Tal como salió el calendario en su arranque, el Betis debería darse prisa en el apartado de entradas y salidas.





Luis Carlos Peris | Actualizado 30.07.2008 - 01:00




LÓGICAMENTE, Paco Chaparro se ha alarmado no más ver cómo es el calendario. Es una especie de septiembre negro lo que le ha deparado al Betis el caprichoso sorteo liguero. Sevilla, Barcelona y Real Madrid en una semana, la última del mes con la propina de encontrarse con otro de Champions, el Villarreal, en cuando octubre asoma la oreja. Es un arranque demoníaco, que así, como obra del demonio, es como lo ha calificado el trianero. Es un calendario para que él, desde la inestable atalaya de todo banquillo, se esté tocando la ropa y también se intranquilice por no poder preparar ese arranque con la plantilla completa.

Debería darse el Betis más prisa de la que se está dando en la confección del plantel y no vaya a pasar como en estos últimos años en que la Liga comenzaba sin el vestuario completado. Y es que lo que viene después del primer parón es de órdago a la más grande de todas, una concatenación de pesos pesados que obliga a llegar a esas colisiones con los deberes hechos en su totalidad. Insisto en que Paco Chaparro es lo más fiable en este Betis, por lo que sería un tremendo riesgo que se acometiese el terrorífico arranque liguero sin haberle puesto en sus manos todas las bazas que demanda, todos los futbolistas que pide para que el Betis sea como debe ser el Betis.


No ha nacido el entrenador que resista en el cargo sin resultados que acompañen y el calendario actual trae mucho peligro en su arranque, demasiados poderosos de un trago. Parece que lo ha hecho el demonio, dice Chaparro a todo el que quiera oírle y es verdad, pues sabe que es su continuidad la que se pone en juego demasiado pronto. Quiere decirse con esto, que lo ideal sería que se acelerasen los movimientos migratorios en el vestuario de Heliópolis para que cuando llegue la hora de esas colisiones, estén en el camerino todos los que son y sean todos los estén, todos los que Chaparro cree que son necesarios para que las cosas cambien de una vez y para bien.

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