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    Y ahora quién asumirá las culpas...

    La vulgarización del Betis toca fondo y el club se desangra irremediablemente


    | Actualizado 23.11.2009 - 06:57



    El Betis es ahora mismo un cadáver, institucional y deportivo, que pervive gracias a su fiel infantería, la única que mantiene la otrora grandeza de la entidad, y que está abandonado por su máximo accionista, únicamente preocupado en solventar sus asuntos judiciales. "Yo no meto los goles", "yo ficho lo que dicen mis técnicos", "el entrenador es el que me pedía la prensa"... Cualquiera de esas frases podrá ser escuchada en los próximos días en un club donde nadie se responsabiliza de todo lo malo que ocurre a diario en sus entrañas, en un club que se desangra irremediablemente abandonado por sus gobernantes y en el que el entrenador y los futbolistas ya apenas mantienen el créditos ante sus aficionados.

    El desgobierno de la entidad se palpa en cualquier actividad. Desde unos radicales que asaltan el entrenamiento del primer equipo sin que la entidad condene los hechos de manera severa, a una plantilla acomodada y en la que nadie asume su realidad. El Betis es el undécimo clasificado de Segunda División, se muestra incapaz de imponer su supuesta autoridad ante cualquier rival de la categoría y ofrece una imagen de descomposición en lo deportivo similar a la que se viene sufriendo en lo institucional.

    Al Betis se le exigía que se adaptara con prontitud a una categoría que todos tildan de distinta a la que nunca debió abandonar, pero su manera de realizarlo no puede ser más dolorosa para el bético. El proceso de vulgarización que sufre el equipo ha encendido las alarmas y el objetivo del ascenso parece ahora mismo una quimera. Pepe Mel ya apuntó hace algo más de un mes la mediocridad de la defensa bética, pero es que cada rival ha ido desnudando las carencias de un equipo mal confeccionado y que tampoco está siendo gestionado con eficiencia por Antonio Tapia. Quien empezó como el matón de la clase, exhibiendo los mejores recursos de su repertorio con una delantera de nivel, ha ido dejándose por el camino las virtudes para acrecentar los defectos.

    El técnico ha repetido que su idea de fútbol para el Betis pasa por la posesión del balón y el intento de que sea el equipo verdiblanco el que lleve el peso de los partidos. Pero la realidad no puede ser más distinta. Sin capacidad para combinar, el Betis aparece siempre a merced de sus rivales, llaménse Cartagena, Real Unión, Castellón, Cádiz o Elche. Cualquier rival se muestra con capacidad para doblegar al equipo verdiblanco, un claro síntoma de la descomposición sufrida en el plano deportivo.

    El Betis se desangra irremediablemente y los béticos se preguntan qué pueden hacer para acabar con esta etapa oscura, quizás la más negra de los últimos tiempos. El distanciamiento entre los que mandan en el club y el aficionado ya es irrecuperable, pese a que los primeros se empeñen en perpetuarse en un club que vive un proceso de autodestrucción. Algunos, como el maestro Curro Romero o el ex presidente José Nuñez Naranjo, apuestan por dejar vacío Heliópolis ante lo que entienden que no es el Betis. Otros plantean la posibilidad de convertir cada partido de su equipo en una demostración de que el beticismo sigue vivo y contra Lopera, como se demostró en el 15-J.

    Mientras, el consejero delegado se mantiene encerrado en la calle Jabugo a la espera de que escampe el temporal. A él sólo le preocupa la cuenta de resultados (económicos), porque no hace beticismo sino loperismo y maneja el club como una empresa más. Y si encima nadie aparece para asumir las culpas...

    Samuel Silva

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