ESTA MAÑANA LEYENDOME TODOS LOS ARTICULOS DEL BETIS Y PAGINAS WEB DE NOTICIAS DEPORTIVAS ME ENCUENTRO CON ESTA CRONICA DE JAVIER MERIDA EN EL DARIO DE SEVILLA, AL MANDARLES UN COMENTARIO DICIENDOLES QUE PARECE QUE LA ESCRITO UN PERIODISTA DEL OTRO EQUIPO DE LA CIUDAD Y CON UN LEXICO MALVERSADO, MAS BIEN DE UN ESCRITOR REPRIMIDO QUE DE UN CRONISTA DEPORTIVO, NO ME LO HAN ADMITIDO, Y LUEGO CRITICAN LA CENSURA DE RADIO BETIS, QUE DESDE LUEGO ES PARA CRITICARLA, PERO QUE EL DIARIO DE SEVILLA SE APLIQUE TAMBIÉN EL CUENTO.
AQUI PONGO EL ENLACE PARA ECUCHAR VUESTRA OPINIÓN, GRACIAS Y FELICIDADES A TODOS LOS BETICOS.
http://www.diariodesevilla.es/deport...?id=718536#opi
El Betis sigue enchufado y nada hace indicar que se vaya a caer en las dos citas que le quedan para tratar de abandonar este purgatorio al que se vio abocado hace ya más de un año por los dislates de quien no tiene ni valor ni decoro para acompañar a los miles de fieles que tienen a su equipo como lo tienen: vivo.
Porque al Betis lo ha abandonado el fútbol y es seguro que éste ya no va a regresar. Pero ni falta que le hace. En esta categoría sigilosa y casi secreta salvo en las plazas donde se dilucidan sus partidos basta muy poco para ganarse tres puntos en poco más de hora y media. Y es que si el Betis, futbolísticamente hablando, no es nada, los rivales aún menos. El de ayer, el Numancia, amaneció con cara de reo y así murió, como si esas cuitas que dirime en los despachos con alguno de los de abajo le impidiese pensar en algo más.
Intensidad. Es la única clave para explicar lo sucedido anoche en Heliópolis. El Betis, que despachó una primera mitad ignominiosa, se vio obligado, amén de por la cercanía del fracaso por su hinchada, a meterle al partido esa marcha de más que siempre racanea y que por supuesto le iba a servir para aniquilar a ese grupo de pusilánimes sorianos que no se jugaban nada. Ni le iban en juego los puntos ni dio impresión alguna de que carteras ajenas trataran de espabilar sus bolsillos.
Como hace siete días en Huesca, la pólvora verdiblanca residía en su banquillo. Caffa y Jonathan Pereira fueron la espoleta que avivó a un equipo que, cierto, ya había salido con la cara más seria tras el descanso. Ellos, que hallaron por fin la complicidad de Pavone, posibilitaron la cuarta victoria consecutiva de un equipo que es muy poca cosa. Prácticamente no es nada, pero le profesa una fe sin límites a esa nada. Cree en sí mismo como ningún otro y esa moral lo conduce a triunfos mínimos, agónicos, alguno hasta inmerecido o excesivamente afortunado... Búsquenseles todas las pegas y calificativos que se quiera, pero son triunfos que valen incluso más de tres puntos.
Víctor Fernández buscó de salida el control del balón. No le importó sacrificar a Jonathan Pereira, el máximo goleador del equipo ahora que Sergio García y Emana están fuera de él, y darle entrada de inicio a Capi. La maniobra fue muy arriesgada y no funcionó, entre otras cosas porque el camero es mucho menos con tantos minutos por delante. Más que por él mismo porque los rivales están fresco y le cuesta más desbordarlos y abusar de su regate y magnífica conducción del balón.
El técnico verdiblanco debió pensar que con el camero el Betis iba a recuperar algo del buen juego que exhibió en sus inicios cuando los fríos. Pero el fútbol se ha ido y no existen indicios de que vaya a volver en ningún momento. La acumulación de hombres en la llamada a ser la zona de gestación no le transfirió nada al equipo. Por allí pululaban los dos mediocentros, los interiores y hasta Arzu, amén del mencionado Capi. Pero ni supieron asociarse ni combinar con acierto entre ellos en ningún momento.
El Betis movió el balón con excesiva parsimonia. Sus futbolistas se diseminaron por el campo y la querían siempre al pie. Su juego, así, se hizo muy previsible, monocorde y aburridísimo. Sólo Pavone se sintió con ganas e ideas para tirar algún desmarque y buscar balones en los espacios, cayendo incluso al costado izquierdo. El resto parecía cómodo en su quiescencia, mirando al celeste, a la espera de que el de al lado se enfadase con esa suerte.
Pero este Betis de fútbol mortecino tiene alma, la que le transfieren los millares de béticos que pueblan sus gradas. Y así es muy difícil no ganar a una caterva vestida de rojo y azul incapaz de marcar un gol ni en sendos mano a mano de Diego Antón y Lago Junior ante Goitia en los dos únicos errores de la zaga verdiblanca.
Paradójicamente, lo más exquisito siempre sale desde su banquillo. Si en Huesca fueron Capi y Odonkor los garantes de la victoria, ayer les correspondió el turno a Jonathan Pereira y Caffa, quienes le habían devuelto al entrenador la camiseta de titular que éste les había brindado en aquella cita. La chispa del gallego y la clase que el argentino enseña con cuentagotas desnivelaron la balanza.
El Betis, esta vez, quiso y pudo. Apretó de verdad y generó casi media docena de ocasiones de gol. Y hasta fue capaz de meter dos. Fueron los goles de la fe. Una fe sin nada en apariencia que la justifique. Pero una fe que lo desata, que lo tiene con vida y que incomoda a Hércules y Levante.
AQUI PONGO EL ENLACE PARA ECUCHAR VUESTRA OPINIÓN, GRACIAS Y FELICIDADES A TODOS LOS BETICOS.
http://www.diariodesevilla.es/deport...?id=718536#opi
El Betis sigue enchufado y nada hace indicar que se vaya a caer en las dos citas que le quedan para tratar de abandonar este purgatorio al que se vio abocado hace ya más de un año por los dislates de quien no tiene ni valor ni decoro para acompañar a los miles de fieles que tienen a su equipo como lo tienen: vivo.
Porque al Betis lo ha abandonado el fútbol y es seguro que éste ya no va a regresar. Pero ni falta que le hace. En esta categoría sigilosa y casi secreta salvo en las plazas donde se dilucidan sus partidos basta muy poco para ganarse tres puntos en poco más de hora y media. Y es que si el Betis, futbolísticamente hablando, no es nada, los rivales aún menos. El de ayer, el Numancia, amaneció con cara de reo y así murió, como si esas cuitas que dirime en los despachos con alguno de los de abajo le impidiese pensar en algo más.
Intensidad. Es la única clave para explicar lo sucedido anoche en Heliópolis. El Betis, que despachó una primera mitad ignominiosa, se vio obligado, amén de por la cercanía del fracaso por su hinchada, a meterle al partido esa marcha de más que siempre racanea y que por supuesto le iba a servir para aniquilar a ese grupo de pusilánimes sorianos que no se jugaban nada. Ni le iban en juego los puntos ni dio impresión alguna de que carteras ajenas trataran de espabilar sus bolsillos.
Como hace siete días en Huesca, la pólvora verdiblanca residía en su banquillo. Caffa y Jonathan Pereira fueron la espoleta que avivó a un equipo que, cierto, ya había salido con la cara más seria tras el descanso. Ellos, que hallaron por fin la complicidad de Pavone, posibilitaron la cuarta victoria consecutiva de un equipo que es muy poca cosa. Prácticamente no es nada, pero le profesa una fe sin límites a esa nada. Cree en sí mismo como ningún otro y esa moral lo conduce a triunfos mínimos, agónicos, alguno hasta inmerecido o excesivamente afortunado... Búsquenseles todas las pegas y calificativos que se quiera, pero son triunfos que valen incluso más de tres puntos.
Víctor Fernández buscó de salida el control del balón. No le importó sacrificar a Jonathan Pereira, el máximo goleador del equipo ahora que Sergio García y Emana están fuera de él, y darle entrada de inicio a Capi. La maniobra fue muy arriesgada y no funcionó, entre otras cosas porque el camero es mucho menos con tantos minutos por delante. Más que por él mismo porque los rivales están fresco y le cuesta más desbordarlos y abusar de su regate y magnífica conducción del balón.
El técnico verdiblanco debió pensar que con el camero el Betis iba a recuperar algo del buen juego que exhibió en sus inicios cuando los fríos. Pero el fútbol se ha ido y no existen indicios de que vaya a volver en ningún momento. La acumulación de hombres en la llamada a ser la zona de gestación no le transfirió nada al equipo. Por allí pululaban los dos mediocentros, los interiores y hasta Arzu, amén del mencionado Capi. Pero ni supieron asociarse ni combinar con acierto entre ellos en ningún momento.
El Betis movió el balón con excesiva parsimonia. Sus futbolistas se diseminaron por el campo y la querían siempre al pie. Su juego, así, se hizo muy previsible, monocorde y aburridísimo. Sólo Pavone se sintió con ganas e ideas para tirar algún desmarque y buscar balones en los espacios, cayendo incluso al costado izquierdo. El resto parecía cómodo en su quiescencia, mirando al celeste, a la espera de que el de al lado se enfadase con esa suerte.
Pero este Betis de fútbol mortecino tiene alma, la que le transfieren los millares de béticos que pueblan sus gradas. Y así es muy difícil no ganar a una caterva vestida de rojo y azul incapaz de marcar un gol ni en sendos mano a mano de Diego Antón y Lago Junior ante Goitia en los dos únicos errores de la zaga verdiblanca.
Paradójicamente, lo más exquisito siempre sale desde su banquillo. Si en Huesca fueron Capi y Odonkor los garantes de la victoria, ayer les correspondió el turno a Jonathan Pereira y Caffa, quienes le habían devuelto al entrenador la camiseta de titular que éste les había brindado en aquella cita. La chispa del gallego y la clase que el argentino enseña con cuentagotas desnivelaron la balanza.
El Betis, esta vez, quiso y pudo. Apretó de verdad y generó casi media docena de ocasiones de gol. Y hasta fue capaz de meter dos. Fueron los goles de la fe. Una fe sin nada en apariencia que la justifique. Pero una fe que lo desata, que lo tiene con vida y que incomoda a Hércules y Levante.
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