pues ahí lo tenéis, criaturitas. A Itálica le escribía Rodrigo Caro. Al Betis le ficha los jugadores Momparlet. El desnivel provoca un vértigo similar al que uno siente cuando piensa dónde podría estar este Betis que siempre fue, hasta la llegada del amo de la calle Jabugo, el equipo más simpático de España. Quién te ha visto y quién te ve, Real Betis Balompié… Del equipo más querido, al cortijo de Donmanué.
-Lopera, que en realidad es un ditero del Fontanal venido a más, ha proyectado sobre la ciudad el reflejo de Itálica
Si Cornelio Escipión el Africano fundó Itálica, Ruiz de Lopera refundó el Betis y lo convirtió en un mosaico de sociedades mercantiles cuyos nombres mueven a esa risa que nos permite huir de la ofuscación o del llanto. Como le dijo en su día a un joven abogado sevillano de apellido germánico, vulgo Moeckel, las siglas de Tegasa significan Técnicas Ganaderas… pero no de reses bravas ni mansas, sino de ganar dinero, niño, que no «se os» enteráis de ná. Esas técnicas ganaderas promovieron la creación de Farusa, de Incecosa, de todo el aparato que Donmanué ha situado alrededor del club, pronúnciese '****', para parapetarse tras semejante estructura a la hora de la verdad judicial.
Lopera, que en realidad es un ditero del Fontanal venido a más, ha proyectado sobre la ciudad el reflejo de las ruinas de Itálica en pleno siglo XXI. En esta Sevilla de dualidades que le rinde culto al Jano bifronte que preside la fuente del patio de la Casa de Pilato, las ruinas también tenían que ser pares. Itálica y Heliópolis. En la primera jugaron Trajano y Adriano. En la segunda, Nacho y Pavone. En Itálica descansaban los veteranos curtidos en mil y una batallas. En la ciudad del sol no descansan de disgustos los socios de este equipo cuyos carnés deberían llevar impreso el mismo eslogan que los paquetes de tabaco: «El beticismo perjudica seriamente la salud».
Ahora, con un equipo hundido en los albañales de la Segunda División, el ditero va a bajar el precio de los abonos como si eso fuera la solución. Mas ése no es el problema ni mucho menos. La tragedia del beticismo es que Lopera no puede vender lo que no es suyo. El Betis no existe como tal. Es un sentimiento, no una sociedad anónima. Está en manos de las empresas de Donmanué, el amo y señor. Algo tuvo que ver en esto la cobardía típica y tópica de esta ciudad que todo lo entrega al que manda. Ese silencio cómplice de los béticos cuando Lopera hacía de su capa un sayo —él diría un saquito, que es más rancio— resuena hoy por las gradas desiertas del semiestadio de Donmanué, esa obra que no se termina nunca: como la fachada del Ayuntamiento que da a la plaza de San Francisco, como la Ciudad de la Justicia que ni siquiera se ha iniciado, como las setas venenosas de la reencarnación…
¿Qué hubiera pasado si los béticos hubieran alzado la voz cuando había que hacerlo? Otro gallo les cantaría. Prefirieron descalificar a los periodistas independientes que denunciaban los chanchullos que hoy están en manos de la juez Alaya. Se ocultaron tras las trece barras del escudo y reforzaron al único sevillano que recibía el título de don aunque no hubiera hecho nada para merecerlo: aquí se hace lo que diga Donmnaué. Pues ahí lo tenéis, criaturitas. A Itálica le escribía Rodrigo Caro. Al Betis le ficha los jugadores Momparlet. El desnivel provoca un vértigo similar al que uno siente cuando piensa dónde podría estar este Betis que siempre fue, hasta la llegada del amo de la calle Jabugo, el equipo más simpático de España. Quién te ha visto y quién te ve, Real Betis Balompié… Del equipo más querido, al cortijo de Donmanué.
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