El debate sigue extendiendose
Por Andrés Ocaña
Muchos aseguran que la forma en que se comporta Chaparro con el máximo accionista del Betis responde única y exclusivamente a una estrategia preconcebida y fríamente calculada que tiene como principal objetivo el de no enfadar al dueño y señor de todas las cosas en este club y sacarle todo lo que pueda en beneficio del equipo. Otros comienzan ya a pensar que, verdaderamente, Chaparro ha caído en las garras de Lopera y que éste ha sido capaz de ‘convertirlo’ a sus ideas. Yo no sé que pensar. A veces opto por la primera teoría, la de la estrategia, pero en otras ocasiones casi me llego a convencer de que la defensa a ultranza del trianero sobre su jefe está fundamentada más en la sinceridad y en el convencimiento que en cualquier otro motivo. Está claro que negar que entre Chaparro y Lopera ha habido grandes diferencias sería una imbecilidad. Al menos, todo aquel que ha podido hablar durante meses con el entrenador del Betis sabe que las cosas no han sido de color de rosa y que en la mente del técnico sigue habiendo muchas cosas que cree que deben mejorar en este club. El asunto es que a base de adular y regalar el oído de Lopera, Chaparro se está convirtiendo en uno de los máximos valedores de la figura de un máximo accionista que sigue teniendo que explicar muchas cosas a los béticos y que, al fin y al cabo, es el máximo responsable de todo lo que sucede. Mientras la afición sigue a la espera de que se resuelvan los asuntos judiciales y de que el Consejero Delegado de la entidad sea capaz de explicar el porqué, el cuándo y el cómo de la última pantomima que tuvo como protagonistas a los miembros de Bsport y a los directivos verdiblancos, Lopera se ha encontrado con un aliado de lujo para lavar su imagen. Quién lo iba a decir. Está claro que Chaparro puede opinar lo que quiera de quien quiera y que si está encantado con el proceder de su mandamás y con el trato recibido por parte de éste hace muy bien en decirlo. La cuestión es saber cómo terminará esto, y si no llegará el día en el que tendrá que tragarse sus palabras. Esperemos que no, por el bien del Betis.
[email protected]
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Muchos aseguran que la forma en que se comporta Chaparro con el máximo accionista del Betis responde única y exclusivamente a una estrategia preconcebida y fríamente calculada que tiene como principal objetivo el de no enfadar al dueño y señor de todas las cosas en este club y sacarle todo lo que pueda en beneficio del equipo. Otros comienzan ya a pensar que, verdaderamente, Chaparro ha caído en las garras de Lopera y que éste ha sido capaz de ‘convertirlo’ a sus ideas. Yo no sé que pensar. A veces opto por la primera teoría, la de la estrategia, pero en otras ocasiones casi me llego a convencer de que la defensa a ultranza del trianero sobre su jefe está fundamentada más en la sinceridad y en el convencimiento que en cualquier otro motivo. Está claro que negar que entre Chaparro y Lopera ha habido grandes diferencias sería una imbecilidad. Al menos, todo aquel que ha podido hablar durante meses con el entrenador del Betis sabe que las cosas no han sido de color de rosa y que en la mente del técnico sigue habiendo muchas cosas que cree que deben mejorar en este club. El asunto es que a base de adular y regalar el oído de Lopera, Chaparro se está convirtiendo en uno de los máximos valedores de la figura de un máximo accionista que sigue teniendo que explicar muchas cosas a los béticos y que, al fin y al cabo, es el máximo responsable de todo lo que sucede. Mientras la afición sigue a la espera de que se resuelvan los asuntos judiciales y de que el Consejero Delegado de la entidad sea capaz de explicar el porqué, el cuándo y el cómo de la última pantomima que tuvo como protagonistas a los miembros de Bsport y a los directivos verdiblancos, Lopera se ha encontrado con un aliado de lujo para lavar su imagen. Quién lo iba a decir. Está claro que Chaparro puede opinar lo que quiera de quien quiera y que si está encantado con el proceder de su mandamás y con el trato recibido por parte de éste hace muy bien en decirlo. La cuestión es saber cómo terminará esto, y si no llegará el día en el que tendrá que tragarse sus palabras. Esperemos que no, por el bien del Betis.
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