La Historia de la Humanidad está repleta de personajes que, a pesar de haber tenido una relevancia trascendental en un momento determinado, desgraciadamente quedan abandonados al olvido más absoluto. Este es el caso del ‘otro perro de Lopera’. Un desconocido para casi todos, pero cuyas virtudes, actitudes y aptitudes para desarrollar determinadas labores de suma dificultad le hacen estar a la altura, e incluso superar con creces, la ya mundial fama de su homólogo y compañero de azotea en Jabugo Center, Hugo. Este otro perro, de cuyo nombre no me acuerdo ni me quiero acordar, guarda como principal característica la fidelidad más absoluta e incondicional, a veces al borde de lo irracional, para con su amo, el señor Ruiz de Lopera. Tanto es así, que si Lopera le dice ‘¡¡Muerde!!’, el can va y muerde: si el máximo accionista le dice ‘¡¡Cállate ya!!’, el perrito va y se calla; si éste le ordena ‘¡¡Dame la patita!!’, el chucho va y se la da sin rechistar. Tales son los ingenios y las maravillas que este otro perro de Lopera es capaz de llevar a cabo por contentar a su amo y señor. Pero lo que más sorprende de todo, es que este animalito sólo pide a cambio de tamaña humillación un platito de comida caliente y viajar en un buen coche cuando se tiene que desplazar a algún sitio. Sirva como anécdota de la abnegación y la devoción que este otro perro de Lopera siente por su amo la anécdota que les paso a relatar: en los últimos días, el consejero delegado del Betis andaba algo preocupado por la actitud de unos ‘malhechores’ que disfrazados de periodistas estaban arrojando infamias y calumnias contra su intachable honor, por lo que decidió actuar. La decisión que tomó Lopera, fue la de impedirles la entrada a sus múltiples y variadas propiedades. Una ciudad deportiva con su nombre, un estadio con su nombre y otras varias repartidas por la ciudad. Así las cosas, para una labor tan importante, decidió confiar en su mascota, a la que dijo algo así como ‘¡¡No dejes que estos vuelvan a entrar en mi casa!!’, y su perro obedeció. Ahora, el otro perro de Lopera vigila las entradas y las salidas de todos estos recintos día y noche, expectante y atento a cualquier movimiento sospechoso y temeroso de que algo se le pase por alto. Dispuesto a morder al cuello, aunque en el intento se le escape el último atisbo de dignidad que posee, si es que éste existe. Así pasa las horas, entre ladrido y ladrido, entre gruñido y gruñido intentando amedrentar a cuanto adversario de su amo le sale al paso, sin saber que igual el enemigo lo tiene en casa. Ahí va este hueso para él…
http://www.eldesmarque.es/content/view/10800/38/
que grande eres ocaña, que grande
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