Articulo de opinion extraido de Muchodeporte.
Cachondeo
AQUEL BENDITO CACHONDEO
Hubo un tiempo en el que el Betis era un cachondeo. De hecho, ha subsistido muchos años peleando por su dignidad mientras se desabrochaba el traje de guasa que entre unos y otros le estaban cortando con el paso de los años. Rifas de vacas, tránsfugas del balón, un Puma devorando bocadillos de lomo, Barnes y Meade, sevillanas y chupes... el beticismo ha sido consciente siempre de su realidad, asumiendo la especial idiosincrasia de un emblema del que se sentía orgulloso.
Añoro aquel cachondeo, aquel vodevil de pícaros que se colgaban de las trece barras queriendo atrapar la fama con dos comidas y cuatro sobres; aquello sí que era un cachondeo digno, con su tribu de caricatos aferrados a la moqueta verde de la planta de arriba, según se entraba por la puerta de cristales. La historia de la tragicomedia encontraría numerosos episodios imposibles en aquel teatro de entremeses que muchos años fue el Betis. Lo de ahora es distinto, es más de la tragedia a secas. De aquellos barros surgieron estos lodos... qué va hombre, este lodo hediondo no puede sino provenir del estercolero más recóndito que esconda el alma humana, hasta el punto de darle, valga la redundancia, su punto al barro. Más tragedia que comedia, mucha mayor pena que gloria; y de cachondeo, sólo el patético envoltorio.
Este Betis de las entretelas de muchos hace tiempo que dejó de inspirar la oprobiosa risa de los otros, diletantes espectadores de esta farsa decadente y mustia. Estimado Betis, te estás muriendo y todos tus fantasmas se te aparecen en cola. Ahora sí que estás en la UVI, en la jaula de un domador narcisista y desesperado que da latigazos al aire mientras mira de reojo cómo se descompone el chiringuito. Ni a tus dioses te los dejan tranquilos en esta espiral megalómana en la que vives desde el 92, el año de la Expo, el año en que te expusiste al pícaro queriendo evitar la tragedia dejando que ésta, al final, se apoderara de todo.
Si Dios o una jueza no te quitan de las venas el mezquino gotero que falsamente te asiste, se te desangrará el corazón verdiblanco. Y las lágrimas de una orilla acaudalarán meandros de tristeza. Y las risas de la otra enmudecerán, trocado el cachondeo en lástima. El cortijo pega sus últimas boqueadas, el cacique sigue mirándose el traje nuevo, otro capataz que cae impotente ante los Rasputines del vestuario y un charlatán llega para instalar en el Imperio la demagogia de los hombres de fútbol. La demagogia, la **** que faltaba en esta hoguera de vanidades.
Cachondeo
AQUEL BENDITO CACHONDEO
Hubo un tiempo en el que el Betis era un cachondeo. De hecho, ha subsistido muchos años peleando por su dignidad mientras se desabrochaba el traje de guasa que entre unos y otros le estaban cortando con el paso de los años. Rifas de vacas, tránsfugas del balón, un Puma devorando bocadillos de lomo, Barnes y Meade, sevillanas y chupes... el beticismo ha sido consciente siempre de su realidad, asumiendo la especial idiosincrasia de un emblema del que se sentía orgulloso.
Añoro aquel cachondeo, aquel vodevil de pícaros que se colgaban de las trece barras queriendo atrapar la fama con dos comidas y cuatro sobres; aquello sí que era un cachondeo digno, con su tribu de caricatos aferrados a la moqueta verde de la planta de arriba, según se entraba por la puerta de cristales. La historia de la tragicomedia encontraría numerosos episodios imposibles en aquel teatro de entremeses que muchos años fue el Betis. Lo de ahora es distinto, es más de la tragedia a secas. De aquellos barros surgieron estos lodos... qué va hombre, este lodo hediondo no puede sino provenir del estercolero más recóndito que esconda el alma humana, hasta el punto de darle, valga la redundancia, su punto al barro. Más tragedia que comedia, mucha mayor pena que gloria; y de cachondeo, sólo el patético envoltorio.
Este Betis de las entretelas de muchos hace tiempo que dejó de inspirar la oprobiosa risa de los otros, diletantes espectadores de esta farsa decadente y mustia. Estimado Betis, te estás muriendo y todos tus fantasmas se te aparecen en cola. Ahora sí que estás en la UVI, en la jaula de un domador narcisista y desesperado que da latigazos al aire mientras mira de reojo cómo se descompone el chiringuito. Ni a tus dioses te los dejan tranquilos en esta espiral megalómana en la que vives desde el 92, el año de la Expo, el año en que te expusiste al pícaro queriendo evitar la tragedia dejando que ésta, al final, se apoderara de todo.
Si Dios o una jueza no te quitan de las venas el mezquino gotero que falsamente te asiste, se te desangrará el corazón verdiblanco. Y las lágrimas de una orilla acaudalarán meandros de tristeza. Y las risas de la otra enmudecerán, trocado el cachondeo en lástima. El cortijo pega sus últimas boqueadas, el cacique sigue mirándose el traje nuevo, otro capataz que cae impotente ante los Rasputines del vestuario y un charlatán llega para instalar en el Imperio la demagogia de los hombres de fútbol. La demagogia, la **** que faltaba en esta hoguera de vanidades.
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