La final de la vergüenza
Javier Mérida2 de abril de 2009 a las 10:39
Que un partido frente al Numancia sea tildado unánimemente de final, y a falta aún de diez jornadas para que expire el campeonato, es señal inequívoca de que el fango le llega al Betis hasta las cejas. El equipo heliopolitano, por cuarto curso consecutivo, ha cosechado deméritos reseñables para figurar entre los más torpes cuando, a priori, disponía de mimbres para atisbar incluso el último umbral de Europa.
Pero es el Betis un club desectructurado y descabezado. La falsa oferta de compra de un jeque árabe, la enésima pantomima pergeñada desde las alturas, se ha apoderado durante casi dos semanas de la vida del Betis para escarnio de todos cuantos sienten en verdiblanco. Socialmente, la imagen de la entidad anda por los suelos e incluso es suceptible de empeorar.
Desde ahí se explica el funcionamiento sobre la hierba. Entrena Paco Chaparro pero no por sus méritos deportivos, sino porque la afición y la prensa, en su día, lo convirtieron en mascarón de proa de un equipo zozobrante y a la deriva. Mas no goza el trianero de la confianza de nadie en el club y el suyo es un camino de obstáculos que él no se ha limitado a sortear en silencio, de ahí que los enemigos le hayan crecido hasta de los frentes donde lo vitoreaban.
¿Y la plantilla? Con las evidentes mejoras de muchos que han llegado, sigue existiendo una descompensación evidente. Apenas hay futbolistas de corte defensivo y lo peor es que esto ocurre incluso en la defensa. Mehmet Aurelio, en el Betis, tardó poco en desdeñar el rol de medio de cierre sacrificado y basculante y el equipo comenzó a hacer aguas. Capi se lesionó y Emaná va a lo suyo. Así, con el mediocampo roto y con una zaga blanda hasta la extenuación, la calidad que anida en el ataque se antoja insuficiente.
Pero el sábado llega el Numancia y el Betis de los Oliveira, Edu, Sergio García, etc., que es también el Betis de los que no suenan tan bien, está obligado a ganar. Incluso un empate obligaría, si la grada vuelve a girar hacia abajo el pulgar, a la destitución del entrenador aunque el equipo no morase la zona de descenso. La catarsis, quizá necesaria, llenaría de dudas el entorno desde el momento en que se anunciase el nombre del sucesor de Chaparro, presumiblemente Josep María Nogués.
Aunque sólo fuese por eso, por lo que se juega la entidad, ésta debería haber auspiciado las medidas necesarias para que Heliópolis se abarrotase. Pero, aun sin ser así, el beticismo debe ser consciente de que el sábado no está en juego el futuro de Chaparro, sino el del propio Betis, que ya habrá tiempo de pedir cuentas a los responsables. Así, el Betis debe ser, por un día, sólo uno para sacar adelante esta final de la vergüenza.
http://blogs.grupojoly.com/meridona/
Javier Mérida2 de abril de 2009 a las 10:39
Que un partido frente al Numancia sea tildado unánimemente de final, y a falta aún de diez jornadas para que expire el campeonato, es señal inequívoca de que el fango le llega al Betis hasta las cejas. El equipo heliopolitano, por cuarto curso consecutivo, ha cosechado deméritos reseñables para figurar entre los más torpes cuando, a priori, disponía de mimbres para atisbar incluso el último umbral de Europa.
Pero es el Betis un club desectructurado y descabezado. La falsa oferta de compra de un jeque árabe, la enésima pantomima pergeñada desde las alturas, se ha apoderado durante casi dos semanas de la vida del Betis para escarnio de todos cuantos sienten en verdiblanco. Socialmente, la imagen de la entidad anda por los suelos e incluso es suceptible de empeorar.
Desde ahí se explica el funcionamiento sobre la hierba. Entrena Paco Chaparro pero no por sus méritos deportivos, sino porque la afición y la prensa, en su día, lo convirtieron en mascarón de proa de un equipo zozobrante y a la deriva. Mas no goza el trianero de la confianza de nadie en el club y el suyo es un camino de obstáculos que él no se ha limitado a sortear en silencio, de ahí que los enemigos le hayan crecido hasta de los frentes donde lo vitoreaban.
¿Y la plantilla? Con las evidentes mejoras de muchos que han llegado, sigue existiendo una descompensación evidente. Apenas hay futbolistas de corte defensivo y lo peor es que esto ocurre incluso en la defensa. Mehmet Aurelio, en el Betis, tardó poco en desdeñar el rol de medio de cierre sacrificado y basculante y el equipo comenzó a hacer aguas. Capi se lesionó y Emaná va a lo suyo. Así, con el mediocampo roto y con una zaga blanda hasta la extenuación, la calidad que anida en el ataque se antoja insuficiente.
Pero el sábado llega el Numancia y el Betis de los Oliveira, Edu, Sergio García, etc., que es también el Betis de los que no suenan tan bien, está obligado a ganar. Incluso un empate obligaría, si la grada vuelve a girar hacia abajo el pulgar, a la destitución del entrenador aunque el equipo no morase la zona de descenso. La catarsis, quizá necesaria, llenaría de dudas el entorno desde el momento en que se anunciase el nombre del sucesor de Chaparro, presumiblemente Josep María Nogués.
Aunque sólo fuese por eso, por lo que se juega la entidad, ésta debería haber auspiciado las medidas necesarias para que Heliópolis se abarrotase. Pero, aun sin ser así, el beticismo debe ser consciente de que el sábado no está en juego el futuro de Chaparro, sino el del propio Betis, que ya habrá tiempo de pedir cuentas a los responsables. Así, el Betis debe ser, por un día, sólo uno para sacar adelante esta final de la vergüenza.
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