La frase que encabeza este escrito es uno de los más clásicos exabruptos sevillanos, aunque algo ya en desuso debido a las formas imperantes que se nos cuelan hasta en lo más clásico de nuestro habla a través de los nuevos canales comunicacionales. Sirva este introito para espantar a quienes acudan a mis letras pensando en encontrar una retahíla de insultos o pérdida de papeles, situación sin embargo a la que de vez en cuando cuesta más de la cuenta darle el regate, porque hay cosas que uno lee, escucha o ve que son para contar, no hasta tres, sino hasta tres mil pero…
Al grano. Ayer tarde la calurosa Sevilla futbolística se vistió con los lúgubres ropajes de noviembre. Extraña coincidencia, pero más que justificada por la casualidad, en la que desde ambas aceras se recordó a insignes fallecidos, uno en la flor de la juventud, otros, víctimas de la época o la avanzada edad. Saben de sobra que me refiero a la doble y luctuosa convocatoria que sirvió para honrar la memoria del llorado Antonio Puerta y, apenas una hora después y en plenas entrañas de nuestra ciudad, recordar a once béticos que dieron a la entidad su tesoro más preciado, hace de ello justamente hoy 75 años.
No extraña a nadie el reparto en uno y otro escenario. En la carretera de Utrera se dieron cita lo oficial y lo oficioso, el pasado, presente y futuro, el protocolo y los militantes de a pie, los que gozan de las prebendas de la causa y quienes salieron incluso por la puerta de atrás. Daba igual: el todos no admitía matices de ninguna índole. Incluso en un detalle a todas luces esperanzador, vimos al presidente del Real Betis Balompié rematar con su presencia aquella muestra del Estilo Betis que se plasmó con la visita del autocar, nada más terminar de jugar en Huelva, en el hospital donde agonizaba la “zurda de diamantes” o la llegada del mismo vehículo -verde que te quiero verde-, tres días después a la capilla ardiente de quien, desde ayer, sirve como faro de bronce para todos aquellos chavales que busquen una referencia para guiarse en la procelosa travesía que lleva del albero al profesionalismo.
Cambiamos de teatro, olvidándonos de lo políticamente correcto, para ver cómo una vez más, los muertos en verdiblanco no merecen ni la más mínima consideración por parte de su oficialidad. Parroquia del Sagrario, misa para honrar la memoria de los campeones de 1935, y nadie, absolutamente nadie en representación del club. Nada nuevo bajo el sol, ¿verdad, familia Ríos Patús? Quizás el amo no trague a los tipos que la imposibilitaron con tantísima antelación su tantas veces cacareada frase de que el Betis no ha sido nada sin él. Quizás dio orden de no compartir flashes con quienes desean un Betis lo más parecido posible a aquel que regresó triunfante de Santander, con escala en Bilbao para recoger una copa que no durmió jamás en casa de don Antonio Moreno Sevillano, faltaría más. Intento no ser mal pensado, pero no encuentro argumentos. Ayer la casualidad volvió a ofrecerle al club el enésimo quite del perdón hacia consigo mismo pero no obtuvo más que otro pase del desprecio. Quedó claro que para la foto del siglo los colores elegidos no fueron el verde y el blanco. Con la misma emoción que ayer se honraba a Puerta, levanto la voz para que allá donde estén, Urquiaga; Areso, Aedo; Peral, Gómez, Larrinoa; Saro, Adolfo, Unamuno, Lecue y Caballero sepan que el Real Betis Balompié les agradecerá de por vida el mayor logro en la historia centenaria de esta institución, tan por encima de quienes hoy en día la mal gobiernan. ¡Que vivan los muertos!
Juan Salas Rubio
Muchodeporte opina
Al grano. Ayer tarde la calurosa Sevilla futbolística se vistió con los lúgubres ropajes de noviembre. Extraña coincidencia, pero más que justificada por la casualidad, en la que desde ambas aceras se recordó a insignes fallecidos, uno en la flor de la juventud, otros, víctimas de la época o la avanzada edad. Saben de sobra que me refiero a la doble y luctuosa convocatoria que sirvió para honrar la memoria del llorado Antonio Puerta y, apenas una hora después y en plenas entrañas de nuestra ciudad, recordar a once béticos que dieron a la entidad su tesoro más preciado, hace de ello justamente hoy 75 años.
No extraña a nadie el reparto en uno y otro escenario. En la carretera de Utrera se dieron cita lo oficial y lo oficioso, el pasado, presente y futuro, el protocolo y los militantes de a pie, los que gozan de las prebendas de la causa y quienes salieron incluso por la puerta de atrás. Daba igual: el todos no admitía matices de ninguna índole. Incluso en un detalle a todas luces esperanzador, vimos al presidente del Real Betis Balompié rematar con su presencia aquella muestra del Estilo Betis que se plasmó con la visita del autocar, nada más terminar de jugar en Huelva, en el hospital donde agonizaba la “zurda de diamantes” o la llegada del mismo vehículo -verde que te quiero verde-, tres días después a la capilla ardiente de quien, desde ayer, sirve como faro de bronce para todos aquellos chavales que busquen una referencia para guiarse en la procelosa travesía que lleva del albero al profesionalismo.
Cambiamos de teatro, olvidándonos de lo políticamente correcto, para ver cómo una vez más, los muertos en verdiblanco no merecen ni la más mínima consideración por parte de su oficialidad. Parroquia del Sagrario, misa para honrar la memoria de los campeones de 1935, y nadie, absolutamente nadie en representación del club. Nada nuevo bajo el sol, ¿verdad, familia Ríos Patús? Quizás el amo no trague a los tipos que la imposibilitaron con tantísima antelación su tantas veces cacareada frase de que el Betis no ha sido nada sin él. Quizás dio orden de no compartir flashes con quienes desean un Betis lo más parecido posible a aquel que regresó triunfante de Santander, con escala en Bilbao para recoger una copa que no durmió jamás en casa de don Antonio Moreno Sevillano, faltaría más. Intento no ser mal pensado, pero no encuentro argumentos. Ayer la casualidad volvió a ofrecerle al club el enésimo quite del perdón hacia consigo mismo pero no obtuvo más que otro pase del desprecio. Quedó claro que para la foto del siglo los colores elegidos no fueron el verde y el blanco. Con la misma emoción que ayer se honraba a Puerta, levanto la voz para que allá donde estén, Urquiaga; Areso, Aedo; Peral, Gómez, Larrinoa; Saro, Adolfo, Unamuno, Lecue y Caballero sepan que el Real Betis Balompié les agradecerá de por vida el mayor logro en la historia centenaria de esta institución, tan por encima de quienes hoy en día la mal gobiernan. ¡Que vivan los muertos!
Juan Salas Rubio
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