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Un motivo más para el sonrojo

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    Un motivo más para el sonrojo

    La sarta de ridiculeces en boca de su primer representante hace que el bético se sienta otra vez maltratado


    Luis Carlos Peris | Actualizado 23.07.2009 - 01:00

    HABLA, habla y habla mientras entornamos los ojos para comprobar que es un discurso que nos sabemos de memoria. El mismo argumento de los últimos diecisiete años aunque adobado con perlas tan inéditas como insólitas y ciertamente hilarantes. La última de esas perlas es del tebeo, pues si usted, señor suyo, no cambia a su Betis por quince equipos de Primera, en Primera División no hay uno solo que se cambie por el equipo suyo de usted, ni siquiera uno de los que usted señala en su afán de hablar y hablar sin pensar que puede estar metiéndole el dedo en el ojo a terceros sin usted darse ni puñetera cuenta.

    Si uno fuese asesor de imagen del charlatán le aconsejaría que no apareciese más en público, que no se dé una sola licencia en su enrocamiento de calle Jabugo, Fontanal, Sevilla extramuros. Cada vez que abre esa boquita que, al igual que todas, ha de comerse la tierra no sólo sube el pan sino que provoca una oleada de animadversión del bético hacia su persona para que los que no tuercen por dicha causa se desternillen de risa. ¿Y lo de Oliveira? Oliveira fue un mal fichaje y una buena venta, pero eso de decir que iba detrás de Pavone en el orden de preferencias de Antonio Tapia es dejar al competente y prudente técnico cordobés a la mismísima altura del betún.

    ¿Y lo de llevarse a una alcaldesa a la concentración del equipo para ronear de ciudad deportiva? Acabe usted el campo del Betis y ponga los Bermejales a tono con el nombre del club en vez de prometer, que ya sabemos adónde han ido a parar las numerosas promesas que hizo en este malhadado tiempo de gestión. Como cuando prometió una residencia para los béticos ya mayores, o lo de la fundación, tantas y tantas promesas que se quedaron en las cunetas de su rosario de discursos como el de antier en Montecastillo en presencia de una alcaldesa que nos lleva a una duda inquietante, la de que o no le conoce a usted o no la conocen a ella ni los que la votaron.

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